Copyright © Todos los derechos reservados por Carlos Ardila.

viernes, 27 de septiembre de 2019

NO DEJES DE VENIR IV


 Por:
Carlos Ardila

     Consciente o inconscientemente, todos incurrimos en algunas faltas (Cp. I de Juan 1:8-10), considerando el deber de reunirnos para adorar al Señor como parte esencial de su voluntad (Cp. Hebreos 10:23-27), el faltar alguien constante o frecuentemente y sin razón a este mandamiento de manera intencional o premeditada implica que:

     Peca voluntariamente (Cp. Hebreos 10:25,26).

     No ama a Dios por sobre todas las cosas, ya que antepone a Él sus otros intereses (Cp. Marcos 12:30; Mateo 10: 37,38).

     No está buscando primeramente el Reino de Dios y su justicia (Cp. Mateo 6:33).

      Al no participar de la Cena del Señor como está establecido (Cp. I de Corintios 11: 23-26; Hechos 20:7), pisotea al Hijo de Dios y tiene por inmunda su sangre (Cp. Hebreos 10:29).

     Se hace un tropiezo para la iglesia del Señor debido a su mal testimonio (Cp. I de Corintios 10:32; Mateo 18:6).

     Al no ofrecerle a Dios su ofrenda como Él lo ha establecido a través de su Palabra (Cp. II de Corintios 16:1,2), ingratamente deja de honrarle con el dinero con el cual Él le ha prosperado, a la vez que falta también a su deber de ayudar a los demás (Cp. Proverbios 3:9; II de Corintios 9:6-15).

     En vez de darle un buen testimonio a los demás en cuanto a la fidelidad, resulta serle a ellos un ejemplo de lo contario (Cp. Mateo 5:14-16; Filipenses 2:15).

     No educa a sus hijos en la disciplina y en la amonestación del Señor, puesto que así como él se ausenta injustificada y premeditadamente de las reuniones, seguramente ellos lo harán también (Cp. Efesios 6:1-4; Josué 24:15).

     Deliberadamente, se está debilitando espiritualmente, corriendo el riesgo, además de morir olvidando así su salvación (Cp. I de Pedro 2:2; Hebreos 2:3).

     Tengamos presente que por aquellas faltas en las que incurrimos por debilidad podemos ser perdonados por nuestro Dios siempre que nos mostremos sinceramente arrepentidos (Cp. I de Juan 1:6-10).

     Ahora, existe una falta a la cual el apóstol Juan se refiere como al pecado de muerte, se trata de aquel que se practica de manera deliberada, premeditada, obstinada y sin arrepentimiento y por el cual no puede el hombre obtener el perdón de Dios (Cp. I de Juan 5:16-18; 3:8,9).

     Tomando en cuenta lo anterior, si injustificadamente te has estado ausentando de la iglesia, amorosamente hoy te animo a recapacitar e integrarte a sus reuniones para honrar al Señor y conservar tu salvación.