Por:
Carlos Ardila
Después
de la fuerte granizada de tan solo unos pocos días atrás y de los muchos
destrozos que esta causó, hemos estado disfrutando de un muy agradable tiempo;
como suele suceder, después de la tempestad ha venido la calma.
Así como
no siempre es primavera, no todos los días la vida pareciera sonreírnos, sin
embargo, aunque es nuestra impresión que el sol no ha salido, lo cierto es que
este continúa allí en lo alto brindándonos su calor y su luz, es solo que unos
cuantos nubarrones le han ocultado temporalmente de nuestra vista; del mismo
modo, eventualmente y en medio de alguna que otra situación difícil nos hacemos
a la idea de que Dios ha apartado de nosotros su rostro y vemos todo gris a
nuestro alrededor, no obstante Él sigue en derredor nuestro y al
pendiente de todas nuestras necesidades, es solo que el efecto neblina del
pesimismo nos impide percibir su presencia y nos desanima al punto tal de
hacernos incluso pensar en desertar de la fe.
Conscientes
de las diversas variantes climáticas y de las cuatro estaciones que rigen el
tiempo de nuestro país, anticipadamente nos preparamos haciendo acopio de la
indumentaria necesaria para poder encarar cada una de ellas, así mismo
deberíamos estar preparados para enfrentar la amplia gama de adversidades que
circunstancialmente puede plantearnos la vida.
¿Por qué
desistir de seguir al Señor cuando el fatal pesimismo de los días grises nos
hace pensar que Él se ha desentendido de nosotros?, ¿renuncias a tu trabajo
ante la menor dificultad que se te presenta?, ¿desechas tus sueños e ilusiones
sin luchar?, ¿rompes tú con tus relaciones familiares o amorosas debido a los
más pequeños roces o impases? Desde luego que no, no lo haces en razón de la importancia
que estas cosas, aunque terrenales revisten para ti, ¿cuán mayor aun
es la importancia de tu salvación?, ¿la dejarías abandonada a causa de la
lluvia, de las dificultades que ha caído sobre ti en una de esos días grises que
deberías estar preparado para encarar? (Cp. I de Pedro 4:12-19).
“Pero
nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen
fe para preservación del alma” (Cp. Hebreos 10:39).
Ten
presente que no siempre es primavera, si hoy llovió, quizás mañana volverá a
llover, pero seguro el buen tiempo volverá, no dejes que el enemigo te suma en
la fatalidad del pesimismo y de la duda, pese a que alguna que otra nube oculte
el sol de tu vista, recuerda que este continúa allí en lo alto, y aunque sea tu
parecer al sufrir que Dios se ha apartado de ti, jamás olvides que Él sigue al
pendiente de ti y siempre te ayudará (Cp. I de Pedro 5:7; Juan 16:33; Hebreos
4:14-16; Isaías 41:10; 26:3; 40:28-31).