Por:
No dejes de venir a la iglesia si acaso
alguno de sus miembros no te simpatiza, más bien recuerda que debes amar al Señor por sobre todas las cosas y a
tu prójimo como a ti mismo (Cp. Marcos 12:29-31).
No dejes de venir a la iglesia si piensas
que el ministro no es para tu gusto lo suficientemente avivado y elocuente, más
bien piensa que aún más importante que el mensajero lo es el contenido de su mensaje
(Cp. I de Corintios 2:1-5).
No dejes de venir a la iglesia si crees que
ella es anticuada y debe modernizarse adaptándose al mundo o al denominacionalismo
cambiante para hacerse más atractiva, más bien recuerda que tanto el mundo como
sus deseos pasan, pero la Palabra de Dios y quienes la obedecemos permanecemos
para siempre (Cp. I de Juan 2:15-17; I de Pedro 1:24,25).
No dejes de venir a la iglesia si su
pequeño templo alquilado y su sencillo decorado no te resultan lo
suficientemente atractivos e impactantes, más bien recuerda que el Señor no
habita en templos hechos por manos humanas y decora con humildad y santidad el
templo de tu cuerpo para el Espíritu Santo (Cp. Hechos 7:48-50; I de Corintios
3:16; 6:19).
No dejes de venir a la iglesia si crees que
sus miembros no están a tu altura intelectual ni a tu nivel sociocultural o
que formas parte de una estirpe racial superior a las demás, más bien piensa
como debes pensar que el Señor nos ha creado a todos a su imagen y semejanza y
que en Él nos ha hecho uno solo (Cp. Génesis 1:26; Gálatas 3:28).
No dejes de venir a la iglesia si a ella
concurren gentes de muchas diferentes nacionalidades cuando tú quisieras que
todos fuesen solo de la tuya, más bien regocíjate en el don de la salvación de
Dios y recuerda que del linaje de un inmigrante llamó Él a su pueblo (Cp.
Génesis 12:1,2; Romanos 4:16,17; Hechos 11:18).
Tratándose de algún espacio relacional en
el mundo en el cual estamos sin deber pertenecerle a él (Cp. Juan 15:19) seguramente
podremos elegir con quién hemos de reunirnos, no obstante, no es así en el
espacio relacional espiritual de la iglesia al que hemos sido agregados por
Dios y en el que sin prejuicios ni discriminaciones debemos permanecer siéndole
fieles (Cp. Santiago 2:1-13).