Lucas
12:16-21
Antes, alguien de entre la multitud de
quienes escuchaban a Jesús le solicitó mediar entre él y su hermano en la
repartición de una herencia (Cp. Lucas 12:13).
Muy probablemente esta petición le haya
sido cursada por el hermano menor, ya que la ley mosaica establecía que al hijo
primogénito se le asignara una doble porción de la herencia, es decir, dos
terceras partes de los bienes de su padre, en tanto que la cantidad restante
debería ser distribuida entre los demás (Cp. Deuteronomio 21:15-17). De acuerdo
a lo anterior y a juzgar por la actitud asumida por el Maestro, en términos
legales todo parecía estar muy claro, de modo tal que aparentemente no había lugar
a discusión, pese a lo cual el hermano menor, aunque consciente de la situación, codiciaba
los bienes del mayor (Cp. Lucas 12:15). Sin tomar partido en un asunto que bien
sabía el Señor no era de su competencia, preguntó a quién le hubiera solicitado
intervenir: “¿quién me ha puesto
sobre vosotros como juez o partidor?” (Cp. Lucas 12:14), luego de lo cual
explícitamente sugirió a sus oyentes guardarse de toda forma de avaricia, puesto que la vida del hombre no depende de los bienes materiales que pueda llegar a poseer
(Cp. Lucas 12:15).
Con
ocasión de lo anterior, Jesús ofreció a sus oyentes esta ilustración en la cual aludió
a un hombre tan adinerado como insensato, quien habiendo disfrutado de gran
prosperidad material, codiciaba atesorar aún más depositando toda su confianza
en las riquezas diciéndose a sí mismo: “Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas
para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida” (Cp. Lucas 12:19), ignorando que esa misma noche
moriría y entonces, ¿para quién sería todo aquello que había acumulado? (Cp. Santiago
4:13-15).
A través de esta parábola, el Señor nos
anima a reflexionar respecto del ineludible suceso de la muerte, instándonos a
considerar que existe un algo eterno más allá de los bienes materiales temporales
en lo cual debemos pensar, hecho evidentemente no tomado en cuenta por quienes
al igual que el personaje central en su ilustración se enfocan prioritariamente
en lo efímero de las riquezas del mundo (Cp. Eclesiastés 1:3;
2:18-26; 5:13; I de Timoteo 6:17; Santiago 5:1-3; I de Juan 2:15-17).
En vez de centrar todos nuestros esfuerzos
en busca de lo material que en la justa medida Dios nos ha prometido, si en
primer lugar le buscamos a Él, procuremos hacernos a bienes espirituales que a
diferencia de los físicos temporales permanecen para siempre (Cp. Mateo 6:
19-21, 25-34; 13:44-46).