Lucas 18: 1-8
En
esta ilustración el Señor aborda la cuestión de la necesidad de la perseverancia
en la oración refiriéndose a la situación de una viuda que insistentemente
procuraba le fuese hecha justicia a fin de liberarse de los perjuicios que su
adversario le había estado ocasionando, situación con ocasión de la cual esta reiteradamente
concurría ante un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres,
funcionario tal que dadas sus características personales no resultaba ser
alguien idóneo para el desempeño de tan importante profesión, presumiblemente
podría haberse tratado de un empleado judicial romano corrupto quien quizás
estaba esperando obtener algún beneficio económico de su parte para ocuparse
luego de atender su asunto (Cp. Hechos 24:26); sin embargo, pasado algún
tiempo, ante la molestia que le significaba la presencia continua de aquella
demandante en su despacho, este decidió actuar de acuerdo a la ley a fin de
evitar tener que verla más.
Mediante
estas palabras, el Maestro nos anima a ser fervientes y a perseverar en la
oración para obtener de Él la bendición (Cp.
Génesis 32: 9-13, 26-32).
Dado que la oración fue una constante en la
vida de nuestro Salvador (Cp. Lucas 3:21; 6:12,13; 9:18,28; 22:40-46), desde
luego Él espera que lo sea en la nuestra también (Cp. Efesios 6:18; Filipenses
4:6; Colosenses 4:2; I de Tesalonicenses 5:17; I de Timoteo 2:1; Santiago
5:13-16; I de Pedro 3:12; 4:7).
He aquí ahora el contraste entre aquel
juez y Dios planteado por Jesús al centrarse en la apatía e injusticia de este funcionario
y en la diligencia y justicia de nuestro Padre, quien no tardará en bendecirnos,
juzgando rectamente nuestras causas, en tanto se las encomendemos con fe y en la
certeza de recibir de su parte siempre buenas cosas (Cp. I de Pedro 2:23; Mateo 7:7-11).