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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola de los convidados a las bodas


Lucas 14:7-11

Por:
Carlos Ardila

     El Señor había sido invitado a comer en casa de uno de los principales dirigentes de Israel, quien era además miembro de la secta de los fariseos (Cp. Lucas 14:1,2), al observar como algunos de los asistentes escogían los lugares de privilegio en la mesa, Él les refirió esta parábola.

      A la usanza grecorromana los judíos adinerados de la época de Jesús solían comer reclinados, casi acostados junto a largas mesas muy bajas y en forma de U que facilitaban a los sirvientes poner sobre ellas los alimentos; en ocasiones especiales como la aquí referida, ellos hacían uso de una escala de honor basada en la dignidad y en la posición social que ocupaban las personas dentro de su comunidad para asignar el lugar que cada comensal tendría en la disposición de la mesa, cuando alguien por error o pretensión elegía posicionarse en un espacio que no se correspondía con su nivel seguro se exponía a la vergüenza pública que le significaría el ser retirado de aquella ubicación para situar en ella a la personalidad para la cual esta había sido originalmente reservada. 

     Mediante esta ilustración, el Maestro nos ofrece la correcta visión que respecto al honor debemos procurar (Cp. Romanos 12:10; 13:7; Filipenses 2:3) considerando que la auto exaltación personal, así como el deseo de ocupar la posición que no nos corresponde dentro de una determinada colectividad, son las características propias de la imprudencia y la necedad (Cp. Proverbios 25:6,7).

     Al servir al Señor, en lugar de pretenciosamente esperar ser reconocidos, elogiados y posicionados en los primeros lugares de nuestra congregación, siguiendo el ejemplo y el consejo de nuestro Salvador, procuremos ser humildes servidores de los demás, para que luego sea Él quien nos exalte (Cp. Mateo 20:20-28; 23:11,12; Santiago 4:10; I de Pedro 5:6), no sea que intentando exaltarnos terminamos siendo humillados (Cp. Proverbios 16:18).