Lucas 13:18-21 (Cp. Mateo 13:31–32;
Marcos 4:30–32)
Son estas otras más de las
parábolas del Maestro referidas al crecimiento del reino de Dios (Cp. Marcos 9:1; Lucas
17:21; Colosenses 1:13,14; Éxodo 19:5,6; I de Pedro 2:9,10) ilustrado a través
del proceso de transformación natural observado en dos elementos físicos muy
familiares para sus oyentes.
Debido
al hecho de ser un gran arbusto cuyas ramas se extienden desde su base y a la altura de entre
tres y cuatro metros que puede llegar a alcanzar, la mostaza era generalmente
plantada en los campos o en los jardines palestinos. Siendo una de las semillas más pequeñas, la de
mostaza solía ser empleada por los judíos como un objeto representativo de las
cosas más chicas e inclusive de las consideradas insignificantes (Cp. Lucas
17:6; Mateo 17:20), en tanto que la levadura, un hongo que se reproduce por
germinación o división que afecta a
otros cuerpos al entrar en contacto con ellos, frecuentemente era utilizada en
un sentido negativo como una figura del pecado y de la corrupción (Cp. Mateo
16:6-12; I de Corintios 5:6-8; Gálatas 5:1-9), mas no así en esta ilustración en la que Jesús
la mencionó tan solo con relación a su uso común para la elaboración del pan, proceso
en el que al aplicar una pequeña cantidad de levadura sobre una parte de la
masa con la que este es hecho se afecta a la totalidad de la masa produciéndose
así su crecimiento.
Por
medio de estas dos figuras, el Maestro representa el proceso milagroso del
crecimiento del reino, comparando la
semilla de mostaza con la simiente de la Palabra de Dios (Cp. Lucas 8:11; I de
Pedro 1:23; I de Juan 3:9) que implantada en los corazones humanos surge, crece
y se expande de un modo similarmente misterioso a partir de un germen muy
pequeño, y con las pocas cantidades de levadura que puestas en una parte de la
harina del pan fermentan la totalidad de la masa haciéndola crecer como de manera
semejante acontece al entrar en contacto los creyentes con otras personas sobre
las cuales ellos ejercen su influencia espiritual animándolas a incorporarse al
reino.
A
través de estas dos breves parábolas, el Maestro nos estimula a sembrar la
Palabra de Dios, que como semilla germinará, crecerá y se expandirá y a leudar positivamente a todas cuantas
personas podamos influir espiritualmente alentándolas a hacerse sus discípulos
(Cp. Mateo 5:14). A partir de dos elementos muy pequeños, Jesús ilustra el inicio
y el curso del crecimiento del reino que se da tan naturalmente como se
realizan los procesos de transformación observados en la semilla de mostaza y
en el efecto leudante de una poca cantidad de levadura aplicada en tan solo una
parte de la harina con la que se elabora el pan. Si bien Dios nos ha hecho
ministros competentes a su servicio en el reino (Cp. II de Corintios 3:5,6),
ello no significa que nuestra labor sea la que efectivamente logre su
expansión, aunque desde luego ella posee su valor, sino que más bien es Él mismo quien tomando
como punto de partida nuestra modesta participación le hace crecer (Cp. Romanos
12:3-21; I Pedro 4:10,11; I de Corintios 15:58; 3:1-9).