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Lluvioso o soleado, el de hoy es un día
más, un día más para superarme, un día más para crecer viviendo de cara
optimista al futuro por venir, un día más para impulsarme en los buenos
recuerdos de mis experiencias pasadas dejando en el olvido lo ya no existente
de mis fatalidades temporales, las cuales de no sepultar en el pasado harán
infeliz mi presente a la vez que me perturbarán en lo sucesivo.
De invierno o de primavera, el de hoy es
un día más, un día más para sonreír en vez de llorar, un día más para perdonar
a quienes me han hecho mal recordando que yo mismo he hecho sufrir a alguien
más y he sido perdonado.
De verano o de otoño, el de hoy es un día
más, un día más para recordar a quienes ya no están, pero han dejado en mí las
huellas indelebles de su amor y de su ejemplo, un día más para estar consciente
de la fragilidad y la temporalidad de mi ser, un día más para vivir a plenitud
brindándome a los demás esforzándome al máximo por llegar a ser un buen modelo
para aquellos a quienes tanto quiero.
De mi niñez o de mi adolescencia, de mi
juventud o de mi madurez, el de hoy es un día más, un día más para aprovechar
todas y cada una de las nuevas oportunidades que a diario me ofrece la vida, un
día más para disfrutar de cuanto tengo, un día más para animar y apoyar a
quienes necesitan de mí.
Estando cerca o a la distancia, el de hoy
es un día más, un día más para expresar mis afectos personales, un día más para
decir a quienes amo lo mucho que les agradezco y valoro su cariño, un día más
para hacerles saber y sentir cuanto los aprecio.
Cualquiera sea el tiempo o la etapa de mi
existencia, el de hoy es un día más, un día más para honrar y bendecir al Señor, un día más para arrepentido
volverme a Él en oración, un día más para agradecerle todo cuanto me ha dado y
brindarle mi amor, un día más para rendirle en obediencia mi vida hasta llegado
el día en el que ya no tenga más de estos días.
“Este es el día que hizo Jehová;
Nos gozaremos y alegraremos en él” (Cp. Salmos 118:24).