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viernes, 27 de septiembre de 2019

¿QUIÉNES ERAN BAAL Y ASERA?


 Por:
Carlos Ardila

     Baal fue el dios cananeo de la lluvia y la fertilidad, su nombre significa amo, dueño o señor, durante los días de los jueces y de los profetas este ídolo era adorado por el paganismo como el principal de entre las deidades cananeas en unión de Asera, Astarté o Astarot, la diosa ídolo de la fertilidad cuya adoración fue mencionada y condenada en el Antiguo Testamento a partir de la muerte de Josué en el año 1210 a.C., y hasta el reinado de Josías en el año 640 a.C. (Cp. Jueces 2:11,13; 3:7; Jeremías 7:9; II de Reyes 23:13).

     La adoración de estos dioses ídolos constituía una grave falta en contra del único Dios verdadero quien había ordenado a su pueblo liberado de la esclavitud egipcia, expulsar a todos los cananeos, eliminando a la vez sus prácticas culticas una vez que tomara posesión de la tierra prometida (Cp. Números 33:51-53).

     Como corrupción característica del culto a estas dos divinidades paganas que atrajeron, sedujeron y desviaron a los judíos, se incluían las actividades sexuales entre los adoradores y los sacerdotes o las sacerdotisas de dichos dioses, lo cual generalmente se hacía a la par por dinero, razón por la que la Palabra de Dios comparó la veneración a estas deidades con la prostitución.

     Al no expulsar a los cananeos, eliminando a sus ídolos como debían haberlo hecho en obediencia a Dios, de la forma en la cual su culto saturado de sensualidad, promiscuidad y prostitución, atrajo, sedujo y desvió al pueblo del Señor llevándole incluso a la idolatría (Cp. Jueces 2:11-13), hoy, de no cortar nosotros toda relación con la contaminación del mundo a nuestro alrededor, podríamos ser también atraídos, seducidos y desviados.

     Permanezcamos leales a nuestro Dios, rompamos de manera radical con los baales actuales que debamos eliminar en obediencia a su Palabra y en lugar de admirar e imitar a las personalidades destacadas o famosas que promueven la inmoralidad, siendo elevadas por el mundo a la categoría de ídolos o dioses, adoremos e imitemos solo el ejemplo del Señor y de sus siervos y rompamos con todo aquello mundano que nos pueda atraer, seducir y desviar (Cp. I de Juan 2:15-17).