Por:
Carlos Ardila
Vivimos en una era de estrés, de afán y de
ansiedad, es así que algunos individuos se hallan inmersos en un sinnúmero de
inquietudes y sobresaltos cotidianos a causa de las más variadas situaciones y
circunstancias personales, familiares, sociales, laborales y financieras entre
otras tantas más…
Definida la preocupación como la ocupación
mental anticipada al suceso de un algo esta nos ofrece dos diferentes ángulos,
el positivo y el negativo, en este orden de ideas la preocupación legítima y
justificada nos hará prevenirnos de un riesgo o un mal inminente, nos ayudará a
forjarnos un mejor futuro mediante el trabajo y el ahorro previos y nos hará mostrar un interés personal en el
bienestar de alguien; ahora, desde el punto de vista negativo la preocupación
denota miedo, temor, angustia, sobresalto e inquietud ante las situaciones a más de ser una falta evidente de fe y de
confianza en la presencia y el cuidado del Señor.
Son muchas las situaciones y las
circunstancias que preocupan negativamente al hombre, así, las gentes
inútilmente se inquietan acerca de hechos ya sucedidos, mismos que no podrán
ser revertidos o cambiados, se afanan y tensionan pensando en aquellas cosas que
quizás jamás sucederán, y de manera principal se autotorturan preguntándose
¿qué comeremos y qué vestiremos?, dudando así de su futuro material,
preocupación tal que analizaremos en breve en nuestra reflexión devocional considerando
las Palabras del Maestro quien concluyó que esta es vana, inútil, pecaminosa y
desde luego, contraria a la voluntad de Dios (Cp. Mateo 6:25-34).
En primer término, hemos de observar que
la preocupación ha sido prohibida por Él al decir: “No os afanéis” (vs. 25,
31,34), a más de señalar que esta es masoquista y absurda en el pensar que Dios
no cuidaría de nosotros (vs. 26-30), vana e inútil frente a las situaciones
invariables (vs. 27), infiel, pagana y carente de fe si como los incrédulos
concentráramos nuestra atención exclusivamente en lo material que el Rey nos ha
prometido desde antes si primero buscamos su reino y su justicia (vs. 30, 32,
33, 34), e innecesaria puesto que nuestro omnisciente creador sabe de antemano
que es aquello que necesitamos y está dispuesto a dárnoslo (vs. 32); en
consecuencia, no te preocupes ya más, respecto a lo material, haz lo que debas
hacer, espera y confía en el Señor, pues él cuidará de ti siempre que le seas
fiel (Cp. Deuteronomio 11:12-32).