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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábolas de la sal y la luz del mundo


Mateo 5:13-16

Por:
Carlos Ardila

     Dentro del marco del Sermón del Monte, estas dos breves ilustraciones del Maestro nos dan cuenta del valor práctico del testimonio y de la acción cristiana.

     La sal, tanto entonces como hoy útil al propósito de sazonar y preservar algunos alimentos, era usada como elemento desinfectante en el ejercicio médico antiguo y adicionalmente hacía parte de las ofrendas del pueblo de Israel, en conexión simbólica con la preservación de los pactos y los compromisos personales hechos con Dios, esta fue denominada la sal del pacto (Cp. Job 6:6; Levítico 2:13; Números 18:19; II de Crónicas 13:5).

     Al comparar las vidas de sus discípulos con la función práctica de la sal, el Maestro ilustró el valor funcional de su acción implicando que del mismo modo en el cual una poca cantidad de esta sazona los alimentos, unos tantos de sus discípulos interactuando con otros individuos más en su entorno pueden trasmitir a ellos la influencia de los principios éticos y morales enseñados por Él siendo así no solo un medio de difusión de tales valores sino además agentes permanentes de su preservación en el mundo.

     Ahora, de hacerse insípida la sal, desde luego era desechada del modo en el que de perder sus discípulos, su sabor al dejar de ser fieles a su Palabra e ignorando u olvidando su pacto, serían descartados, puesto que ya no serían más útiles a sus fines prácticos como instrumentos transmisores y preservadores de la fe cristiana.  

     Luego, al hacer a sus discípulos semejantes a la luz que alumbra al mundo, Jesús hizo referencia a su función de guías espirituales.  Había sido dicho de Israel que este era luz de las naciones, indicando ello que por medio de este pueblo guiaría Dios a los demás hacia Él (Cp. Isaías 49:6). Así como no se pone una luz debajo de un cajón, sino que se pone sobre un candelero para que ilumine toda la casa, el testimonio de ellos debería ser público y fuerte en vez de anónimo y débil, de forma tal que visto por todos fuera luz y guía a su camino (Cp. Salmos 119:105; Filipenses 2:15).

     Como discípulos del Señor, ¿somos sal y luz del mundo?, ¿está sazonada con sal nuestra palabra?, (Cp. Colosenses 4:6), ¿ve el mundo nuestras buenas obras y glorifica a Dios por ello? (Cp. Mateo 5:16; I de Pedro 2:12).