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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola del ladrón


Mateo 24:43,44 (Cp.  Lucas 12:39,40)

Por:
Carlos Ardila

     La figura del ladrón, empleada por el Maestro en esta ilustración refiriéndose a la entonces cercana destrucción de Jerusalén, fue usada por el apóstol Pablo con relación a la segunda y definitiva venida del Señor (Cp. I de Tesalonicenses 5:2), dos eventos desde luego diferentes, el primero ya acontecido en el año setenta de nuestra era, cuando las fuerzas de ocupación romana al comando del general Tito, hijo del emperador Vespasiano, arrasaron la ciudad de Jerusalén devastando además el templo de Herodes I el Grande allí localizado (Cp. Marcos 13:1,2; Mateo 23:37-39; 24:1,2; Lucas 21:5), y el segundo por sucederse en el futuro al regreso del Hijo de Dios (Cp. I de Tesalonicenses 4:13-5: 11; II de Pedro 3:10-12).

     Naturalmente en esta ilustración, en cuanto hace a la figura del ladrón, no se asemeja a sí mismo Jesús, el Hijo del Hombre, al carácter malicioso de este sino que más bien a través de la forma repentina de su aparición para despojar a alguien de sus haberes, Él representó el modo sorpresivo de su venida en juicio en contra de la ciudad de Jerusalén antes del término de su propia generación (Cp. Marcos 13:30; Mateo 24:34; Lucas 21:32) como ya ha sido explicado en la parábola de la higuera.

     Puesto que tal cual lo anticipara el Señor, el juicio de Dios sobre Jerusalén ya ha sido cumplido y que con total certeza Él ha de venir por segunda y definitiva vez por su iglesia de acuerdo a sus promesas, mas sin que sepamos exactamente el día y la hora a la que ha de volver, vivamos fieles a su voluntad de manera tal que su retorno nos hallé en santidad (Cp. I de Juan 3:1-2).