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¿Sabes cuál es el peso estimado de la
tierra? Pues bien, ha sido calculado en 6.592.000.000.000.000.000.000 toneladas
que han sido colgadas por Dios de la nada (Cp. Job 26:7) y que giran alrededor
del sol a la vez que giran sobre su propio eje, lo cual constituye los dos
movimientos básicos de la tierra, el de traslación y el de rotación,
movimientos estos cuya duración dan forma a nuestros años de trescientos
sesenta y cinco días y seis horas cada uno de ellos y a nuestros días de veinticuatro
horas con su noche y día cada uno de ellos (Cp. Génesis 1:5,8, 13-16,19,22,31).
¿Qué tan rápido puedes correr? ¿A qué
velocidad circula un auto de la fórmula uno, o qué tan deprisa puede ir el más
veloz de los aviones? Ahora, ¿sabes que la tierra en su movimiento de
traslación gira alrededor del sol a una velocidad de 107.000 kilómetros por
hora y que en su movimiento de rotación gira alrededor de su propio eje a una
velocidad de 1.666 kilómetros por hora que de ser alterada en tan solo unas fracciones
de segundo produciría el desborde de los mares y nuestro desprendimiento de la
superficie del suelo sobre el que pisamos?
Estamos ahora mismo en invierno, ¿ha hecho
mucho frío, verdad? Pues bien, nuestras estaciones se repiten año tras año de
una manera puntual y predecible; ¿recuerdas que hace unos pocos días
presenciamos un eclipse solar?, ahora, ¿sabes que los astrónomos con mínimos
márgenes de error pueden predecir cuándo se sucederá uno similar al observar y
calcular las órbitas y los planos del Sol, la Tierra y la Luna?
¿Será qué el orden del funcionamiento de
tan maravilloso universo puede ser casual? ¿Ser el producto o la resultante de
caóticas explosiones producidas por el choque o la colisión de dos masas para
posteriormente en tan solo mucho menos que fracciones de segundo unirse
protones y neutrones para formar los elementos y después de cientos de miles de
millones de absurdas coincidencias estadísticamente imposibles llegar a ser
formado el universo? Con todo, si esto fuese cierto según lo afirma parte de la
ciencia, ¿de dónde surgieron estas dos masas que luego colisionaron entre sí?
¿Alguien debió haberlas creado, verdad? Pues bien, una lectura detenida y
meditada de la Palabra de Dios, sensatamente nos da cuenta de la existencia de
un poder superior tras el diseño ordenando e inteligente de la creación (Cp.
Génesis 1:1; Job 38:1-38; Salmos 19; 1-6).
Al observar las maravillas de la creación
inteligente de Dios, no podemos menos que decir: ¡Cuán extraordinario y
todopoderoso es nuestro Rey! (Cp. Hebreos 11:3).