Mateo 18:23-35
Por:
Carlos Ardila
Respecto
al perdón antes, Pedro le había preguntado al Maestro: “¿Cuántas veces perdonaré
a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta
siete?”, haciendo referencia a tal cantidad dado que este número simbólico
representa tanto la perfección de Dios como la de algunas acciones ordenadas
por Él a los hombres, cifra que al responderle Jesús multiplicó por setenta indicándole
a través del recurso enfático de la exageración no un límite de ocasiones en
las que debería mostrarse indulgente con el ofensor, sino haciéndole ver que siempre
habría de perdonarle de un modo perfecto, es decir, olvidando las afrentas de
su prójimo tal cual como lo hace nuestro Padre al no recordar las faltas por
las cuales el hombre le ruega se le absuelva (Cp. Mateo 18:21,22; Lucas 17:3,4;
Hebreos 8:12; Miqueas 7:19), y a fin de ejemplificar el asunto en cuestión seguidamente
refirió a sus discípulos esta ilustración.
Desde
luego, tanto ayer como hoy y seguramente en casi todo lugar, considera la ley
justificado embargar los bienes de aquel deudor que no dispone del dinero
suficiente para honrar sus deudas, en esta representación y en un contexto aún
de servidumbre el Señor figuradamente planteó tal caso refiriéndose a la enorme
deuda que le fue perdonada a un hombre quien luego se mostró implacable con uno
de sus consiervos quien muy poco le adeudaba.
Un talento equivalía a seis mil denarios,
por cada día de labores un obrero recibía un denario, es así que con tan solo
un talento se le pagarían a este seis mil días de trabajo, diez mil talentos,
un valor descomunal, eran entonces sesenta
millones de denarios en tanto que cien denarios constituían el sueldo de un
jornalero por un poco más de tres meses de servicio, de manera tal que la
diferencia entre los montos que debían los dos siervos, el primero al rey y el
segundo a su consiervo era abismal y de un modo intencional usados por el Señor
en esta ilustración seguramente para representar la cuantía de los pecados de
ambos individuos.
Representó
el Maestro a Dios en esta ocasión a través de la figura del rey, quien generosamente perdonó la inmensa deuda del primero de
los dos siervos en mención del mismo modo en el cual Él dispensa las faltas de
sus hijos (Cp. Salmos 103:3, 8,10-17; Miqueas 7:19; Hebreos 8:12), mientras que
en contraste ejemplificó a muchos hombres en la actitud de aquel que fuera
eximido de pagar la gran suma que tenía
la obligación de devolverle a su acreedor negándose este a su vez a olvidar la
exigua cantidad que le era adeudada por su consiervo denotando con ello el
similar proceder de aquellas personas que olvidando tanto la cantidad como la gravedad
de las faltas que le son perdonadas por Dios, se muestran en extremo severos e
inclementes con su prójimo rehusándose a disculparle infracciones mucho menores.
Puesto que solo podremos recibir el perdón
de Dios en la medida de nuestra propia predisposición a concedérselo también a
los demás, consecuentemente bien debemos ser tan indulgentes con nuestro
prójimo como Él está siempre presto a serlo con nosotros (Cp. Mateo 18:32-35;
6:12, 14,15; Miqueas 7:19: Hebreos 8:12).