Por:
“Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir
contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo” (Cp. Mateo
26:35).
Se acerca el fin del presente año, ya
podemos ver los arreglos navideños en las vitrinas de los almacenes, son muchas
las personas que pronto saldrán a disfrutar de sus planeadas vacaciones, de
acuerdo a la costumbre será este un tiempo especial de reencuentro y de
celebración familiar, suele ser además
esta una época adecuada para que las empresas lleven a cabo sus balances
comerciales.
Si es la voluntad de nuestro Dios, tú y yo
veremos en breve el comienzo de un nuevo año, ahora, hecho tu balance del año
aún en curso, ¿cumpliste con los firmes propósitos que a modo de promesas te
habías hecho?, ¿qué de la dieta que seguirías?, ¿qué del mayor esfuerzo laboral
que harías?, y lo que es aún más importante, ¿lograste los objetivos
espirituales que te propusiste alcanzar?
El apóstol Pedro había prometido jamás
negar al Maestro y desde luego era esta su intención; no obstante, presa del
temor, él después en varias ocasiones lo negó (Cp. Mateo 26:69-75).
¿Por qué razón rompemos nuestras promesas?
¿No somos sinceros?, ¿no amamos lo suficiente?
Pedro presionado por el miedo, rompió su
promesa (Cp. Lucas 22:31-34); al igual que él, cada quien de nosotros estamos
expuestos de continuo a la presión de las tentaciones, sin embargo, de la
manera en la cual luego el apóstol fue fortalecido por Dios para seguir
adelante, podemos también tú yo ser reanimados por Él (Cp. Lucas 22:32).
— ¿Negar nosotros al Señor? —
— ¡Jamás! — Quizás diremos, y tal vez nunca lo hagamos de
manera verbal, ¿pero qué cuando a través de nuestras palabras decimos conocerlo
sin que nuestras acciones se correspondan con las que deben caracterizarnos
como auténticos hijos de Dios?, ¿qué de las actitudes incorrectas que
asumimos?, ¿qué del mal
testimonio que eventualmente le damos al mundo?, ¿qué de lo bueno que sabemos hacer mas no lo
hacemos? (Cp. Santiago 4:17), ¿no son todas estas acciones y omisiones formas
por medio de las cuales decimos no conocerlo? (Cp. I de Juan 4:7,8,15,16,20)
Pese al fracaso de aquella amarga derrota
temporal, Pedro se puso de nuevo en pie y pocos días después predicó un
extraordinario sermón (Cp. Hechos 2: 11- 42). Al igual que a Pedro, Dios cada
día nos da a ti y a mí la oportunidad de
cambiar de actitud y enmendar nuestros errores.
Acerca de la perfección, sinónimo de la
madurez espiritual, el apóstol Pablo escribió.
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello, para lo cual
fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo
que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Cp. Filipenses
3:12-14).
Ocasionalmente en la vida seremos
derribados; sin embargo, como a Pedro, Dios quien conoce nuestras flaquezas nos
ayudará y nos levantará (Cp. Hebreos 4:14-16) y a través de la experiencia del
error nos hará madurar,
Pese a nuestras debilidades, permanezca
siempre fiel nuestra promesa de amar y de servir al Señor.