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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábolas del remiendo nuevo en traje viejo y del vino nuevo en odres viejos


Marcos 2:21,22 (Cp. Lucas 5:36-39)

Por:
Carlos Ardila

     A través de estas dos ilustraciones, el Maestro intentó dirigir la atención de sus oyentes, entre los que se encontraban algunos de los discípulos de los fariseos, hacia el hecho del entonces futuro establecimiento de su reino y del Nuevo Pacto a celebrarse en su sangre (Cp. Marcos 9:1; Colosenses 1:13,14; Lucas 22:20). Mediante estas palabras, Jesús señalando lo impráctico e inconveniente de remendar un traje viejo uniendo sus desgastadas fibras con las de un paño fuerte y nuevo, indicó a la vez que de igual modo sería inadecuado e inviable intentar zurcir el sistema caduco de la antigua ley judía representado aquí en aquel deteriorado ropaje, con sus nuevas enseñanzas simbolizadas en la tela de un parche nuevo, puesto que el remiendo de paño nuevo al fin terminaría por echar a perder definitivamente la prenda al tirar sus fuertes fibras de los ya frágiles hilos del vestido viejo como efectivamente sucedería al encogerse el paño nuevo después de ser lavado.

     De similar manera y en el mismo orden de ideas, el Señor señaló lo contraproducente que podría ser almacenar el vino nuevo en odres viejos, ya que el vino nuevo al fermentarse finalmente rompería el ajado material de los odres avejentados que antes debieron soportar el proceso de fermentación del vino añejo ocasionando así la perdida tanto del vino nuevo como la de los odres viejos.  Así, ni las nuevas enseñanzas del Maestro ni su nueva visión sobre el reino representadas por Él a través del vino nuevo podrían ser contenidas dentro del antiguo sistema legal judío simbolizado en los odres viejos.

     Por medio de estas palabras, Jesús quiso dar a entender a sus oyentes que Él no se había propuesto anular la antigua ley judía ni adaptarla a su nueva doctrina, sino más bien cumplirla cabalmente para luego clavarla en su cruz (Cp. Mateo 5:17,18; Juan 19:30; Colosenses 2:14-17).    

     En virtud de lo anterior, nos es preciso recordar que después de la venida de nuestro amado Salvador y de consumada su obra redentora, hoy nos rigen las palabras de su gracia en vez de las ordenanzas de la antigua ley por medio de la cual el pueblo judío fue preparado para la venida del Mesías (Cp. Gálatas 3:23-29; Gálatas 5:4).