Lucas 14:15-24 (Cp. Mateo 22:1-14)
El marco contextual inmediatamente
anterior a esta historia ilustrativa sitúa al Maestro como invitado en casa de
uno de los principales dirigentes de Israel, quien era un fariseo y en cuya
residencia con varios comensales más se hallaban algunos miembros de su mismo
partido para cenar mientras tendían asechanzas en su contra (Cp. Lucas 14:1),
uno de los cuales expresó: “Bienaventurado aquel que coma pan en el reino de
Dios” (Cp. Lucas 14:15; Isaías 25:6-8), palabras en respuesta a las que Jesús,
planteando esta ilustración, estableció un contraste entre Dios quien no hace
acepción de personas y la actitud del fariseo que invitándole a Él y a varios
de sus compañeros fariseos, amigos, hermanos, parientes y vecinos adinerados
esperando recibir de ellos después alguna retribución no convidó a ninguno que
no hiciera parte de su secta ni fuese integrante de su familia o de su propia clase
social y que, por tanto, no le pudiera luego recompensar (Cp. Lucas 14:12-14).
En
ella el reino de Dios fue asemejado por Jesús al evento de una gran cena, probablemente
de bodas (Cp. Mateo 22:1-14) a la que los invitados en primera instancia ofreciendo
diversas excusas dejaron de asistir, desaire en razón del cual el padre de
familia convidó además a quienes según el más bajo criterio humano se consideraría
indignos de ser tomados en cuenta para participar de tal banquete, pobres,
mancos, cojos y ciegos, personas que el fariseísmo prejuiciosamente catalogaba
pecadoras y con las que jamás se juntaría (Cp. Juan 9:1-3).
Representó
el Maestro a Dios en esta historia a través de la figura del anfitrión, en tanto
que al fariseísmo y a los judíos que se negaron a participar del evento de su
plan de salvación para el mundo comparado a una gran cena de bodas (Cp.
Apocalipsis 19:9) y rechazaron a su Hijo, los simbolizó por medio de los primeros
invitados, seguidamente, a quienes los duros fariseos juzgaban, no siempre con
razón pecadores, los ejemplificó por intermedio del segundo grupo de los
convidados que sin pretextos concurrieron al evento.
Adicionalmente,
incluyó el Señor en esta ilustración a un tercer conjunto de invitados, aquellos
que entrarían para llenar el lugar que aún estaba disponible en casa del aquel
hombre, mediante los cuales refirió a los gentiles, es decir, a los extranjeros que
el fariseísmo y muchos judíos consideraban
excluidos del reino de Dios (Cp. I de Pedro 2:9, 10; Hechos 10:34,35; 13:16; Romanos
9:25,26; Colosenses 1:13; Efesios 2:11-22). Ahora, ¿qué quiso
significar el Señor al decir que el padre de familia hizo que se forzara a
estos invitados a entrar? Conviene aquí
señalar que entonces en oriente una respuesta inmediata de aceptación a una
invitación sería considerada poco digna, así es que era de esperarse que
inicialmente al ser convidado a cenar alguien se negara a asistir y de un modo
protocolar se hiciese un poco de rogar (Cp. Lucas 7:36; Hechos 16:15) aunque realmente tuviera toda la
intención de aceptar, razón por la que, según lo reseña esta ilustración, se les
urgió a venir al evento.
Las excusas del fariseísmo y de un gran
sector del judaísmo para negarse a asistir a la cena evidencian aquí el interés
prioritario de estos en sus propios intereses personales (Cp. Mateo 6:24; Lucas
14:26; Colosenses 1:18), en cuanto a ellos finalmente el padre de familia sentenció:
“Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará
mi cena” (Cp. Lucas 14:24) indicando así la imposibilidad de justificación para
quienes se niegan a aceptar al Hijo de Dios y a participar de su plan de
salvación para el hombre por medio de Cristo (Cp. Juan 3:16,17,36; Hechos 4:12;
I de Timoteo 2:5).
Siendo
que hemos recibido al Señor expresando el deseo de servirle, en lugar de retraernos anteponiendo entre Él y nosotros las cosas de
este mundo, para excusarnos de hacerlo (Cp. Lucas 9:57-62), sigamos adelante a
la espera de la cena de las bodas del cordero (Cp. Apocalipsis 19:6-8).