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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola de los dos hijos


Mateo 21:28-32

Por:
Carlos Ardila

     Poco antes de ofrecer a sus oyentes esta ilustración, el Señor había expulsado a los mercaderes y volcado las mesas de los cambistas en el templo (Cp. Mateo 21:12-17), hecho a raíz del que Él era entonces aún más cuestionado por los líderes religiosos de Israel (Cp. Mateo 21:23-27) quienes le interrogaron acerca de su autoridad para actuar de ese modo e inquirieron sobre la fuente de tal potestad; ante esta inquietud, Jesús también les formuló a su vez a ellos una pregunta relacionada con el bautismo de Juan (Cp. Mateo 21:25) a la que estos decidieron no responder, razón en virtud de la cual el Maestro tampoco les contestó y en lugar de ello a continuación les refirió esta parábola.

     Mediante estas palabras el Señor hizo referencia a la infidelidad de algunos miembros del liderazgo espiritual de su nación representándoles por medio del segundo hijo de los dos aquí en mención, ya que ellos al igual que este habían inicialmente aceptado hacer la voluntad de Dios desistiendo luego de llevarla a cabo en tanto que en actitud contraria a la suya, los publicanos y las prostitutas, personas aquí simbólicamente aludidas por medio del primer hijo, antes renuentes a obedecer a su Padre celestial después arrepentidas optaron por servirle adelantando, por tanto, a unos tantos de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo en el camino hacia el reino de los cielos.

     Severo con aquellos dirigentes quienes habían rechazado la exhortación de Juan el Bautista (Cp. Mateo 3:8), el Maestro estableció un claro contraste entre ellos y los publicanos y las prostitutas penitentes, quienes sí aceptaron sus palabras y fueron consecuentes.

     Ahora, si bien puntualmente en esta ilustración Jesús se refirió a dos grupos específicos de individuos de sus días, en todo tiempo y lugar espera Dios que los hombres seamos diligentes en cuanto a hacer su voluntad, aceptando la exhortación de su Palabra (Cp. Romanos 12:5; Hebreos 6:12; 12:5, 6,25; Salmos 51:16,17).