Lucas 13:24-30
Por:
Carlos Ardila
Según
el registro de Lucas, yendo hacia Jerusalén cruzaba Jesús por ciudades y
aldeas enseñando la Palabra de Dios,
mientras iba de camino, alguien le preguntó: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (Cp. Lucas 13:23).
Entonces
e incluso en ciertos casos aún hoy, los judíos pensaban que el ser salvos era
solo posible para algunos de los de su propia nación, a través de esta
ilustración y en respuesta a la pregunta que le fuera planteada el Maestro
ofreció a su audiencia la visión correcta respecto al asunto de la salvación
haciéndoles ver que esta no se da fruto del nacimiento incidental dentro de los
límites territoriales de un determinado país, sino que a fin de alcanzarla, a
todas las personas en general, independientemente de cuál sea su nacionalidad,
les es preciso hacer un constante esfuerzo personal.
En
referencia a la salvación posteriormente el apóstol Pablo explicó a los romanos
que esta sin excepción está al alcance de todos los que en obediencia la
procuren, puesto que existe un Israel espiritual al que pertenecemos tanto los
nacidos en el territorio físico de esa nación como los que hemos sido dados a
luz en otros diferentes lugares, quienes por adopción somos hijos de Dios al
descender también espiritualmente de Abraham cuya descendencia en Isaac fue
multiplicada (Cp. Romanos 9:6-9; I de Pedro 2:9,10).
He
aquí ahora las figuras empleadas en esta parábola y su significado, la puerta representa
al Señor a través del cual en
obediencia deben los hombres entrar al reino de los cielos (Cp. Juan 10:9; 14:6), es justamente su
estrechez la que ilustra el esfuerzo y la constante dedicación que demanda
seguirle a Él, quien también es a su vez el padre de familia, ante el que los que
no le aceptaron tratarán de justificarse en el tiempo del fin (Cp. Lucas 13:26),
ellos son los hacedores de maldad que excluidos de la presencia de Dios irán al castigo eterno (Cp. Mateo 7:21-23)
puesto que pese a ser judíos desecharon al Mesías (Cp. Hechos 4:12; I de
Timoteo 2:5).
Finalmente,
Abraham, Isaac, Jacob y los profetas, a los cuales aquellos que rehusaron
recibir al Señor, verán a distancia en el reino de los cielos, estando ellos por
su incredulidad, excluidos por siempre, ejemplifican al Israel espiritual compuesto
por los judíos que si aceptaron a Jesús y por los gentiles o extranjeros que
por adopción hemos sido hechos hijos de Dios (Cp. Romanos 9:6-9; Juan 1:12;
Efesios 2: 11-22; I de Pedro 2:9,10) viniendo del oriente y del occidente, del
norte y del sur, es decir, desde todos confines
de la tierra para sentarnos a la mesa en el reino de Dios, o dicho de otro
modo, a disfrutar de nuestra eterna salvación.