Lucas 17:7-10
Por:
Carlos Ardila
Al realizar nuestras labores y en
consciencia del deber cumplido, cualquiera sea el ámbito de nuestro desempeño, una
cierta satisfacción interior nos hace sentir bien con nosotros mismos, a la vez
que nos seduce la idea de recibir por ello un reconocimiento adicional que en
realidad no deberíamos esperar, puesto que al realizarlas hemos apenas cumplido
con aquello que nos era preciso en virtud de las responsabilidades con las
cuales nos hallamos comprometidos. A través de estas palabras, el Maestro nos
anima a reflexionar respecto de lo que debemos hacer al servirle a Él, no solo
en el limitado cumplimiento de nuestro deber, sino llevando a cabo nuevas obras
e imprimiendo un cada vez mayor esfuerzo a todo cuanto hagamos en función de su
gloria (Cp. Colosenses 3:17, 23, 24).
En
razón de lo anterior, no desea el Señor que al trabajar para Él en su reino, el
confort de la plena satisfacción relajadamente nos conduzca a pensar que han
sido suficientes nuestras acciones como para merecer alguna recompensa que
podamos demandar de su mano.
Siendo
que al hacer su voluntad, Jesús nos considera más que tan solo sus siervos, sus
amigos (Cp. Juan 15:14-16), sirvámosle de corazón sabiendo que Él generosamente
nos ha concedido por gracia nuestra inmerecida salvación (Cp. Efesios 2:8,9), una
vez que fielmente le hayamos servido, habiendo procurado hacerlo cada vez mejor,
nuestro Dios nos recompensará (Cp. Lucas 12:37,38).