Por:
Carlos Ardila
Como si hubiese estado allí, acerca del
origen del universo nos informa parte de la ciencia a través de la teoría del
Big Bang, que este surgió hace unos por lo menos 15.000 millones de años atrás
fruto de la explosión de la materia y la energía provenientes de la nada que a
su vez produjo una gigantesca nube de polvo y gas incandescente de la que
inmediatamente en menos que fracciones de segundos de manera casual y al azar
comenzaron a unirse neutrones y protones que al enfriarse originaron los
astros.
De nuevo, como si hubiese estado allí,
luego, respecto al origen de la tierra y de la vida existente en ella, afirma
parte de la ciencia que estas surgieron hace unos por lo menos 4.600 millones de
años atrás, cuando la corteza del planeta comenzó a consolidarse y las
erupciones volcánicas liberaron los gases que formaron la atmosfera y el vapor
de agua que dio lugar al surgimiento de los mares y en estos el inicio de la
vida en forma de baterías y algas de cuya evolución biológica provenimos todos
los seres vivientes.
Tanto para los ateos como para los cristianos
y los hombres en general, ¡cuán hermoso es el universo! Solo al contemplar la
belleza de los tan variados paisajes que podemos observar en nuestro mundo nos
maravillamos, ahora, yendo más allá de la tan sola contemplación, su diseño,
estructura y ordenado funcionamiento debería movernos a una reflexión más
profunda acerca de su origen, por tan solo un instante consideremos unos muy
pocos, pero extraordinarios datos aportados por la ciencia respecto a nuestro
planeta y a las características que hacen posible y sustentable la vida en él:
Con relación a su tamaño, ha sido señalado
que de ser más pequeño o más grande resultaría imposible tuviese la atmosfera
característica que posee, la cual, fruto de la combinación correcta de los gases
que la forman, hace posible la existencia y la conservación de la vida sobre él.
Acerca de su localización en distancia
respecto al sol, es sabido que de ser menor haría imposible la existencia de la
vida, ya que esta se quemaría en tanto que de ser mayor igual la impediría al
congelarla; sin embargo, la tierra se halla a la distancia apropiada de sol de
manera tal que este hace posible la existencia y la subsistencia de la vida de
los seres vivos que la poblamos al producir y conservar las temperaturas
oscilantes que podemos tolerar.
Sin duda, como parte del paisaje mismo nos
gustara contemplar la hermosura de la luna inspiradora, el satélite único y
natural que gira de manera permanente alrededor de nuestro planeta poseyendo el
tamaño indicado y hallándose a una distancia perfecta tal que hace posible su
atracción gravitacional y que produce la marea que impide el estancamiento a la
vez que el desbordamiento de los mares sobre la tierra.
Ahora, siendo la estadística como recurso
científico la rama de las matemáticas que evaluando grandes cantidades de datos
numéricos para obtener inferencias o conclusiones basadas en el cálculo de las
probabilidades, honesta, objetiva, sensata, racional e inteligentemente ¿podría
considerarse estadísticamente probable que las características mencionadas de
la tierra y otras más como su velocidad de traslación constante alrededor del
sol estimada en 107.000 kilómetros por hora, y su velocidad de rotación al
girar sobre su propio eje a 1.666 kilómetros por hora sumados a la velocidad de
la luna girando constantemente alrededor de nuestro planeta a 3.700 kilómetros
por hora haciendo posible todo esto la vida sobre la tierra, fueran hechos
meramente casuales? Por supuesto que no.
Lo que es aún más, ¿podría
estadísticamente considerarse probable que los seres vivos, con sus por lo menos
1'241.200 especies animales dotadas de instinto y complejas funciones adaptadas
a diversidades ambientales, las cuando menos 400.000 especies vegetales útiles
y el hombre con su extraordinario cerebro, su bien diseñado cuerpo y sus muchas
funciones a más de sus sentimientos, conciencia, sentido de la ética, noción
del bien y de mal, sean el producto del azar evolutivo de bacterias y algas
marinas? Desde luego que no.
“En el principio creó Dios los cielos y la
tierra” (Cp. Génesis 1:1 Cp. Job 38:1-41).