Lucas 8:4-15 (Cp. Mateo 13:1–15, 18–23; Marcos 4:1–20)
Por:
Carlos Ardila
Fue
esta una de las primeras parábolas del Maestro, quien desde el interior de una
barca a orillas del Mar de Galilea en Capernahum se dirigió a las multitudes que de diversas
ciudades venían para oírle, posiblemente ella les haya sido referida al inicio
de la oposición de ciertos sectores hacía Él (Cp. Lucas 7:33-35) y en la
intención de animar a sus adeptos más fieles que, afectados por tal resistencia,
la incredulidad de algunos y la inconstancia de otros quizás pudieran estarse
desanimando, situación ante la cual el Señor debió aclararles que no todos
cuantos escucharan sus palabras efectivamente se convertirían en discípulos
suyos y que ciertamente parte de su esfuerzo resultaría ser infructuoso (Cp.
Juan 12:48).
Entre los varios métodos empleados para el
sembrado de las semillas, uno de los más usados por los agricultores judíos era
el del voleo, de allí que las simientes esparcidas cayesen en diversos tipos de
terreno.
En
tanto que en algunos casos los oyentes de Jesús podían por sí mismos deducir el
significado de sus ilustraciones, en otros más era necesario que Él se las
explicase como ha sido preciso en esta ocasión, he aquí entonces su propia
interpretación:
La
semilla esparcida es una representación de la Palabra de Dios (Cp. I de Pedro 1:23;
Santiago 1:18), el sembrador es aquel quien la enseña o la prédica (Cp. Marcos
4:14) y los cuatro diferentes suelos en
donde fue a parar dicha simiente simbolizan cada cual a su vez una clase de
corazón y la respuesta de este a la predicación del evangelio:
Los
de junto del camino:
A
través de ellos Jesús se refiere a aquellos que oyen la Palabra de Dios sin
mayor determinación, a quienes pronto viene Satanás arrancado de sus corazones
su mensaje a fin de evitar que crean para ser salvos, integran estos el grupo
de los que no le ofrecen resistencia alguna al enemigo (Cp. Santiago 4:7;
Efesios 6:16).
Los
de sobre la piedra:
Por
medio de estos el Maestro representa a los que reciben la Palabra de Dios con
alegría mas que no obstante al no haber permitido que ella se arraigue
profundamente en sus mentes creen solo durante algún tiempo claudicando luego
ante el asomo de las dificultades que encuentran en el camino de la fe (Cp. I
de Pedro 5:7-11).
La
que cayó entre espinos:
Aludiendo
a estos corazones, el Señor ejemplifica a los que escuchan la Palabra de Dios, pero cuya fe sin dar fruto es después ahogada al hallarse siempre ellos inquietos
a causa de los afanes de la vida, cegados por su codicia (Cp. Mateo 6:25-34;
6:19-21), absortos en la vanagloria de la vida y presos de los placeres de este
mundo (Cp. I de Juan 2:15-17).
La
que cayó en buena tierra:
Finalmente,
esta semilla representa a quienes oyen la Palabra de Dios y con buena
disposición la obedecen y perseveran en su observancia dando buenos frutos (Cp.
Juan 15: 1-6, 16).
Quienes
deseamos hoy transmitir el evangelio, a fin de evitar el desánimo y la frustración,
debemos considerar las posibles reacciones humanas a la acción evangelizadora
de la iglesia. Si bien nos ha sido encargada por Dios la predicación de su
Palabra (Cp. Mateo 28:18-20), como en esta ilustración lo reseñara el Maestro, una
vez esta sembrada en los diversos corazones solo podrá germinar siendo
productiva o improductiva de acuerdo a la predisposición de cada quien de ellos
en cuanto a recibirla y a obedecerla o desecharla, de tal suerte que fielmente
hemos de llevar a cabo nuestra labor confiando en que ella siempre producirá
naturalmente sus frutos al caer en el terreno apropiado (Cp. Marcos 4:26-29).