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viernes, 27 de septiembre de 2019

¡ASÍ DE REPENTE!


 Por
Carlos Ardila


     Sucedió así de repente, él se veía muy bien, radiante de alegría, recién habíamos estado celebrando su cumpleaños, en breve reiniciaría sus estudios, pronto terminaría su carrera, tenía planes de casarse pronto, daría nietos a sus padres quienes estaban tan contentos y orgullosos de su hijo excepto por su indiferencia con relación a Dios de quien se había distanciado pese a haber sido educado por ellos en valores cristianos, era tan joven, tan buen chico, ya tendría tiempo después para Dios, puesto que él, consciente de que solo se vive una vez y de que la vida es solo una ¡y hay qué disfrutarla!, de buena intención había dado lugar a otras prioridades primero: construir su futuro, obtener la mejor educación, formar su propia familia y divertirse un poco…  ¿Por qué?, ¿por qué?, en fin, fue a eso de las nueve de la mañana, no hubo nada que hacer, había llegado su hora.

     Sí, había llegado su hora… el tiempo de partir, no hubo nada que hacer y así mismo nos ha de suceder en un día y en una hora determinada de nuestras vidas y no habrá nada que podamos hacer, ya que así de repente invariablemente nos hemos de ir de este mundo también (Cp. Eclesiastés 3:2; Hechos 17:26,27; Hebreos 9:27).

     Recuerdo los varios viajes que a lo largo de mi vida he podido realizar, la emoción previa a la aventura, la expectativa de lo por venir al ir a vivir en países diferentes al mío y las preguntas previas que antes de viajar para radicarnos en el extranjero seguro todos nos solemos hacer: ¿qué ha de sucederme allí?, ¿podré adaptarme a mis nuevas circunstancias y a la cultura del lugar?, y desde luego la preparación del viaje y la realización del trámite migratorio alistando todos mis documentos para poder ser admitido en mi nuevo lugar de residencia.

     Seguramente tú mismo has hecho algunos viajes a lo largo de tu vida eligiendo previamente el lugar al que querías ir, más seguro aún es que tanto tú como yo haremos un último viaje con solo dos posibles destinos, uno en la presencia eterna del Señor y otro más en ausencia de Él, ¿a qué destino has elegido ir?, ¿estarás tú por siempre con Dios o eternamente separado de Él?

     Sucederá así de repente, en un día y en una hora determinada de tu vida habrá llegado el tiempo establecido para tu partida, ¿has estado preparando anticipadamente tu viaje?, ¿acredita la documentación de tu vida que le has sido obediente a Dios como para que te admita en el cielo?

     Démosle siempre el primer lugar al Señor en nuestras vidas y sin distracciones vivamos de una forma tal que llegada la hora de nuestro viaje final, uno sea el único destino al que podamos llegar, la presencia eterna de nuestro Dios (Cp. Apocalipsis 21:7,8, 27).