Por:
Carlos Ardila
Mucho he oído hablar acerca de ti; sin embargo, me pregunto: ¿existes tú
realmente?, y si es así, ¿dónde has estado cuándo más te he necesitado?, ¿cómo
he de creer en ti si no puedo verte ni sentirte?, ¿si como dicen tú consuelas a
los que sufren, por qué no vivo en paz y constantemente me tensiono?
Las anteriores y algunas otras inquietudes
más son las que surgen en el corazón del hombre en medio del dolor y de la
adversidad temporal, quizás en este instante seas tú mismo quien se pregunte: ¿se interesa Dios realmente en mí?, y pienses, si así es: ¿por qué razón sufro?, ¿por qué no soy feliz?, ¿por qué no vivo en
paz?
Después de habernos relacionado aún más
con Dios a través de su Palabra, quienes antes nos preguntábamos exactamente lo
mismo que tú, ahora hemos podido entender en qué consiste la paz de la que hoy disfrutamos, esta desde el
punto de vista humano equívocamente se concibe como la ausencia absoluta del
dolor o de las dificultades que eventualmente le sobrevienen al hombre, lo cual
desde luego no es más que una vana ilusión, ya lo dijo el Señor:
“Estas cosas os he hablado para que en mí
tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo” (Cp. Juan 16:33).
Por supuesto, todos deseamos ser felices;
sin embargo, debemos comprender que serlo no es algo que deba necesariamente
depender de las circunstancias materiales externas que rodeen nuestras vidas,
ni del exceso de los bienes que podamos acumular o de la no existencia en lo
absoluto de alguna que otra molestia física temporal.
Luego, entonces, ¿en qué reside la paz que solo
Dios nos da? Desde la perspectiva espiritual, esta consiste en la forma serena
en la cual por medio de su guía e influencia podemos encarar las dificultades
temporales, confiando en que oportunamente Él nos ayudará (Cp. Hebreos 4:14-16;
I de Corintios 10:13), razón en virtud de la que equilibradamente y sin perder
el control, hallamos la solución a cada una de ellas conscientes de que nuestro
Padre puede revertir todas las cosas encaminándolas a nuestro bien y responde a
nuestras oraciones dándonos aún mucho más de lo que le pedimos (Cp. Romanos
8:28; Efesios 3:20).
Sí, Dios existe y se interesa de manera
personal en ti y en tu bienestar, Él desea y puede ser tu sanador, tu proveedor
y tu Salvador, entrégale a Él tu vida, vuelca toda tu ansiedad sobre Él y
disfruta de su paz.
“Echando toda vuestra ansiedad sobre
él, porque él tiene cuidado de vosotros”
(Cp. I de Pedro 5:7).
“Por nada estéis afanosos, si no sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Cp. Filipenses
4:6,7).
¡No sigas luchando tú solo! Ven al Señor y
hallarás en él la paz y el sosiego que anhelas.
“No temas, porque yo estoy contigo; no
desmayes, porque yo soy tu Dios, que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia” (Cp. Isaías 41:10).
"Tú Señor, guardarás en completa paz a
aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Cp. Isaías
41:10; 26:3).
“En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Cp. Salmos 4:8).
“Yo
me acosté y dormí,
y desperté, porque Jehová me sustentaba” (Cp. Salmos 3:5).