Lucas 7:31-35 (Cp. Mateo 11:16-19)
Por:
Carlos Ardila
Según
lo referencia el contexto el Maestro había venido de Capernahum a Naín en Judea
(Cp. Mateo 7:1,11), allí los emisarios de Juan el Bautista ya en prisión, le
habían preguntado de parte de este si era Él efectivamente el Mesías o habrían
de esperar a alguien más (Cp. Lucas 7:18-20; Mateo 11:2,3); ahora, siendo que
antes el Bautista le había identificado como tal (Cp. Juan 1:29-34) ¿por qué
razón parecía luego estarlo dudando? Quizás debido al hecho de su desconcierto
al ver como la mayoría de los judíos que Jesús no liberaba a su pueblo del yugo
romano de acuerdo a sus erradas expectativas nacionalistas respecto al ministerio
del libertador que esperaban fuese un gran líder militar sin entender que Él
establecería un reino de naturaleza espiritual (Cp. Juan 18:36). A esta
inquietud el Señor respondió refiriendo las obras del verdadero Salvador que Él
ya estaba realizando (Cp. Lucas 7: 22; 4:16-21) y dio a todos un muy buen
testimonio acerca de Juan al que los líderes religiosos de Israel habían
despreciado como también lo desechaban a Él.
En
las calles y en las plazas públicas de las ciudades palestinas solía ser corriente
ver a los niños jugar (Cp. Zacarías 8:5) situación a partir de la cual Jesús ilustró
la absurda, contradictoria e infantil actitud que observó en algunos de los
miembros del liderazgo espiritual de Israel. Así como los pequeños en mención que
jugaban a las bodas y a los funerales no hacían a su tiempo lo que deberían
hacer, bailar o lamentar, sino que se contrariaban unos a otros caprichosamente
sin ponerse de acuerdo, los fariseos y los intérpretes de la ley se mostraban
de igual modo inmaduros e incoherentes respecto a lo que esperaban de Dios, les
había sido enviado Juan quien vivía en el
desierto, se abstenía de comer pan e ingerir vino y ellos repudiándole le
acusaron de estar endemoniado, descendió de los cielos el Hijo de Dios quien conforme
a sus costumbres comía pan y bebía vino mas estos oponiéndosele decían que Él
era un hombre glotón y bebedor, amigo de los publicanos y de los pecadores.
Así como un árbol es
conocido por sus frutos (Cp. Lucas 6:43-45), tanto los pensamientos como las palabras
y las obras llevadas a cabo por los hombres dan cuenta de su sabiduría o de su
necedad, bien lo expresó el Señor al afirmar que la sabiduría es justificada
por sus hijos (Cp. Lucas 7:35; Santiago 3:13; Proverbios 15:14).