Lucas 15:1-7 (Cp. Mateo 18: 12-14)
Según el registro de Lucas, publicanos y
pecadores se acercaban al Señor, quien no solo les recibía, sino que además
aceptaba comer en su compañía, lo cual suscitaba la indignación de escribas y fariseos
que a raíz de ello murmuraban de Él, actitud a partir de la que el Maestro les
refirió a ellos esta parábola.
Los publicanos eran judíos dedicados al
cobro de impuestos, quienes rindiendo sus servicios a Roma recibían en
contraprestación un porcentaje del monto recaudado que desde luego sería mayor
en tanto más altas fuesen sus cifras, razón por la cual algunos de ellos arbitrariamente
exigían tributos excesivos por fuera de la ley y en su propio beneficio (Cp.
Lucas 3:13), abuso por el que sus hermanos les despreciaban, juzgándoles
traidores de su pueblo.
Los pecadores, es decir, la gente no
instruida en la ley según el criterio del liderazgo religioso de Israel,
conformaban un grupo mucho más amplio que tan solo el de los ignorantes y los
transgresores de los principios mosaicos al que ellos arbitraria y equívocamente
habían incorporado a los pobres y a los enfermos así como a quienes no
disfrutaban de una buena reputación social entre otros más (Cp. Juan 9:1-3;
Lucas 19:1-10).
En la Palestina de los días del Señor, la
actividad pastoril era una de las principales bases de la economía familiar,
razón por la cual la recuperación de una oveja extraviada constituía una muy
buena noticia no solo para su dueño, sino además para aquellos que en su
comunidad se ocupaban del mismo negocio.
Atento al resguardo de sus ovejas, el
pastor, quien aquí representa al Señor así como su rebaño a su pueblo, al
percatarse de la ausencia de una de las cien a su cuidado, de inmediato asegura
a las noventa y nueve y presuroso va en busca de la extraviada.
Si bien muchos de los líderes religiosos
de Israel se levantaron en contra de Jesús y se caracterizaban por su doblez,
algunos de ellos, pese a sus errores fueron reconocidos por su sinceridad al
actuar (Cp. Juan 3:1-21; Mateo 27:55; Hechos 5:34-39; 22: 1-21).
Al referir esta parábola a sus críticos, los
escribas y los fariseos, probablemente el Maestro a través las noventa y nueve
ovejas en mención en esta ilustración haya estado representando también con el
resto de los fieles a algunos de estos líderes que a pesar de su errada opinión
sobre los demás eran sinceros en sus convicciones en tanto que por medio de la
extraviada simbolizó a los infractores de la ley y a otras personas más a
quienes ellos juzgaban pecadores sin que quizás lo fuesen.
Siendo que quienes actuaban de un modo
justo, los noventa y nueve, permanecían seguros en el corral, mas no así los
injustos y los erradamente clasificados como tales, los publicanos y los
pecadores asemejados por Jesús a una oveja perdida de las cien al cuidado de un
pastor, a los tales era preciso que Él fuera a buscar (Cp. Mateo 18:11). Así, concluye el Señor, es
más grande el gozo en el cielo por un pecador cuya vida es recuperada y vuelta
al redil, que el que ya existe allí por la buena actitud de noventa y nueve
justos que siguen dentro de este (Cp. Lucas 15:7). En presente continúo, a lo largo de los años, va siempre el buen pastor en
busca de la oveja número cien (Cp. Lucas 19:10; Juan 10:1-21).