Lucas 14:28-33
Gran
cantidad de personas seguían al Señor, este observándolas decidió señalarles el
precio de seguirle al decirles que para poder ser sus discípulos, ellas debían tenerle a Él en el primer lugar de
sus prioridades, aborreciendo cada una a su familia e incluso a sí mismas,
implicando con el hebraísmo o el modismo aborrecer no realmente un desprecio
literal por sus parientes y por sus propias existencias, sino que deberían
amarles menos a ellos y cada quien a su vida de lo que le habrían de amar a Él
(Cp. Lucas 14:25-27; Mateo 12: 47-50) comprometiéndose a llevar su cruz, es
decir, identificándose plenamente con su causa redentora y asumiendo las
responsabilidades de su decisión de servirle (Gálatas 2:20), cuestión que luego
les ilustró por medio de esta parábola.
A
través de estas palabras, Jesús planteó a sus oyentes y a nosotros hoy por
extensión una muy obvia previsión, la de calcular cada quien el costo material antes
de comenzar a levantar una construcción, anticipando si dispondrá o no de los
recursos necesarios para terminarla sin exponerse a la burla de los demás si
acaso nos los tuviera a su disposición.
Del
mismo modo, razonable y previsivo, ejemplificó, habría de hacer todo rey
negociando previamente condiciones de
paz con prudencia al saber que vendría en su contra otro respaldado por un
ejército numéricamente superior y frente al cual no tendría posibilidad de
triunfar.
Una
vez leídas estas dos ilustraciones del Maestro, todo aquel que desee ser su discípulo
anticipadamente ha de considerar si posee o no en sus haberes el caudal del
valor y la firmeza de carácter para sostener en el tiempo su decisión de
seguirle, dándole siempre el sitial de honor (Cp. Colosenses 1:18) prosiguiendo
hasta el fin sin detenerse ante las dificultades que le supondrá edificar su
vida en Dios (Cp. Lucas 6:46-49).
Siendo que nuestra paz espiritual depende
de rendirnos ante el Rey, en lugar de enfrentarnos a Él, reconociendo su soberanía aceptemos
humildemente sus términos pactando con Él hacer su voluntad (Cp. Juan 15:14;
16:33; I de Timoteo 6:13-16; Apocalipsis 17:14).