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viernes, 27 de septiembre de 2019

ENTRE DOS MUNDOS


Por:
Carlos Ardila

     Al caminar sin un rumbo fijo, muy adentro, en la espesura del bosque, en la tenue oscuridad de su noche, mientras el viento silbaba burlón en su oído, John escuchaba entre el gozo y el lamento las voces de los residentes transitorios y las voces de los moradores permanentes del lugar que parecía ser un mundo paralelo al mundo en el que él suele vivir.

     ¿Y cómo era que, de repente, al instante se encontraba él allí? ¿Si en el cuerpo? No lo sabía, ¿si en su mente? Podría ser, ¿o de ambos modos? Tal vez; como fuese estaba él allí, sin ser consciente de que cómo entonces, lo cual quizás tan solo se decía a sí mismo a manera de pretexto, pero caminando cuan anda alguien en un valle de sombra de muerte, satisfaciendo todos sus deseos terrenales.

     Mezclada con las demás voces en el bosque del reino oscuro, entre dulce y tosca, entre atractiva y aterradora, entre seductora y dominante, clara, pero a veces confusa, John oía la voz del rey del lugar invitándole a permanecer allí con todos sus visitantes a la vez que con severa y perversa autoridad gobernaba a los habitantes permanentes de su reino.

     De momento, estando en el reino oscuro, John experimentaba una cierta satisfacción entre mezclada con la confusión y la turbación; a la distancia, hacia el final del bosque, en las fronteras del mundo oscuro se apreciaba con nitidez la luz del reino claro, tanto cerca como dentro de él otras voces más le alertaban acerca del peligro inminente e insistentes le invitaban a salir de allí e ir camino de la luz; sin embargo, la fascinación y el encanto del lugar le retenían al riesgo de hacerle uno más de sus habitantes permanentes con engañosas ofertas de placer y libertad contrastantes con la aparente monotonía de su cotidianidad y le hacían ignorar las dulces y sinceras voces del reino claro, de su rey, de sus súbditos e incluso a su propia voz interior.  

     Al parecer, sin que él se lo propusiera, por lo menos esto se decía a sí mismo engañándose, sus visitas al bosque del reino oscuro, su relación con el rey y con los moradores transitorios y los habitantes permanentes del lugar se hacían cada vez más frecuentes; estando en aquel mundo paralelo, John sin límites y sin prohibiciones disfrutaba de todo cuanto deseaba, lo cual no podía hacer en el mundo monótono en el que suele vivir.

     En medio del bosque del reino oscuro, libre y relajada con el viento juguetón agitando caprichosamente su cabello, Mary disfruta de su amena relación con Daniel, un hombre tan apuesto como fascinante y misterioso, quien a diferencia de su esposo, aquel con quien ella comparte su vida en el monótono mundo en el que suele vivir, le llena de atenciones y de halagos que le hacen tan feliz en este mundo paralelo al que con mayor frecuencia ella se ha acostumbrado a venir; ¿si en el cuerpo? No lo sabe, ¿si en su mente? Puede ser, ¿o de ambos modos? Tal vez; pero en el que ella se encuentra cada vez más a gusto y menos inhibida, como transportada y sin proponérselo a sí misma, lo cual se empeña en creer, justificándose inocente, aunque sabe que se miente.

     La existencia de dos mundos o visiones diferentes al interior de las mentes tanto de John como de Mary y de muchas otras personas más, entre las cuales en otro tiempo nos contábamos, quizás nosotros, las hacen debatir a diario entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal, estos existen en ellos como realidades paralelas y opuestas, como puertas y antesalas de dos reinos diferentes, permanentes y eternos, el reino de la luz y el reino oscuro. 

    Renunciando al reino de las tinieblas (Cp. I de Pedro 2:9; Colosenses 1:13), quienes no deseamos oír la voz Satanás, accedemos al reino de la luz mediante rendir a Cristo nuestra naturaleza, hábito o costumbre carnal hasta hacerla desaparecer (Cp. Gálatas 2:20), quienes porfían en actuar siempre de acuerdo a la influencia de su naturaleza, hábito o costumbre carnal, ciertamente morirán (Cp. Romanos 8:5-8).

     Ante la frustración, la insatisfacción y la impotencia e incluso la monotonía de sus vidas y a fin de evadir sus realidades, buscando la satisfacción de sus deseos reprimidos, como lo hicieran los personajes de las dos historias anteriores, algunas personas crean para sí mundos paralelos, bien sean estos inicialmente tan solo de ilusión en sus mentes o luego hechos reales en sus acciones concretas posteriores.

     Probablemente, estarás tú familiarizado en algún grado con el bosque del mundo oscuro, tal vez sueles visitarlo de manera eventual o te hayas acostumbrado a ir a él sin inhibiciones, sea una u otra, la situación aún estás a tiempo de enmendarte.

     Con relación a la forma en la cual pensamos, como hijos de nuestro Dios, hemos de ser cuidadosos, conscientes de que es de nuestro corazón, es decir, de nuestra mente, de donde surgen en forma de pensamientos, las que luego podemos llegar a realizar como acciones concretas (Cp. Mateo 15:19).

     No solo vamos a dónde físicamente nos llevan nuestros pies como si estos fuesen autónomos para llevarnos en contra de nuestra voluntad a algún lugar en particular, sino que vamos además imaginariamente hacia dónde nos llevan nuestros pensamientos (Cp. Mateo 5:28).

     Acerca de nuestro corazón, es decir de nuestra mente, La Palabra de Dios dice:
     “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).

     “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Cp. Mateo 6:21).

     Sea nuestra comunión solamente con el Señor, vivamos solo dentro de su reino y evitemos ceder a toda tentación que pueda transportarnos quizás definitivamente a un mundo paralelo y oscuro.