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viernes, 27 de septiembre de 2019

PASAJE DE IDA Y SIN REGRESO


Por: 
Carlos Ardila

     Observar el deshielo del glaciar Perito Moreno y divisar las Cataratas del Iguazú, consideradas una de las siete maravillas del mundo, son tan solo dos de las tantas bellezas naturales y atractivos turísticos más que ofrece al público en general la República de la Argentina, existiendo desde luego otros muchos hermosos paisajes que provistos por la naturaleza en diversos países del mundo deleitan y maravillan la vista de quienes los visitan. 

     Muy seguramente todos querríamos disponer de los recursos necesarios para ir a contemplar cada uno de los tantos hermosos lugares existentes en nuestro precioso planeta; ahora, de seguro al ir como turistas a un determinado sitio, luego necesariamente nos debemos regresar al término del tiempo fijado para nuestra estadía en él, aunque claro, desearíamos quedarnos indefinidamente allí.   

     ¿Qué es lo que nos anima a visitar aquellos sitios tan atractivos a nuestros ojos?  El relajarnos al romper temporalmente con nuestra rutina cotidiana, o el experimentar nuevas sensaciones y aventuras entre otras varias motivaciones más que pudiéramos mencionar.

      Metafóricamente, la Palabra de Dios nos provee una hermosa descripción del cielo comparando su gloriosa apariencia con algunos de los metales y de las piedras preciosas que nos son conocidas en la tierra ofreciéndonos a través de ellas una semblanza de su extraordinaria belleza, así por ejemplo asemeja sus calles al oro y al decorado de la ciudad celestial lo asimila al brillo del jaspe, del cristal, el zafiro, la esmeralda y el ónice (Cp. Apocalipsis 21:9-27). 

     A diferencia de cómo para ir a contemplar y a disfrutar de los tantos hermosos lugares existentes en nuestro mundo necesitamos de dinero suficiente para poder financiar nuestros viajes y después regresar, el ir al cielo solo precisará del recurso espiritual de nuestra fe y de las buenas obras que en virtud de ella debemos hacer en obediencia a nuestro Dios (Cp. Apocalipsis 2:10; 21:7,8), ya que Él a través de su Hijo ha pagado nuestro pasaje de ida y sin regreso a un mundo que un día ya no existirá más.   

     La Palabra de nuestro Dios dice:

     “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.
     Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!
     Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.
     Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (Cp. II de Pedro 3:10-14).

     En vista de que esto será así, ¿estás tú motivado para ir a conocer y a disfrutar por siempre de ese maravilloso lugar?, ¿en fe y obediencia estás siéndole fiel a Dios?, ¿harás tú uso del pasaje que Jesús te ha reservado para ir al cielo?  

     Nuestro Salvador dijo:

     “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
     Y si me fuere, y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Cp. Juan 14:2,3).