Por:
Carlos Ardila
Muy seguramente alguna vez te habrás
irritado perdiendo la calma a causa de las actuaciones o el carácter de una que
otra persona, o te hayas salido de quicio ante una u otra situación incómoda o
adversa, pues bien, no eres, no has sido ni serás el único, el primero o el
último individuo que haya reaccionado de esta forma frente a tales
circunstancias, puesto que a todos sin duda nos habrá sucedido, lo cual desde
luego no justifica nuestra impaciencia.
La Palabra de nuestro Dios nos exhorta y
ánima en cuanto al cultivo de la paciencia como virtud esencial que ha de ser
forjada en nuestro carácter (Cp. II de Pedro 1:5-11), ella de acuerdo a su
definición nos capacitará para sobrellevar o enfrentar calmadamente nuestras
pruebas o penas y a encarar sin tensión ni violencia las provocaciones,
manteniéndonos firmes y leales en nuestro voto de fe y obediencia al Señor.
Muchos son los ejemplos de paciencia que
podemos encontrar en las Sagradas Escrituras, nuestro Dios es paciente, lo fue
igualmente nuestro Salvador, así como lo fueron también sus profetas, apóstoles y siervos antes que nosotros (Cp.
Salmos 86:15; Hebreos 12:1,2; Santiago 5.10,11; II de Timoteo 3:10; Apocalipsis
1:9).
Dado que somos seres sociales e hijos del
Señor en la necesidad y el deber de interactuar con otros individuos más en
nuestra cotidianidad, bien debemos esforzarnos por ser cada vez más pacientes al
fin práctico del desarrollo de mejores y más productivas relaciones entre
nosotros e incluso a la prudente finalidad de evitarnos los muchos problemas en
los que de no ser pacientes nos podríamos ver envueltos; adicionalmente, la
paciencia ante las situaciones adversas de la vida, nos mantendrá en paz y en
el equilibrio necesario para hacer mejores decisiones e ir con constancia en
procura de nuestra felicidad y de nuestra propia salvación (Cp. Juan 16:33;
Isaías 26:3; Hebreos 12:1.2).
En el anterior orden de ideas nos es
necesario ser pacientes en las varias esferas y circunstancias de nuestras
vidas, así por ejemplo debemos ser pacientes en nuestro trato con todas las
demás personas en general, bien sea en el hogar, en la iglesia o simplemente en
lo social (Cp. Efesios 4:2; Colosenses
3:12-14; I de Tesalonicenses 5:14;
Hebreos 5:2), deberemos ser pacientes al evangelizar en consciencia de que es
Dios quien finalmente prosperará nuestra labor (Cp. Marcos 4.26-29; I de
Corintios 3: 5-7) y hemos de permanecer fieles al Señor, encarando y superando
con paciencia, fe, valor y decisión las
pruebas que debamos enfrentar camino del cielo (Cp. Santiago 1:2-4; Hebreos
10:36).
En cuanto a ti, ¿qué tan paciente eres?
Esforcémonos en cultivar cada día esta
importante y esencial virtud cristiana.