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viernes, 27 de septiembre de 2019

EN LOS ZAPATOS DEL OTRO


 Por:
Carlos Ardila

     Hace algunos años fui invitado a predicar la Palabra de Dios en una de las congregaciones amigas de la Provincia de Buenos Aires y después de haber viajado en tren durante varias horas  finalmente mi esposa y yo estuvimos en el hogar del ministro local quien amablemente nos instaló en una cómoda habitación, luego, reunidos con su familia departimos amenamente recordando otros tiempos y lugares en los que habíamos compartido el ministerio, cenamos y nos retiramos a dormir.

     Al día siguiente muy temprano desayunamos e instantes antes de salir para la reunión matutina de la iglesia le dije a nuestro anfitrión:

     Sabes hermano, ahora sabré exactamente lo que se siente estar en tus zapatos  

 ¡Oh si! exclamó él, ¿es decir que podrás entender mejor las difíciles circunstancias por las que atravieso?
No en realidad le respondí

 ¿Entonces de qué hablas?, me preguntó él un poco desconcertado

Bien le dije, verás sabré lo que se siente estar en tus zapatos puesto que he olvidado traer los míos y necesitaré un par de los tuyos Había viajado yo informalmente ataviado y al vestirme formalmente con traje y corbata aquella mañana noté que no había empacado mis zapatos.

     ¿Te has puesto tú en los zapatos del otro?, es decir en el lugar de los demás para tratar de entender sus circunstancias o sus razones?, medita tan sólo por un instante, ¿sueles ser tú muy duro al juzgar a tu prójimo?, y en cuanto a ti mismo, ¿acostumbras ser muy suave y considerado al juzgar tus propias actuaciones?, ¿tiendes siempre a justificarte diciéndote que no son tan graves tus faltas como sí lo son éstas mismas en otras personas más?

     La Palabra de Dios dice: “Hermanos,  si alguno fuere sorprendido en alguna falta,  vosotros que sois espirituales,  restauradle con espíritu de mansedumbre,  considerándote a ti mismo,  no sea que tú también seas tentado” (Cp. Gálatas 6:1).

     Las circunstancias, las debilidades y las tentaciones de los demás son generalmente muy parecidas a las nuestras e inclusive eventualmente las mismas, siendo que en la vida hemos enfrentado y aún encararemos circunstancias, debilidades y tentaciones similares a las de otras personas más, ¿no deberíamos tratar de entenderlas mejor en lugar de criticarlas, juzgarlas y condenarlas? Fue así como lo hizo el Señor, Él se puso en nuestro lugar exponiéndose a las mismas tentaciones que nosotros enfrentamos a diario pero sin relación con el pecado, sí, Él se calzó nuestros zapatos y puede entendernos mejor que nadie más y está siempre dispuesto a ayudarnos (Cp. Hebreos 2:14-16).

     Seamos más comprensivos, más compasivos y más solidarios con los demás conscientes de que Dios mucho nos ha perdonado (Cp. Lucas 7:40-43) y conforme a su voluntad entendamos el sentido de sus Palabras al decirnos: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia;  y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Cp. Santiago 2:13).