Mateo
20.1-16
Antes y a modo de preámbulo a esta
ilustración, el Maestro había sentenciado: “Pero muchos primeros serán
postreros, y postreros, primeros” (Cp. Mateo 19:30), refiriéndose con
estas palabras a las futuras posiciones de algunos hombres en la vida eterna.
Hacia el final de septiembre las uvas
estaban ya maduras y al acercarse el invierno urgía su recolección, por lo cual
a la vez con celeridad era requerida la contratación de los jornaleros que
llevarían a cabo tal labor.
En aquellos días los jornaleros
desempleados solían concurrir a las plazas estando allí a la espera de ser
contratados y de serlo, por regla general su salario era convenido con
anticipación en el monto vigente de un denario por día que les sería pagado al
fin de sus labores cotidianas.
He aquí ahora las representaciones usadas en
esta ocasión por Jesús, quien a través de la figura de un padre de familia refirió a Dios como el dueño
de una viña por medio de la cual ilustró al reino de los cielos, el espacio
espiritual que incluye a su iglesia próxima a establecerse en la ciudad de
Jerusalén en el año treinta y tres después de su muerte, sepultura y
resurrección (Cp. Colosenses 1:13; I de
Pedro 2:9,10); mediante los obreros contratados a primera hora representó al pueblo
judío, en tanto que por intermedio de los empleados a la tercera, sexta, novena
y undécima aludió al mundo gentil, es decir a las personas no nacidas en Israel
que llegaron a ser posteriormente partícipes de la elección divina y de su
salvación (Cp. Efesios 2:11-22), finalmente, por la carga y el calor del día que
soportaron los de la mañana, ejemplificó el trabajo que significó para los
judíos el haber tenido que enfrentar las dificultades que rodearon la lucha por
la preservación de su fe y el vivir bajo los rigores de la ley de Moisés.
Como lo dijera el Señor, una vez concluido
el día de labores el padre de familia comenzó a remunerar a los obreros
iniciando a partir de los postreros hasta llegar a los primeros, en este orden,
los jornaleros que habían sido contratados para trabajar desde la primera hora
de la mañana pensaban que recibirían una retribución mayor de la otorgada a los
de las horas posteriores a los que se les pagó con un denario; no obstante,
estos luego se sorprendieron ante el hecho de serles pagado exactamente el
mismo valor, lo cual ellos juzgaron injusto murmurando de su empleador quien
realmente les estaba pagando de acuerdo al monto convenido antes de su
contratación.
Se infiere en esta ilustración que la
remuneración representa el don de la salvación que en igualdad de condiciones
ha puesto Dios por medio de Cristo a disposición de todos los hombres con
independencia del tiempo en el cual hemos sido incorporados a su servicio que
de ser fiel hasta la instancia final nos permitirá recibir a la totalidad de
sus siervos la misma retribución.
Por medio de esta parábola el Maestro dejó
en claro a sus oyentes que el acceder al reino no depende de los merecimientos
personales individuales ni de la condición de pertenecer a una cierta nación
sino que en todo tiempo y lugar Dios quien es soberano llama a todos los
hombres agradándose de quienes cabalmente le sirven y a los cuales en el tiempo
del fin recompensará con el cumplimiento de sus fieles promesas de salvación
(Cp. Efesios 2:8-10; Hechos 10:34,35).