Por:
Atención, ¡cuidado con el perro!, ¡cerca
electrificada, ¡curva peligrosa!, ¡precaución!, advierte el GPS: ¡está usted
entrando en zona peligrosa!, entre otras varias señales y advertencias más que
encontramos en nuestro camino, bien sea al transitar a pie o al conducir uno u
otro medio de transporte, nos indican la existencia y la proximidad de ciertos
peligros que desde luego, siendo avisados, prudentemente procuraremos evitar.
Habiendo sido enseñados acerca del peligro
y como evitarlo para la preservación de nuestra integridad física e incluso de
nuestra vida, a diario y de manera automática por la práctica continua
realizamos acciones evasivas que nos mantienen a salvo de los muchos peligros
de accidente, bien sea en casa o fuera de ella; esto solemos hacer ante la
presencia e inminencia de los riesgos físicos visibles que pudieran afectarnos
en el aspecto material, pero ¿qué de aquellos riesgos espirituales que no son
perceptibles a nuestros sentidos naturales que no podemos ver ni escuchar y que
a modo de suaves y atractivas tentaciones pueden ocasionarnos un daño
interior?, ¿cómo prevenirlos y evitarlos?
Del mismo modo en el cual nos hemos
educado para atender a las señales y advertencias que nos indican prudencia a
fin de evitar un determinado peligro o daño material en nuestro camino, bien
haríamos en estar siempre atentos a aquellas señales y advertencias que a
través de la voz de nuestra consciencia guiada por Dios nos señalan la
existencia y la proximidad de los riesgos espirituales que pueden afectarnos.
Por supuesto, alguna que otra vez, sea por
terquedad o desconcentración, alguien puede ignorar las señales o advertencias
que le previenen de un determinado peligro, sufriendo las consecuencias de su
desobediencia o distracción.
Ahora, en cuanto a la voz de la
consciencia por medio de la cual Dios nos habla, indicándonos un alto en el
camino ante el peligro de la tentación, ¿solemos escuchar su voz o más bien
oímos la voz de nuestros propios deseos carnales?, ¿por rebeldía, terquedad,
debilidad o desconcentración caemos en el peligro del que somos advertidos
por Él?
La Palabra de nuestro Dios dice:
“El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan y reciben el daño” (Cp.
Proverbios 22:3).
“Bienaventurado el varón que soporta la
tentación; porque cuando haya resistido
la prueba, recibirá la corona de
vida, que Dios ha prometido a los que le
aman.
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el
mal, ni él tienta a nadie; sino que cada
uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte” (Santiago 1:12-15).
Siendo conscientes de los riesgos
espirituales que a diario nos acechan y ponen en riesgo nuestra vida eterna,
estemos siempre atentos a las señales y advertencias que el Señor a través de
su Palabra y de la voz de nuestra consciencia formada en Él, nos indican la
existencia y proximidad de dichos peligros, y sensatamente apartémonos de
ellos.
Una vez más, la Palabra de nuestro Dios
dice:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros, los
de doble ánimo, purificad vuestros
corazones” (Cp. Santiago 4:7).