Por:
¿Cansado, derrotado, herido, decepcionado?,
¿te sorprenden la ingratitud, la incomprensión y el engaño?, ¿han sido
ignorados o malentendidos tus esfuerzos en función de servir a los demás?, ¿a
causa de la frustración y la impotencia has perdido tu alegría y se ha
ausentado tu sonrisa?, ¿aquello antes importante para ti resulta serte ahora
vano y en razón de todo lo negativo que te ha acontecido estás pensando en
dejar de luchar?
Quizá tu respuesta sea afirmativa a alguna
o a todas las anteriores inquietudes, de ser así, ¿has de seguir sintiéndote
tan mal?, ¿renunciarás a aquello que querías alcanzar?, ¿vivirás sumido de continuo en la amargura?, ¿permitirás que el enemigo se salga con la suya y te
destruya haciendo uso de las circunstancias que te han afectado y de quienes
intencional o involuntariamente te hayan causado algún dolor?
¡Vamos!, renueva tus fuerzas (Cp. Isaías
40:28-31; II de Samuel 22:33; Salmos 92:10), ten presente que el fracaso es
solo temporal, las heridas sanarán, las actitudes y los sentimientos negativos
de los demás, quizás algún día cambiarán, con todo, de no hacerlo, ¿han de ser los
demás condicionantes de tu ánimo?
¡Recupera tu alegría!, ¡llama de nuevo a
tu sonrisa!, continúa esforzándote por el logro de tus metas y el alcance de
tus sueños, recuerda que tras la oscuridad de la noche emerge siempre la luz de
un nuevo día en el cual si realmente lo deseas podrás volver a empezar.
“Bienaventurado el hombre que tiene en ti
sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
Atravesando el valle de lágrimas lo
cambian en fuente,
Cuando la lluvia llena los estanques.
Irán de poder en poder;
Verán a Dios en Sion” (Cp. Salmos 84:5-7).