Por:
— ¡A qué te agarro
ratón! —
— ¡A qué no gato
ladrón! —
Seguramente lo habrás oído, de no haberlo
escuchado antes, igual, la anterior amenaza gatuna y la subsecuente firme y segura
respuesta del pequeño roedor, de inmediato te habrá hecho pensar en la lucha
constante librada en el mundo animal entre el depredador y sus más posibles
presas.
Tal vez hayas visto uno de los clásicos
caricaturescos infantiles, Tom y Jerry, siendo Tom el gato en tanto que Jerry
el ratón, dibujo animado en el cual paradójica o contradictoriamente es siempre
el astuto roedor quien resulta vencedor sobre su atarantado perseguidor,
situación cómica tal que no se corresponde con la realidad en la que
generalmente es el minino quien termina siendo el ganador al atrapar y devorar
a su presa con la que antes juega un poco.
Si bien es cierto, hemos sido creados a la
imagen y semejanza de Dios (Cp. Génesis 1:26, 27; 5:1), algunas personas en
lugar de vivir dignamente revestidas del Señor le permiten al enemigo, nuestro
depredador natural, reducirlas al nivel de pequeños roedores a los que
facialmente atrapa con sutiles cebos o carnadas mundanas y con los que antes de
engullir juega un poco, así como astuta y sigilosamente el minino espera al acecho del pequeño roedor quien solo
por instinto busca el alimento material con el cual poder sobrevivir dando
eventual y desprevenidamente ocasión a su perseguidor, ellas por instinto primario
hacen solo de lo material y del placer mundano el centro de sus vidas y se
exponen a la acción destructora del enemigo (Cp. Mateo 16:26; Santiago
1:12-15).
¿Qué es aquello que usualmente más
inquieta, distrae, ocupa y seduce al hombre? Lo material, alimento, techo y abrigo…,
es decir, todo cuanto Dios ha prometido darnos como añadidura si le buscamos
primero a Él (Cp. Mateo 6:33,34; Lucas 12:13-31) y que el enemigo mintiéndonos intenta
hacernos ver prioritario por sobre lo espiritual sumándole atractivas ofertas
mundanas de fortuna, placer, falsa libertad y diversión que nos aparten de
nuestro enfoque de obediencia y de servicio a Dios y nos esclavicen para
nuestra perdición (Cp. Juan 8:34).
Como todos los seres creados por Dios, tú
y yo hemos sido dotados de instinto, pero, adicionalmente y lo que es más
importante, hemos sido hechos racionales por nuestro creador, en virtud de
ello, en vez de actuar solo de manera instintiva en procura de aquello que es
básico y que Dios ha prometido darnos, lo material para nuestra manutención,
hagamos uso de nuestra razón para identificar los ataques del enemigo a través
de sutiles cebos o carnadas de fortuna, placer, falsa libertad y diversión y
permanezcamos vigilantes sin darle ocasión de destruirnos al amar al mundo
temporal en el que ahora vivimos y del que un día hemos de partir (Cp. I de Juan 2:15-17; I de Pedro 3:10-14;
Filipenses 3:20,21).
Seguramente en el mundo tendremos
aflicciones y pruebas diversas (Cp. Juan 16:33) y estaremos de continuo expuestos a la tentación (Cp. I de Corintios 10:13; Hebreos 4:14-16); pero en
lugar de vivir preocupados por lo material temporal, aterrados y distraídos
como roedores instintivos e irracionales, siempre huyendo de los mininos,
enfrentemos a nuestro enemigo y pongámosle en retirada sin permitirle
atraparnos ni jugar con nosotros confundiendo nuestras mentes con sus
atracciones carnales (Cp. Santiago 4:7), revistámonos del poder y de la fuerza del Señor, y como águilas,
levantemos y sostengamos nuestro vuelo victorioso hacia el cielo (Cp. Isaías
40:28-31; Salmos 103:5).
En cuanto a ti, ¿vivirás cómo águila o
cómo ratón?