Por:
No dejes de venir a la iglesia a causa del
frío, del calor o de la lluvia, sino que cómo lo haces para ir a tu trabajo o a
tu colegio o a tu facultad, al estadio o a cualquier otro lugar para realizar
todas aquellas otras actividades que jamás suspendes, abrígate, o vístete como
corresponda y ven a adorar al Señor (Cp. II de Tesalonicenses 3:10; Eclesiastés
3:1-8; Hebreos 10:23-25).
No dejes de venir a la iglesia a causa de
la distancia que te separa de su edificio, sino que como lo haces a diario para ir a tu trabajo o a tu
colegio o a tu facultad, haz uso de las
mismas opciones de transporte que te acercan hasta estos lugares, recuerda que
el Señor y sus apóstoles recorrieron enormes distancias no precisamente en
autos o en aviones o en cómodos y veloces trenes climatizados haciendo posible
a través de su esfuerzo nuestra salvación (Cp. Marcos 9:35; Mateo 14:24,25;
Hechos 13-28).
No dejes de venir a la iglesia a causa de
tus compromisos sociales o familiares, sino que como lo haces durante la semana
agendando tus citas en espacios entre las ciento sesenta y ocho horas semanales
de las que dispones, agenda previamente el escaso tiempo del que requieres para
asistir a tu compromiso dominical con el Señor quien es el que nos ha otorgado
el tiempo que vivimos y el que aún viviremos antes del fin nuestros días (Cp.
Hechos 17:26; Lucas 8:19-21; Marcos 12:30; Mateo 10:37; Hebreos 10:23-25).
No dejes de venir a la iglesia a causa de
tus preocupaciones, recuerda que aun pese a ellas tú cumples siempre con todas
tus demás obligaciones; con todo, estas no desaparecerán por el hecho de dejar
de asistir a la iglesia, mas seguramente sí lo harán si con fe y en oración se
las presentas a Dios quien es nuestro sanador y desea que nos reunamos para
honrarlo (Cp. Mateo 11:28-30; Isaías 26:3; Hebreos 10:23-25).
Pese al invierno y al verano y a las
grandes distancias, a su familia, a sus amigos y a sus propias dificultades, el
Señor hizo todo cuanto fue necesario en función de nuestra salvación (Cp.
Filipenses 2:5-11; Tito 2:13,14; Marcos 9:35; Lucas 8:19-21; Mateo 26:39).
Si has dejado tú de asistir a la iglesia o
injustificadamente te ausentas de ella con frecuencia, sin juicio o condena
alguna y en amor te animo a reflexionar, ¿no deberías mostrarte un poco más
agradecido con Dios? (Cp. I de Tesalonicenses 5:16; Marcos 12: 30; Colosenses
1:18).