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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola de la moneda perdida


Lucas 15.8-10

Por:
Carlos Ardila
  
     De camino hacia la ciudad de Jerusalén, Jesús refirió a sus oyentes esta ilustración (Cp. Lucas 13:33), en ella una moneda extraviada de las diez que poseía una mujer y la cual nos representa a cada uno de nosotros constituye la figura a través de la cual el Maestro ejemplificó su visión respecto al valor del arrepentimiento.

     La moneda en cuestión, una dracma griega de plata equivalente a un denario romano cuyo valor al tiempo presente en occidente oscila entre los dieciséis y los veinte centavos de dólar, monto igual entonces al costo de una oveja, a la quinta parte del precio de un buey o correspondiente al salario de un día de trabajo de un obrero no representaba realmente una gran posesión; sin embargo, el esfuerzo e interés de su dueña en procura de hallarla luego de haberla perdido refleja la importancia de su estimación sentimental y la pena que para ella debió significar su extravío mucho más allá de su valoración material.

     Probablemente dicha moneda hacía parte de su dote, es decir, de los bienes materiales que las doncellas aportaban a la sociedad conyugal que les debían ser devueltos si acaso su vínculo matrimonial se disolviera, de acuerdo a las costumbres judías esta solía ser provista por los padres de las novias quienes recibían además otra especial de sus novios lo cual añadía un sentimiento mayor de aprecio de ellas por esta posesión que aquí, dada su escasa cuantía permite deducir que se trataba de una mujer de no muchos recursos económicos.

     Ahora, una posibilidad más en consonancia con las tradiciones judías de la época sugiere que la moneda extraviada pudo haber formado parte del collar ornamental de diez dracmas unidas a través de un cordel usado por las mujeres casadas, cuyo significado se asemeja al de las argollas matrimoniales de hoy.

     Cualquier haya sido el caso, luego de habérsele cuidadosamente buscado, la moneda extraviada fue hallada, hecho que resultó tanto en el gozo de su dueña como en el regocijo de sus amigas y vecinas. 

     Mediante esta ilustración, Jesús representado el amor de Dios en el aprecio de la mujer por el bien sentimental transitoriamente perdido y en su afán por encontrarlo, reflexionó con sus oyentes acerca del valor que Él nos atribuye y de su esfuerzo constante por recuperarnos cuando temporalmente nos pierde a causa del pecado; tal cual fue grande el gozo de la mujer, de sus amigas y vecinas al recuperar esta la posesión extraviada, grande es el gozo de Dios y de sus ángeles en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Cp. Lucas 15:7; Mateo 18:11).