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En nuestro servicio a Dios siempre nos son
necesarias la inspiración y la motivación para actuar en función del beneficio
y del bienestar de otras personas más; sin embargo, al parecer, estas se desvanecen en presencia de las
circunstancias adversas, de los resultados negativos que obtenemos e incluso de las respuestas y actitudes impropias asumidas
por los demás respecto de nosotros, de nuestras intenciones y acciones; y es que por supuesto, todo nos resulta
mejor y más fácil cuando estamos de buen ánimo y somos reconocidos o
estimulados, pero: ¿cómo conservar tanto nuestra inspiración como nuestra
motivación e impedir que nuestro ánimo desfallezca y cesen nuestras buenas
intenciones y acciones?
A este fin tengamos siempre presente la Palabra
de Dios, por medio de la cual Él nos exhorta al señalarnos la actitud correcta
que debemos asumir al servirle:
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres;
sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Cp.
Colosenses 3:23,24), y en consecuencia:
Aunque no te sientas bien, sea porque te
encuentres enfermo, triste, decepcionado o en virtud de la razón que fuere,
según tus fuerzas, al hacer lo que sea que hagas, hazlo siempre como para el
Señor, en vez de cómo para los hombres.
Aunque las personas no comprendan lo que
intentas hacer en su beneficio e incluso cuestionen tus motivos y tu
sinceridad, se muestren ingratas o se
vuelvan contra ti, en tanto puedas, continúa actuando en su favor y hazlo
siempre como para el Señor en vez de cómo para los hombres.
Aunque aquello que hagas con esfuerzo y
amor sea derribado, con redoblado esfuerzo y amor, edifícalo de nuevo y hazlo siempre como para
el Señor, en vez de cómo para los hombres.
Aunque tu trabajo no sea bien reconocido,
remunerado y apreciado, mientras puedas y debas, hazlo siempre como para el
Señor en vez de cómo para los hombres.
Ama a todos, sirve a todos, no en virtud
de quienes sean, sientan o hagan ellos en función de tu bienestar o de tu mal,
sino en razón de quien eres tú, un hijo del Señor, por lo tanto, jamás permitas
que se extinga tu inspiración, perezca tu motivación y desaparezca tu acción,
¡recuerda!, hazlo todo siempre como para el Señor en vez de cómo para los
hombres.