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viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola de los muchachos en la plaza


Lucas 7:31-35 (Cp.  Mateo 11:16-19)

Por:
Carlos Ardila

     Según lo referencia el contexto el Maestro había venido de Capernahum a Naín en Judea (Cp. Mateo 7:1,11), allí los emisarios de Juan el Bautista ya en prisión, le habían preguntado de parte de este si era Él efectivamente el Mesías o habrían de esperar a alguien más (Cp. Lucas 7:18-20; Mateo 11:2,3); ahora, siendo que antes el Bautista le había identificado como tal (Cp. Juan 1:29-34) ¿por qué razón parecía luego estarlo dudando? Quizás debido al hecho de su desconcierto al ver como la mayoría de los judíos que Jesús no liberaba a su pueblo del yugo romano de acuerdo a sus erradas expectativas nacionalistas respecto al ministerio del libertador que esperaban fuese un gran líder militar sin entender que Él establecería un reino de naturaleza espiritual (Cp. Juan 18:36). A esta inquietud el Señor respondió refiriendo las obras del verdadero Salvador que Él ya estaba realizando (Cp. Lucas 7: 22; 4:16-21) y dio a todos un muy buen testimonio acerca de Juan al que los líderes religiosos de Israel habían despreciado como también lo desechaban a Él.

     En las calles y en las plazas públicas de las ciudades palestinas solía ser corriente ver a los niños jugar (Cp. Zacarías 8:5) situación a partir de la cual Jesús ilustró la absurda, contradictoria e infantil actitud que observó en algunos de los miembros del liderazgo espiritual de Israel. Así como los pequeños en mención que jugaban a las bodas y a los funerales no hacían a su tiempo lo que deberían hacer, bailar o lamentar, sino que se contrariaban unos a otros caprichosamente sin ponerse de acuerdo, los fariseos y los intérpretes de la ley se mostraban de igual modo inmaduros e incoherentes respecto a lo que esperaban de Dios, les había sido enviado Juan quien vivía en el desierto, se abstenía de comer pan e ingerir vino y ellos repudiándole le acusaron de estar endemoniado, descendió de los cielos el Hijo de Dios quien conforme a sus costumbres comía pan y bebía vino mas estos oponiéndosele decían que Él era un hombre glotón y bebedor, amigo de los publicanos y de los pecadores.

     Así como un árbol es conocido por sus frutos (Cp. Lucas 6:43-45), tanto los pensamientos como las palabras y las obras llevadas a cabo por los hombres dan cuenta de su sabiduría o de su necedad, bien lo expresó el Señor al afirmar que la sabiduría es justificada por sus hijos (Cp. Lucas 7:35; Santiago 3:13; Proverbios 15:14).