Lucas 14:7-11
El
Señor había sido invitado a comer en casa de uno de los principales dirigentes
de Israel, quien era además miembro de la secta de los fariseos (Cp. Lucas
14:1,2), al observar como algunos de los asistentes escogían los lugares de
privilegio en la mesa, Él les refirió esta parábola.
A la usanza grecorromana los judíos adinerados
de la época de Jesús solían comer reclinados, casi acostados junto a largas
mesas muy bajas y en forma de U que facilitaban a los sirvientes poner sobre
ellas los alimentos; en ocasiones especiales como la aquí referida, ellos
hacían uso de una escala de honor basada en la dignidad y en la posición social
que ocupaban las personas dentro de su comunidad para asignar el lugar que cada
comensal tendría en la disposición de la mesa, cuando alguien por error o
pretensión elegía posicionarse en un espacio que no se correspondía con su nivel seguro se exponía a la vergüenza pública
que le significaría el ser retirado de aquella ubicación para situar en ella a
la personalidad para la cual esta había sido originalmente reservada.
Mediante
esta ilustración, el Maestro nos ofrece la correcta visión que respecto al honor
debemos procurar (Cp. Romanos 12:10; 13:7; Filipenses 2:3) considerando que la auto
exaltación personal, así como el deseo de ocupar la posición que no nos
corresponde dentro de una determinada colectividad, son las características propias de la
imprudencia y la necedad (Cp. Proverbios 25:6,7).
Al
servir al Señor, en lugar de pretenciosamente esperar ser reconocidos,
elogiados y posicionados en los primeros lugares de nuestra congregación,
siguiendo el ejemplo y el consejo de nuestro Salvador, procuremos ser humildes
servidores de los demás, para que luego sea Él quien nos exalte (Cp. Mateo
20:20-28; 23:11,12; Santiago 4:10; I de Pedro 5:6), no sea que intentando
exaltarnos terminamos siendo humillados (Cp. Proverbios 16:18).