Marcos
12:1-12 (Cp. Mateo 21:33-44; Lucas 20:9-18)
Según
el registro de Marcos se acercaba la hora de la entrega del Maestro, quien sería
traicionado por Judas y vendido a las autoridades judías (Cp. Marcos 14:1,2,
10,11), de suerte tal que se aproximaba ya el final de su ministerio y pese a
sus esfuerzos la errada visión espiritual de las gentes de su generación, en
especial, la de los líderes religiosos de Israel continuaba siendo la misma.
Que
el dueño de una viña arrendara sus terrenos dejándolos a la explotación de
algunos labradores solía ser un convenio frecuentemente observado en Palestina,
desde luego, tal negociación implicaba que los trabajadores obtendrían un
beneficio económico por el desempeño de su labor a la par que ellos entregarían
parte de los rendimientos de la producción del viñedo a su propietario, mismos que
le serían entregados bien de manera personal o a través de quien este enviara
para reclamarlos en su nombre.
En esta ilustración el Maestro alude a las
acciones perversas de algunos labradores, quienes no solo se habían apoderado de
la viña que acordaron administrar, sino que además se negaban a pagarle a su
dueño lo que por su alquiler y su usufructo le correspondía recibir.
Poco
antes de referirle esta parábola a sus oyentes entre los que se hallaban
algunos de los del liderazgo espiritual judío, Jesús había sido recibido de
manera triunfal en la ciudad de Jerusalén, cuyos habitantes le honraron
aclamándole además como el Mesías (Cp. Marcos 11:1-11) después de lo que Él entrando
en el templo expulsó de allí a los mercaderes e indignado volcó las mesas de
los cambistas debido al comercio fraudulento que ellos hacían en su interior en
complicidad con los escribas y los principales sacerdotes, acción a partir de
la cual ya enseñaba abiertamente en aquel lugar desafiando así la autoridad de
sus opositores, los corruptos líderes religiosos de Israel en esta ilustración representados
en la insólita actitud de los labradores malvados (Cp. Marcos 11:15-19, 27-33)
y a quienes específicamente y de modo acusativo dirigió Él estas palabras.
Durante
siglos los judíos habían estado a la espera de la venida del Mesías, no
obstante, estando ya Él en medio de su pueblo, muchos de sus miembros no le
aceptaban ni le reconocían como tal, constituyéndose además la mayoría de sus
líderes en adversarios suyos, puesto que no se identificaba este con ellos.
A
través del dueño de la viña Jesús en esta ilustración representa a Dios y por
medio de los labradores malvados ejemplifica a los líderes religiosos de Israel
bajo cuyo cuidado dejó Él a su pueblo, es decir a su viña, en tanto que valiéndose de los siervos
inicialmente enviados a los administradores para reclamar sus rendimientos
simboliza a los profetas que vinieron antes del emisario final, el hijo del propietario de
la viña quien refiere al Señor mismo como al Hijo de Dios y el heredero del
viñedo al que los labradores malvados harían ejecutar en breve habiendo ya anteriormente
maltratado y asesinado a otros voceros del Padre.
Ante
la inaudita actitud de los labradores malvados, quienes no le habían servido
bien e intentaban adueñarse de su viña, finalmente Dios vendría en juicio sobre
ellos como efectivamente hizo ya poniendo fin al sistema legal judío (Cp.
Hebreos 8:1-13; Colosenses 2:14-17), y dejaría su viñedo al cuidado de otros líderes
incluidos entre estos los gentiles, es decir, los extranjeros que hemos venido a
ser también miembros del reino, desempeñándonos como reyes y sacerdotes en la
administración de los bienes espirituales de nuestro Padre (Cp. I de Pedro
2:9,10; Efesios 2:11-22).
Las
palabras del Señor en esta ilustración han de concienciarnos respecto a la
forma en la cual hemos de llevar a cabo nuestra labor al servirle a Él en su
viña, pensando siempre en hacerlo de acuerdo a su voluntad y en función de su
gloria en vez de la nuestra (Cp. Colosenses 3:17,23,24; I de Pedro 4:10,11),
puesto que es Él y nadie más que Él la piedra angular desechada por los líderes
religiosos de su época, mas hecha por Dios el fundamento sobre el cual ha sido
edificada su iglesia (Cp. I de Pedro
2:4-8; Mateo 13:16-20).