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viernes, 27 de septiembre de 2019

NO POR OBRAS


Por:
Carlos Ardila

     Salvos por gracia y justificados gratuitamente por Dios a través de Jesucristo (Cp. Romanos 5:1), son expresiones muy propias de nuestra fe y de las cuales más uso solemos hacer, y si bien ellas claramente son ciertas, lamentablemente algunas veces estas son tanto malinterpretadas como mal enseñadas por quienes intentan hacerle creer a sus oyentes que solo con creer en el Señor, levantar su mano en alguna reunión o el repetir la oración guiada por algún determinado predicador con sus manos puestas sobre la radio o el televisor en definitiva podrán ser salvos.

     Por supuesto, lejos de la intención de juzgar la forma en la cual de buen corazón y con la mejor intención muchas personas predican la Palabra de Dios sin hacer mención de las buenas obras que Él desea que hagamos, quiero hoy llamar la atención hacia la relajada comodidad espiritual que este modo de enseñar produce llevando a muchos cristianos a la infidelidad y a la mediocridad.

     Con relación a las obras que Él debía llevar a cabo, Jesús expresó:

     “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado” (Cp. Juan 5:36), indicando con ello que su vida y sus acciones concretas hacían evidente que en efecto Él era el Hijo de Dios.

     Además de lo anterior, el Señor manifestó:  

     “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Cp. Juan 4:34 b), ilustrando por medio de tales palabras que para Él hacer la obra de su Padre representaba una necesidad espiritual tan esencial como el alimentarse de manera material.

     ¿Estamos haciendo las obras de nuestro Padre?, ¿caracterizan nuestras acciones la conducta propia de los auténticos hijos de Dios? (Cp. I de Pedro 1:13-16; Romanos 6:1-6), ¿refleja nuestra vida la imagen del Señor? (Cp. Mateo 5:14-16), ¿nos alimentamos más de la Palabra de Dios que de la influencia del mundo? (Cp. I de Pedro 2:2; Romanos 12:1,2) ¿le damos prioridad a lo espiritual por sobre lo material? (Cp. Colosenses 3:1-4).

     No olvidemos jamás que Dios se ha reservado para sí mismo a un pueblo celoso de las buenas obras que Él de antemano ha preparado para que sus hijos andemos en ellas (Cp. Efesios 2:8-10) y que desde luego nuestra fe debe ir siempre acompañada de estas (Cp. Santiago 2:26).

     Una de aquellas obras, la cual es a su vez un mandamiento directo del Señor es que no cesemos de predicar el evangelio (Cp. Mateo 28:18-20; Hechos 5:42; I de Corintios 9:16).

     Para ser salvos no basta solo con creer en Dios, sino que aún más allá de ello, es absolutamente necesario obedecerle (Cp. Santiago 2:14-26; Apocalipsis 22:12; II de Corintios 5:10).