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En la internet o por algún otro medio,
¿has visto tú aquellas imágenes engañosas que parecen representar a un cierto
objeto siendo en realidad otro diferente?, ¿o viste alguna de esas figuras
curiosas que dan la apariencia de ser dos cosas a la vez?, e incluso más, ¿quizás hayas observado uno que otro dibujo
de los que a modo de ilusiones ópticas ofrecen ideas confusas o difusas?
En la Palabra de Dios y a fin de ilustrar
o de representar a la iglesia, ha sido usada la imagen simbólica de esta como la
esposa del cordero (Cp. Apocalipsis 19:7,8) describiéndola como una institución
de origen divino e integrada por una gran diversidad de miembros que conforman
un solo cuerpo (Cp. I de Corintios 12:27).
Vista la iglesia por el mundo a través de
quienes la integramos, ¿es clara o difusa la imagen que de ella proyectamos por
medio de nuestras acciones? Para aquellos que buscan un lugar de reunión en el
cual adorar a Dios, ¿el ver el testimonio de nuestra congregación produce en
ellos una grata sensación al identificarnos como verdaderos hijos de nuestro
Padre?, ¿o el apreciar como pensamos, enseñamos y actuamos en ella genera en
ellos el desconcierto de una imagen engañosa o confusa?, ¿ven quizás ellos en
nosotros la imagen de una mezcla entre lo mundano y lo santo? (Cp. I de Corintios 10:21).
Quienes vieron a Jesús y examinaron el
testimonio de su conducta y de sus obras pudieron observar en Él la imagen
nítida de Dios (Cp. Hebreos 1:3; Juan 14:8-11), que aquellos que nos vean hoy
puedan ver con claridad que en efecto integramos la iglesia del Señor y que
somos auténticos hijos de nuestro Padre y glorifiquen su nombre (Cp. Mateo
5:14-16).
Si decimos vivir de acuerdo a la voluntad
de nuestro Dios, reflejemos al mundo su imagen a través de nuestros
pensamientos, enseñanzas y acciones (Cp. Gálatas 5:25).