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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola de los talentos y la de la minas


Mateo 25:14-30; Lucas 19:12-27

Por:
Carlos Ardila

     Si bien son varios los elementos en común entre estas dos historias ilustrativas del Maestro y algunos intérpretes sugieren que se trata de la misma con algunas variantes, ellas parecen situarse en dos momentos diferentes de su ministerio mas no muy distantes el uno del otro siendo ambas parábolas del reino de Dios (Cp. Colosenses 1:13).

     Los talentos aquí en mención no refieren en realidad a tan solo unas pocas monedas sino más bien a grandes medidas de peso equivalentes a setenta y cinco libras generalmente de plata en la usanza antiguo testamentaria en tanto que a seis mil denarios cada uno de ellos en su uso neo testamentario que en esta ilustración del Maestro fueron confiados por un hombre a tres de sus siervos esperando él que ellos fuesen sabios y productivos al administrarlos, he aquí las representaciones: El dueño de los talentos personifica al Señor, sus siervos a sus seguidores, los talentos simbolizan las capacidades individuales de estos y el viaje que aquel individuo haría para luego volver y evaluar la administración de sus servidores figuradamente apunta a la entonces cercana partida de El Salvador después de su resurrección y a su futuro regreso en el tiempo del fin para juzgar, finalmente la aprobación o la desaprobación a la gestión de cada uno de los encargados de estos bienes ejemplifican la fidelidad y la recompensa celestial así como la infidelidad y el castigo eterno después del juicio final (Cp. Apocalipsis 22:12).  

     Las bases de la evaluación sobre las cuales juzgó el dueño de los talentos a cada uno de sus siervos al retornar fueron sus capacidades individuales y el grado de fidelidad o infidelidad con el cual estos hicieron uso de los bienes que les fueron encargados lo cual resulta evidente en los calificativos empleados por el Señor en esta ilustración al decir respecto de ellos: “Buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor“. “Siervo malo y negligente…”, “echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes“. (Cp. Mateo 25:21, 23, 26,30).

     Habiendo cada quien de nosotros recibido dones o talentos de parte del Señor en su reino (Cp. Efesios 4:7-16; Colosenses 1:13), espera Él desde luego que fielmente los usemos e incrementemos en función de su gloria en lugar de tan solo conservarlos inactivos e improductivos (Cp. Romanos 12:3-8; Efesios 4:7-16; I de Pedro 4:10,11), administración de la cual hemos de rendirle cuentas en el día final bien para ser puestos sobre otras responsabilidades en su reino celestial o para ser echados fuera de su presencia al castigo eterno (Cp. Mateo 25:28-30; II de Corintios 5:10).

     Ahora, en la parábola de las minas, monedas equivalentes a cien denarios cada una, es decir al salario correspondiente a cien días de trabajo de un obrero, Jesús refirió a un noble quien viajó a un país lejano para recibir un reino y volver por medio del que se representó a sí mismo en tanto que a través de los diez siervos ejemplificó a todos sus discípulos dado que este número simbólico ofrece la idea de aquello que es o se encuentra completo, y por medio de las minas, diez en total, apuntó a la totalidad de su Palabra que administrada por estos debía producir frutos en función de su gloria (Cp. Juan 15:16), luego, por intermedio de los negocios que ellos harían con las minas, el Maestro figuradamente aludió a la autoridad que ha concedido a su pueblo para predicar el evangelio (Cp. Lucas 2:49; Mateo 28:18-20), y finalmente mediante la figura de quienes aborrecían al noble y no deseaban que Él reinara señaló a algunos de sus conciudadanos judíos entre los que estaban sus casi permanentes opositores, los líderes religiosos de su tiempo. 

     Según lo registra Lucas, el Maestro se acercaba a Jerusalén para ser recibido triunfante allí, siendo aclamado como el Mesías, el libertador tan esperado y muchos que tenían sus expectativas nacionalistas puestas en Él pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente y que Jesús lideraría una revolución armada en contra de Roma para liberar a los judíos de su yugo (Cp. Lucas 19:2), razón por la cual Jesús les expuso esta parábola tratando de hacerles ver que Él no establecería el reino de ese modo, sino que se iría pronto para ser hecho Rey en los cielos y que al regresar recompensaría a los fieles y castigaría a sus enemigos. 

     Es probable que esta parábola del Maestro haya estado inspirada en un hecho histórico no muy lejano que sus oyentes podrían recordar, el viaje de Arquéalo, hijo de Herodes I el Grande, quien fue a Roma en el año 4. a.C. para recibir la confirmación del emperador para gobernar como rey en Judea después de la muerte de su padre (Cp. Mateo 2:22) siendo seguido por algunos judíos que se oponían a su nombramiento (Cp. Lucas 19:14) como muchos que le aborrecían a Él se opondrían a su reino.

     Ascendido Jesús al cielo después de haber resucitado reina ahora en los cielos (Cp. Apocalipsis 11:15; 19:6) y un día ha de regresar para juzgar a cada quien de sus siervos respecto de la administración de los bienes que les ha confiado (Cp.  Efesios 4:7-16; I de Pedro 4:10,11; Apocalipsis 22:12, Santiago 4:17) recompensando a los fieles (Cp. Mateo 19:28; Apocalipsis 5:10) y castigando a los infieles a la vez que también a todos sus enemigos (Cp. Lucas 19:27; Mateo 25:30; Hebreos 1:13; 10:12,13).