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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola del mayordomo sagaz


Lucas 16:1-9

Por:
Carlos Ardila

     Es esta sin duda una de las parábolas del Señor que plantea mayor dificultad en cuanto a su interpretación; el personaje central de ella ha sido catalogado de diversas maneras en las varias traducciones del Nuevo Testamento, algunas de estas son entre otras más: Disipador, infiel, deshonesto, sagaz, audaz o astuto.

     El mayordomo referido por Jesús en esta ilustración había sido acusado de disipar los bienes de su amo, denuncia que parecía ser cierta, dado el hecho de no haber argumentado nada este en su defensa, frente a tales circunstancias él debería rendir cuenta de las acciones de su mayordomía la que seguramente le sería quitada al no poder responder satisfactoriamente sobre su gestión, posibilidad ante la que el audaz encargado decidió ganar el favor de sus consiervos.


     Puesto que como contador, función propia de su administración, el mayordomo se encargaba de los registros de las deudas que sus consiervos contraían por insumos con el mismo señor, él redujo sus montos dándoles a ganar algo de dinero y luego de común acuerdo con ellos adjuntó la respectiva cuenta adulterada a su amo quien recibiría de sus siervos aparentemente lo justo, ya que las cifras que estos le liquidarían habrían de coincidir con las anotaciones en el libro del encargado quien se aseguró de este modo el poder contar después con la ayuda de aquellos a los que había favorecido si acaso se destituyeran de su cargo.

     Tal audaz proceder hizo al mayordomo en cuestión objeto del elogio de su empleador, quien sorprendido ante su astucia, le alabó, sagacidad frente a la cual en las relaciones con los demás el Maestro igualmente reconoció observar mayor perspicacia en quienes se desenvuelven en los negocios de este mundo que en los hijos de Dios. 

     Ahora, ¿al sugerirnos el Señor hacer amigos a través de las riquezas injustas, acaso contradictoriamente nos alienta a ser deshonestos y falaces en el manejo de nuestras relaciones interpersonales? (Cp. Lucas 16: 9). Por supuesto que no.

     A través de esta ilustración, el Maestro enfoca el asunto de nuestra delegada función de administradores de los bienes tanto espirituales como materiales sobre los que hemos sido puestos por Dios (Cp. I de Corintios 4:1,2; 10:26; Salmos 24:1; Tito 1:7; I de Pedro 4:10;). No somos desde luego por nosotros mismos merecemos de todo cuanto Él en su gracia nos concede (Cp. Deuteronomio 8:16-18), son en tal sentido injustas, es decir, inmerecidas nuestras riquezas, mismas que siempre hemos de usar en función del beneficio espiritual propio y de los demás (Cp. Hechos 9:36; 10:2; III de Juan 1-8; I de Timoteo 6:17; Lucas 16:10-13).