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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola del siervo vigilante


Lucas 12:35-40

Por:
Carlos Ardila


     Antes de dar inicio a una determinada labor o de recorrer caminando largos trayectos, los judíos acostumbraban ceñir o fajar sus lomos, acción consistente en ajustar fuertemente sus ropas alrededor de la parte central e inferior de sus espaldas, justo en la cintura; como expresión, ceñirse   implicaba vestirse o alistarse para llevar a cabo alguna tarea material (Cp. Juan 21:7,18; Lucas 17:8; Efesios 6:14).

     A través del uso figurado de las lámparas que conforme a la costumbre debían estar siempre encendidas durante todo el transcurso de la noche (Cp. Mateo 25:1-13), Jesús exhortó a sus discípulos a permanecer alertas en un estado de vigilia constante a la espera de su futuro regreso, mismo respecto del cual nunca precisó el momento exacto, indicando que este suceso se dará de un modo repentino, tal cual la forma sorpresiva en la que se presenta el ladrón para despojar a alguien de sus bienes (Cp. Lucas 12:39,40).

     Debido al largo tiempo que solían tardar las celebraciones nupciales, los siervos de quien fuese a participar de este evento debían estar preparados para esperarle por un lapso prolongado e incluso hasta bien de madrugada.

    Ahora, ¿qué quiso significar el Maestro al decir a sus discípulos? “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles (Cp. Lucas 12: 37). Mediante estas palabras, Jesús se refirió a las futuras bendiciones espirituales que los fieles hemos de disfrutar en su reino eterno después de su regreso, ya que si bien durante el periodo restante para su venida, los miembros de su iglesia, la esposa del cordero (Cp. II de Corintios 11:2; Efesios 5:25-27; Apocalipsis 19:7-9) le servimos, figuradamente en esta ilustración implicó que al ser Él en la eternidad nuestro anfitrión, nos concederá un gozo mayor en su presencia (Cp. Juan 14:2,3).

     Puesto que el Señor ciertamente ha de volver, como siervos fieles y prudentes, ciñendo nuestros lomos, esforcémonos trabajando cada día a su servicio (Cp. Colosenses 3:17, 23,24) manteniendo nuestras lámparas encendidas, es decir, viviendo de acuerdo a la luz de su Palabra (Cp. Salmos 119:105; Mateo 5: 14-16) de un modo tal que su venida nos encuentre apercibidos y podamos, por tanto, disfrutar de sus bendiciones celestiales (Cp. Marcos 13:34-36).