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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábolas de la semilla de mostaza y la levadura


Lucas 13:18-21 (Cp. Mateo 13:31–32; Marcos  4:30–32)

Por:
Carlos Ardila

     Son estas otras más de las parábolas del Maestro referidas al crecimiento del reino de Dios (Cp. Marcos 9:1; Lucas 17:21; Colosenses 1:13,14; Éxodo 19:5,6; I de Pedro 2:9,10) ilustrado a través del proceso de transformación natural observado en dos elementos físicos muy familiares para sus oyentes.   

     Debido al hecho de ser un gran arbusto cuyas ramas se extienden desde su base y a la altura de entre tres y cuatro metros que puede llegar a alcanzar, la mostaza era generalmente plantada en los campos o en los jardines palestinos.  Siendo una de las semillas más pequeñas, la de mostaza solía ser empleada por los judíos como un objeto representativo de las cosas más chicas e inclusive de las consideradas insignificantes (Cp. Lucas 17:6; Mateo 17:20), en tanto que la levadura, un hongo que se reproduce por germinación o división que afecta a otros cuerpos al entrar en contacto con ellos, frecuentemente era utilizada en un sentido negativo como una figura del pecado y de la corrupción (Cp. Mateo 16:6-12; I de Corintios 5:6-8; Gálatas 5:1-9), mas no así en esta ilustración en la que Jesús la mencionó tan solo con relación a su uso común para la elaboración del pan, proceso en el que al aplicar una pequeña cantidad de levadura sobre una parte de la masa con la que este es hecho se afecta a la totalidad de la masa produciéndose así su crecimiento.

     Por medio de estas dos figuras, el Maestro representa el proceso milagroso del crecimiento del reino, comparando la semilla de mostaza con la simiente de la Palabra de Dios (Cp. Lucas 8:11; I de Pedro 1:23; I de Juan 3:9) que implantada en los corazones humanos surge, crece y se expande de un modo similarmente misterioso a partir de un germen muy pequeño, y con las pocas cantidades de levadura que puestas en una parte de la harina del pan fermentan la totalidad de la masa haciéndola crecer como de manera semejante acontece al entrar en contacto los creyentes con otras personas sobre las cuales ellos ejercen su influencia espiritual animándolas a incorporarse al reino.    

     A través de estas dos breves parábolas, el Maestro nos estimula a sembrar la Palabra de Dios, que como semilla germinará, crecerá y se expandirá y a leudar positivamente a todas cuantas personas podamos influir espiritualmente alentándolas a hacerse sus discípulos (Cp. Mateo 5:14). A partir de dos elementos muy pequeños, Jesús ilustra el inicio y el curso del crecimiento del reino que se da tan naturalmente como se realizan los procesos de transformación observados en la semilla de mostaza y en el efecto leudante de una poca cantidad de levadura aplicada en tan solo una parte de la harina con la que se elabora el pan. Si bien Dios nos ha hecho ministros competentes a su servicio en el reino (Cp. II de Corintios 3:5,6), ello no significa que nuestra labor sea la que efectivamente logre su expansión, aunque desde luego ella posee su valor, sino que más bien es Él mismo quien tomando como punto de partida nuestra modesta participación le hace crecer (Cp. Romanos 12:3-21; I Pedro 4:10,11; I de Corintios 15:58; 3:1-9).