Lucas 12:35-40
Por:
Carlos Ardila
Antes
de dar inicio a una determinada labor o de recorrer caminando largos trayectos,
los judíos acostumbraban ceñir o fajar sus lomos, acción consistente en ajustar
fuertemente sus ropas alrededor de la parte central e inferior de sus espaldas,
justo en la cintura; como expresión, ceñirse implicaba vestirse o alistarse para llevar a
cabo alguna tarea material (Cp. Juan 21:7,18; Lucas 17:8; Efesios 6:14).
A
través del uso figurado de las lámparas que conforme a la costumbre debían
estar siempre encendidas durante todo el transcurso de la noche (Cp. Mateo
25:1-13), Jesús exhortó a sus discípulos a permanecer alertas en un estado de
vigilia constante a la espera de su futuro regreso, mismo respecto del cual
nunca precisó el momento exacto, indicando que este suceso se dará de un modo
repentino, tal cual la forma sorpresiva en la que se presenta el ladrón para
despojar a alguien de sus bienes (Cp. Lucas 12:39,40).
Debido
al largo tiempo que solían tardar las celebraciones nupciales, los siervos de quien
fuese a participar de este evento debían estar preparados para esperarle por un
lapso prolongado e incluso hasta bien de madrugada.
Ahora, ¿qué quiso significar el Maestro al decir
a sus discípulos? “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor,
cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se
sienten a la mesa, y vendrá a servirles”
(Cp. Lucas 12: 37). Mediante estas palabras, Jesús se refirió a las futuras
bendiciones espirituales que los fieles hemos de disfrutar en su reino eterno
después de su regreso, ya que si bien durante el periodo restante para su
venida, los miembros de su iglesia, la esposa del cordero (Cp. II de Corintios
11:2; Efesios 5:25-27; Apocalipsis 19:7-9) le servimos, figuradamente en esta
ilustración implicó que al ser Él en la eternidad nuestro anfitrión, nos
concederá un gozo mayor en su presencia (Cp. Juan 14:2,3).
Puesto
que el Señor ciertamente ha de volver, como siervos fieles y prudentes, ciñendo
nuestros lomos, esforcémonos trabajando cada día a su servicio (Cp. Colosenses
3:17, 23,24) manteniendo nuestras lámparas encendidas, es decir, viviendo de
acuerdo a la luz de su Palabra (Cp. Salmos 119:105; Mateo 5: 14-16) de un modo
tal que su venida nos encuentre apercibidos y podamos, por tanto, disfrutar de
sus bendiciones celestiales (Cp. Marcos 13:34-36).