Marcos 4:26-29
He
aquí ahora una parábola solo incluida en el evangelio de Marcos, a través de la
cual el Maestro ilustró el crecimiento tan providencial como misterioso del reino
de Dios (Cp. Marcos 9:1; Lucas 17:21; Colosenses 1:13,14; Éxodo 19:5,6; I de
Pedro 2:9,10).
Si
bien quien labra la tierra y esparce la semilla sobre ella, ignora tal vez de
qué manera se realizará el proceso de transformación que se operará en su
interior, este sabe con certeza que al cabo de algunos días esta germinará,
razón en virtud de la cual él la siembra sabiendo que transcurrido algún tiempo
y de acuerdo a los procesos naturales preestablecidos por Dios recogerá los
frutos de su labor.
Contando
con la participación de sus hijos, quienes como sembradores esparcimos la
simiente de su Palabra (Cp. I de Pedro 1:23; Santiago 1:18) implantándola en
los corazones humanos, Dios hará germinar cada semilla que hayamos depositado
en tierra fértil (Cp. Lucas 8: 4-15).
Por
medio de esta parábola, el Señor nos hace saber que el crecimiento de su reino
se da fruto de la acción de su Palabra, la cual nos corresponde sembrar (Cp.
Hebreos 4:12; I de Corintios 3:6-9), conscientes de ello, esforzada y
diligentemente hemos de esparcirla (Cp. Mateo 9:37,38) seguros de que ella ha
de producir sus frutos.