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sábado, 28 de septiembre de 2019

DESCANSA


Por:
Carlos Ardila

     ¿Cansado?, ¿estresado?, ¿saturado? ¿Y qué si te vas a solas y en silencio contigo?, ¿si te retiras de todos y de todo excepto del Señor para solo, pero en su compañía meditar acerca de ti, de tu vida, de tus situaciones personales?, estando así de tensionado y de no hacer algo al respecto, ¿no crees qué muy seguramente en breve empeorará tu estado?, ¿esperarás al punto del quiebre definitivo en lugar de hacer algo?

     Debes buscar muy dentro de ti la razón de tu tensión, razonar acerca de lo que te sucede, identificar y eliminar lo que sea que te hace tanto daño, sea que ese algo se origine en ti o en tu entorno.

     Pero… siempre hay un, pero, ¿quizá sea el tiempo del que piensas no disponer lo suficiente como para tomarte esos instantes a solas contigo mismo?, ¿tal vez tus muchas obligaciones académicas, familiares o laborales, las que crees no te darán un respiro como para ocuparte de ti mismo y estar en oración con el Señor? Pero y si tus tensiones hacen presa continua de ti, ¿qué pasará con tu salud y con tu familia si decaes?, constantemente preocupado y tensionado, ¿podrás conservar tu empleo, rendirás lo suficiente en tus estudios, serás feliz?

     Si es urgente que tomes ese descanso, ¿qué estás esperando para hacerlo?, ¿sabes que incluso Dios, el todopoderoso descansó de sus labores? (Cp. Génesis 2:2), si tú descansas un poco, el mundo no se derrumbará a causa de tu pausa, pero si no te detienes ahora para encontrarte con Dios y contigo mismo, para reprogramarte de manera positiva eliminando tus tensiones, serás tú quien se desmorone en perjuicio no solo de ti sino además de quienes te aman y quizás dependan en algo de ti.

     Relájate, serénate y reposa en Dios, ya mañana podrás volver a tus labores, cuida de ti mismo, de tu salud física y de tu paz mental, realmente así lo desea el Señor.

     “Jehová es mi pastor; nada me faltará, en lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará, confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Cp. Salmos 23:1-3).


ÉL CUIDARÁ DE TI


Por:
Carlos Ardila

     Vivimos en una era de estrés, de afán y de ansiedad, es así que algunos individuos se hallan inmersos en un sinnúmero de inquietudes y sobresaltos cotidianos a causa de las más variadas situaciones y circunstancias personales, familiares, sociales, laborales y financieras entre otras tantas más…

     Definida la preocupación como la ocupación mental anticipada al suceso de un algo esta nos ofrece dos diferentes ángulos, el positivo y el negativo, en este orden de ideas la preocupación legítima y justificada nos hará prevenirnos de un riesgo o un mal inminente, nos ayudará a forjarnos un mejor futuro mediante el trabajo y el ahorro previos y nos hará mostrar un interés personal en el bienestar de alguien; ahora, desde el punto de vista negativo la preocupación denota miedo, temor, angustia, sobresalto e inquietud ante las situaciones a más de ser una falta evidente de fe y de confianza en la presencia y el cuidado del Señor.

     Son muchas las situaciones y las circunstancias que preocupan negativamente al hombre, así, las gentes inútilmente se inquietan acerca de hechos ya sucedidos, mismos que no podrán ser revertidos o cambiados, se afanan y tensionan pensando en aquellas cosas que quizás jamás sucederán, y de manera principal se autotorturan preguntándose ¿qué comeremos y qué vestiremos?, dudando así de su futuro material, preocupación tal que analizaremos en breve en nuestra reflexión devocional considerando las Palabras del Maestro quien concluyó que esta es vana, inútil, pecaminosa y desde luego, contraria a la voluntad de Dios (Cp. Mateo 6:25-34).

     En primer término, hemos de observar que la preocupación ha sido prohibida por Él al decir: “No os afanéis” (vs. 25, 31,34), a más de señalar que esta es masoquista y absurda en el pensar que Dios no cuidaría de nosotros (vs. 26-30), vana e inútil frente a las situaciones invariables (vs. 27), infiel, pagana y carente de fe si como los incrédulos concentráramos nuestra atención exclusivamente en lo material que el Rey nos ha prometido desde antes si primero buscamos su reino y su justicia (vs. 30, 32, 33, 34), e innecesaria puesto que nuestro omnisciente creador sabe de antemano que es aquello que necesitamos y está dispuesto a dárnoslo (vs. 32); en consecuencia, no te preocupes ya más, respecto a lo material, haz lo que debas hacer, espera y confía en el Señor, pues él cuidará de ti siempre que le seas fiel (Cp. Deuteronomio  11:12-32).

PISPT ¿ESTÁS AHÍ DIOS?



Por:
Carlos Ardila

      Mucho he oído hablar acerca de ti; sin embargo, me pregunto: ¿existes tú realmente?, y si es así, ¿dónde has estado cuándo más te he necesitado?, ¿cómo he de creer en ti si no puedo verte ni sentirte?, ¿si como dicen tú consuelas a los que sufren, por qué no vivo en paz y constantemente me tensiono? 

           Las anteriores y algunas otras inquietudes más son las que surgen en el corazón del hombre en medio del dolor y de la adversidad temporal, quizás en este instante seas tú mismo quien se pregunte: ¿se interesa Dios realmente en mí?, y pienses, si así es: ¿por qué razón sufro?, ¿por qué no soy feliz?, ¿por qué no vivo en paz?

     Después de habernos relacionado aún más con Dios a través de su Palabra, quienes antes nos preguntábamos exactamente lo mismo que tú, ahora hemos podido entender en qué consiste la paz de la que hoy disfrutamos, esta desde el punto de vista humano equívocamente se concibe como la ausencia absoluta del dolor o de las dificultades que eventualmente le sobrevienen al hombre, lo cual desde luego no es más que una vana ilusión, ya lo dijo el Señor: 

     “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Cp. Juan 16:33).

     Por supuesto, todos deseamos ser felices; sin embargo, debemos comprender que serlo no es algo que deba necesariamente depender de las circunstancias materiales externas que rodeen nuestras vidas, ni del exceso de los bienes que podamos acumular o de la no existencia en lo absoluto de alguna que otra molestia física temporal.

      Luego, entonces, ¿en qué reside la paz que solo Dios nos da? Desde la perspectiva espiritual, esta consiste en la forma serena en la cual por medio de su guía e influencia podemos encarar las dificultades temporales, confiando en que oportunamente Él nos ayudará (Cp. Hebreos 4:14-16; I de Corintios 10:13), razón en virtud de la que equilibradamente y sin perder el control, hallamos la solución a cada una de ellas conscientes de que nuestro Padre puede revertir todas las cosas encaminándolas a nuestro bien y responde a nuestras oraciones dándonos aún mucho más de lo que le pedimos (Cp. Romanos 8:28; Efesios 3:20).

     Sí, Dios existe y se interesa de manera personal en ti y en tu bienestar, Él desea y puede ser tu sanador, tu proveedor y tu Salvador, entrégale a Él tu vida, vuelca toda tu ansiedad sobre Él y disfruta de su paz. 

     “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (Cp. I de Pedro 5:7).

    “Por nada estéis afanosos, si no sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Cp. Filipenses 4:6,7).

     ¡No sigas luchando tú solo! Ven al Señor y hallarás en él la paz y el sosiego que anhelas.

     “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios, que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Cp. Isaías 41:10).

     "Tú Señor, guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Cp. Isaías 41:10; 26:3).

     “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Cp. Salmos 4:8).

     “Yo me acosté y dormí,
 y desperté, porque Jehová me sustentaba” (Cp. Salmos 3:5).


¿MORIR POR UNA MENTIRA?


 Por:
Carlos Ardila

     De una forma u otra, todos hemos sido informados acerca de hechos y de personajes históricos sobre los cuales la historia basada en el testimonio de quienes conocieron a tales individuos o presenciaron los sucesos de los que estos testifican, ha dado por sentada su existencia o su suceso; en este orden de ideas, y tan solo a manera de ejemplo, aunque sin haberle visto, nadie dudaría hoy de la pasada existencia y gestas del gran prócer General San Martín (1778 – 1850), quien fuera el libertador de las naciones de la Argentina, Chile y Perú.

     Desde luego, para aceptar como real tanto a un personaje histórico como veraces los hechos que se le atribuyen, debe ser establecida la credibilidad de quienes testifican acerca del tal y de sus obras, al hablar de la vida y obra del Señor Jesús, la historia, por supuesto se basa en el testimonio de quienes le conocieron y fueron testigos presenciales de sus hechos.

     Al ofrecer sus vidas por el Señor Jesucristo y morir mártires, sus apóstoles, así como otros individuos que le vieron resucitado en número superior a las quinientas personas (Cp. I de Corintios 15:3-8) sumadas a otras muchísimas más que luego fueron perseguidas, despojadas (Cp. Hebreos 10:34), torturadas y asesinadas por las autoridades romanas (Cp. Apocalipsis 6:10) ofrecieron un testimonio histórico veraz respecto de Él y de sus hechos, que como testimonio mismo en nada difiere de otros testimonios históricos acerca de tantos personajes y sucesos igualmente históricos, excepto por el hecho mismo del haber sacrificado ellos sus vidas por sostener tal testimonio.

     En tan solo lo que a sus apóstoles respecta, consideremos por un instante la forma en la que algunos de estos murieron:

Andrés: Crucificado.
Bartolomé: Crucificado.
Felipe: Crucificado.
Jacobo, el hermano de Jesús: Apedreado.
Jacobo, hijo de Alfeo: Crucificado.
Jacobo, hijo de Zebedeo: A espada.
Juan: Expatriado murió de manera natural.
Mateo: A espada.
Matías, el sucesor de Judas Iscariote: Apedreado y luego decapitado.
Pedro: Crucificado al revés, es decir, cabeza abajo.
Pablo: Perseguido, naufrago, apedreado y finalmente decapitado.
Simón: Crucificado.
Tadeo: Asaetado.
Tomás: Atravesado por una lanza.

     Ahora, considerando razonablemente lo anterior, la pregunta es: ¿morirían estos hombres y cientos de personas más por una mentira, por un gran fraude en el que no creían a ciencia cierta? Por supuesto que no, aunque por lo menos los apóstoles mismos del Señor dudaron en comienzo de su resurrección (Cp. Marcos 16: 9-14; Lucas 24:1-53; Juan 20:24-31) pese al hecho de haber presenciado sus muchos milagros públicos anteriores, reafirmaron su fe en Él después de haberle visto personalmente resucitado (Cp. Marcos 16:14-16) y sacrificaron posteriormente sus vidas por sostener el testimonio veraz e histórico de su divinidad y de su resurrección.

     Acerca de nuestra necesaria transformación espiritual fue el gran apóstol Pablo, quien inspirado expresó: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, si no transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Cp. Romanos 12:1,2).

     Luego, con relación a la muerte a su propio ego, fue él mismo quien escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Cp. Gálatas 2:20).

     Al igual que los apóstoles de Jesús, y siguiendo el ejemplo de nuestros hermanos mártires, ofrezcamos por completo nuestro ser al Señor, agradándole en todo en nuestra manera de vivir y testifiquemos cada día acerca de Él (Cp. Mateo 5:14-16).


¿BIG BANG? ¿UN MUNDO ESTADÍSTICAMENTE CASUAL?


 Por:
Carlos Ardila

     Como si hubiese estado allí, acerca del origen del universo nos informa parte de la ciencia a través de la teoría del Big Bang, que este surgió hace unos por lo menos 15.000 millones de años atrás fruto de la explosión de la materia y la energía provenientes de la nada que a su vez produjo una gigantesca nube de polvo y gas incandescente de la que inmediatamente en menos que fracciones de segundos de manera casual y al azar comenzaron a unirse neutrones y protones que al enfriarse originaron los astros.

     De nuevo, como si hubiese estado allí, luego, respecto al origen de la tierra y de la vida existente en ella, afirma parte de la ciencia que estas surgieron hace unos por lo menos 4.600 millones de años atrás, cuando la corteza del planeta comenzó a consolidarse y las erupciones volcánicas liberaron los gases que formaron la atmosfera y el vapor de agua que dio lugar al surgimiento de los mares y en estos el inicio de la vida en forma de baterías y algas de cuya evolución biológica provenimos todos los seres vivientes.

     Tanto para los ateos como para los cristianos y los hombres en general, ¡cuán hermoso es el universo! Solo al contemplar la belleza de los tan variados paisajes que podemos observar en nuestro mundo nos maravillamos, ahora, yendo más allá de la tan sola contemplación, su diseño, estructura y ordenado funcionamiento debería movernos a una reflexión más profunda acerca de su origen, por tan solo un instante consideremos unos muy pocos, pero extraordinarios datos aportados por la ciencia respecto a nuestro planeta y a las características que hacen posible y sustentable la vida en él:

     Con relación a su tamaño, ha sido señalado que de ser más pequeño o más grande resultaría imposible tuviese la atmosfera característica que posee, la cual, fruto de la combinación correcta de los gases que la forman, hace posible la existencia y la conservación de la vida sobre él.

     Acerca de su localización en distancia respecto al sol, es sabido que de ser menor haría imposible la existencia de la vida, ya que esta se quemaría en tanto que de ser mayor igual la impediría al congelarla; sin embargo, la tierra se halla a la distancia apropiada de sol de manera tal que este hace posible la existencia y la subsistencia de la vida de los seres vivos que la poblamos al producir y conservar las temperaturas oscilantes que podemos tolerar.


     Sin duda, como parte del paisaje mismo nos gustara contemplar la hermosura de la luna inspiradora, el satélite único y natural que gira de manera permanente alrededor de nuestro planeta poseyendo el tamaño indicado y hallándose a una distancia perfecta tal que hace posible su atracción gravitacional y que produce la marea que impide el estancamiento a la vez que el desbordamiento de los mares sobre la tierra.

     Ahora, siendo la estadística como recurso científico la rama de las matemáticas que evaluando grandes cantidades de datos numéricos para obtener inferencias o conclusiones basadas en el cálculo de las probabilidades, honesta, objetiva, sensata, racional e inteligentemente ¿podría considerarse estadísticamente probable que las características mencionadas de la tierra y otras más como su velocidad de traslación constante alrededor del sol estimada en 107.000 kilómetros por hora, y su velocidad de rotación al girar sobre su propio eje a 1.666 kilómetros por hora sumados a la velocidad de la luna girando constantemente alrededor de nuestro planeta a 3.700 kilómetros por hora haciendo posible todo esto la vida sobre la tierra, fueran hechos meramente casuales? Por supuesto que no.

     Lo que es aún más, ¿podría estadísticamente considerarse probable que los seres vivos, con sus por lo menos 1'241.200 especies animales dotadas de instinto y complejas funciones adaptadas a diversidades ambientales, las cuando menos 400.000 especies vegetales útiles y el hombre con su extraordinario cerebro, su bien diseñado cuerpo y sus muchas funciones a más de sus sentimientos, conciencia, sentido de la ética, noción del bien y de mal, sean el producto del azar evolutivo de bacterias y algas marinas? Desde luego que no.

     “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Cp. Génesis 1:1 Cp. Job 38:1-41).


¿BIG BANG? ¿ORIGEN EVOLUTIVO DEL UNIVERSO?


Por:
Carlos Ardila

     ¿Sabes cuál es el peso estimado de la tierra? Pues bien, ha sido calculado en 6.592.000.000.000.000.000.000 toneladas que han sido colgadas por Dios de la nada (Cp. Job 26:7) y que giran alrededor del sol a la vez que giran sobre su propio eje, lo cual constituye los dos movimientos básicos de la tierra, el de traslación y el de rotación, movimientos estos cuya duración dan forma a nuestros años de trescientos sesenta y cinco días y seis horas cada uno de ellos y a nuestros días de veinticuatro horas con su noche y día cada uno de ellos (Cp. Génesis 1:5,8, 13-16,19,22,31).

     ¿Qué tan rápido puedes correr? ¿A qué velocidad circula un auto de la fórmula uno, o qué tan deprisa puede ir el más veloz de los aviones? Ahora, ¿sabes que la tierra en su movimiento de traslación gira alrededor del sol a una velocidad de 107.000 kilómetros por hora y que en su movimiento de rotación gira alrededor de su propio eje a una velocidad de 1.666 kilómetros por hora que de ser alterada en tan solo unas fracciones de segundo produciría el desborde de los mares y nuestro desprendimiento de la superficie del suelo sobre el que pisamos?

     Estamos ahora mismo en invierno, ¿ha hecho mucho frío, verdad? Pues bien, nuestras estaciones se repiten año tras año de una manera puntual y predecible; ¿recuerdas que hace unos pocos días presenciamos un eclipse solar?, ahora, ¿sabes que los astrónomos con mínimos márgenes de error pueden predecir cuándo se sucederá uno similar al observar y calcular las órbitas y los planos del Sol, la Tierra y la Luna?

     ¿Será qué el orden del funcionamiento de tan maravilloso universo puede ser casual? ¿Ser el producto o la resultante de caóticas explosiones producidas por el choque o la colisión de dos masas para posteriormente en tan solo mucho menos que fracciones de segundo unirse protones y neutrones para formar los elementos y después de cientos de miles de millones de absurdas coincidencias estadísticamente imposibles llegar a ser formado el universo? Con todo, si esto fuese cierto según lo afirma parte de la ciencia, ¿de dónde surgieron estas dos masas que luego colisionaron entre sí? ¿Alguien debió haberlas creado, verdad? Pues bien, una lectura detenida y meditada de la Palabra de Dios, sensatamente nos da cuenta de la existencia de un poder superior tras el diseño ordenando e inteligente de la creación (Cp. Génesis 1:1; Job 38:1-38; Salmos 19; 1-6).

     Al observar las maravillas de la creación inteligente de Dios, no podemos menos que decir: ¡Cuán extraordinario y todopoderoso es nuestro Rey! (Cp. Hebreos 11:3).


¿QUÉ ES MÁS RAZONABLE?


Por:
Carlos Ardila

     ¿Cómo llegó a existir el universo? ¿De dónde hemos venido? Varias son las teorías científicas mediante las cuales el hombre, aparte de Dios, ha pretendido responder a estas interrogantes, sus conclusiones basadas en meras especulaciones coinciden en haber surgido tanto el universo como la vida sobre él, fruto de la transformación de la materia; sin embargo, nunca nos dicen de dónde surgió la materia que fuera luego transformada, ¿provino esta de la nada? ¿Pudieron ser el universo ordenado, los seres vivientes y la vida inteligente del hombre provenientes de la nada?

     El hombre transformando la materia ha obtenido grandes logros; seguramente tienes una computadora en casa o el acceso fácil a una fuera de ella, ahora al usarla, ¿te has preguntado qué habrá en su interior y cómo esta funciona? Ellas nos son ahora herramientas fundamentales; sin embargo, es un hecho que aunque las usamos a diario, no es mucho lo que sabemos acerca de su estructura y de su diseño funcional; ahora, ¿no pensaríamos que una computadora llegó a formarse al juntarse miles de pequeños componentes de manera casual sucediéndose trillones de más que improbables casualidades? Puesto que observamos en ellas diseño, forma y estructura, racionalmente deducimos que existió previo a estas un diseñador inteligente.

     Considerando tan solo nuestros cerebros como computadoras naturales ha sido observado que estos poseen unos por lo menos catorce mil millones de unidades de intercomunicación que procesan de manera simultánea una gran serie de datos en razón de un millón de ellos por segundo permitiéndonos captar las imágenes en sus diversas formas, tamaños, colores y texturas, percibir los variados sonidos a nuestro alrededor distinguiendo los unos de los otros, degustar los muchos diferentes olores y sabores de los alimentos que consumimos, sentir las variaciones del clima, de la temperatura ambiental y de nuestros cuerpos, respirar, caminar, saltar, pensar, hablar, emocionarnos, reír, llorar, recordar y… , ¿pensaríamos razonablemente qué nuestras mentes y cerebros surgieron un día de la nada? Desde luego que no, al igual que a las computadoras, les ha precedido un poder, una inteligencia superior que les ha dado forma, estructura, diseño y funciones.

     ¿Qué es más razonable? ¿Pensar que algo provino de la nada?, ¿o qué esa materia de la que se dice hemos provenido fue creada por un alguien que la precedió?

     Dios se nos ha revelado no solo por medio de su Palabra, sino además a través de las maravillas de su creación inteligente (Cp. Salmos 19:1-6; Romanos 1:19-22); siendo que somos seres pensantes, desde luego provenimos de un ser pensante e inteligente que ha precedido y dado origen a la materia del universo y a la vida sobre este existente (Cp. Génesis 1:1; Hebreos 11:3).


¿EVOLUCIONISMO O CREACIONISMO?


 Por:
Carlos Ardila

     ¿Es realmente razonable e inteligente la Teoría de La Evolución Biológica de las especies mediante el proceso continuo de las transformaciones casuales de los seres a través de sus generaciones formulada por Lamarck en 1809 y luego por Darwin en 1859?

     Ha sido observado que son por lo menos sesenta y cuatro los elementos químicos armónicamente fusionados en nuestros cuerpos para la estructuración y el desempeño de complejas y elaboradas funciones esqueléticas, musculares, respiratorias, circulatorias, digestivas y reproductivas a más de las tan sorprendentes elaboraciones que nuestras células hacen de todas las diferentes proteínas halladas en ellos.

     Adicionalmente, al ser estos minuciosamente observados, han sido hallados en ellos por lo menos mil seiscientos kilómetros de vasos sanguíneos, setecientos millones de células pulmonares, un millón quinientas mil glándulas sudoríparas, tres millones de glóbulos blancos, ciento ochenta billones de glóbulos rojos y tres billones de células nerviosas, entre tan solo algunas otras consideraciones más hechas al ser analizados nuestros cuerpos perfectamente diseñados para la coordinada interacción de doscientos ochenta y cuatro huesos con alrededor de cuarenta diferentes funciones a más de seiscientos músculos para el eficiente desempeño de por lo menos seis mil diferentes funciones; todo ello sin hacer mención de los millones de células y tejidos en nuestra piel, de nuestros cinco complejos sentidos y del aún desconocido diseño de nuestro tan perfectamente elaborado e intrincado cerebro desde el cual son dinámica e inteligentemente direccionadas todas nuestras funciones.

     Ahora, ¿razonablemente podríamos pensar que sea este el producto de la evolución accidental?, O más bien la resultante de una creación racional (Cp. Génesis 1: 26,27).

     ¿Verdad que somos seres maravillosos? Siendo que Dios nos ha formado con esmero, esforcémonos en amarle así como en servirle mejor cada día de nuestras vidas transitorias en el mundo presente, no es casual que estamos aquí, Él tiene un plan para nosotros en un cuerpo glorioso aún muy superior al físico extraordinario del cual nos ha dotado (Cp. Jeremías 1:5; Salmos 22:10; 139: 16; Gálatas 1:15; Eclesiastés 12:7; Filipenses 3:20,21).

viernes, 27 de septiembre de 2019

Parábola del fariseo y el publicano


Lucas 18:9-14

Por:
Carlos Ardila

     Dos son las actitudes en contraste entre los personajes centrales en mención en esta ilustración, quienes según lo dijera el Maestro a cierta distancia el uno del otro oraban a Dios en el templo, la arrogante autosuficiencia del fariseo y la humildad del publicano.  

     Tal cual lo registra Lucas, de manera exhortativa estas palabras fueron dirigidas por el Señor a unos que confiaban demasiado en sus propios méritos personales y menospreciaban a los demás, señalamiento tal mediante el que sin generalizaciones hizo Él referencia al fariseísmo, grupo religioso de su época caracterizado por su observancia minuciosa de la ley de Moisés enfocado más en las manifestaciones rituales externas de sus preceptos que en el sentido o el espíritu mismo de dicha ley e incluso tergiversándola o aun adulterándola agregándole algunas cosas absurdas que llegaron a hacerse entre ellos tradiciones (Cp. Mateo 15:1-9) llevándoles a considerarse a sí mismos el verdadero Israel y a despreciar a las personas comunes que según ellos permanecían ignorantes y se mostraban negligentes ante el cumplimiento de sus imposiciones, hecho a raíz del cual las juzgaban pecadoras (Cp. Juan 7:45-49; Mateo 23:1-3).

     Constituían además los fariseos, uno de los más poderosos partidos de Israel siendo algunos de ellos miembros influyentes del Sanedrín, es decir del concilio o el consejo nacional judío, cuerpo de ancianos religiosos con funciones tanto jurídicas como legislativas y ejecutivas que en los días de Jesús poseían autoridad administrativa sobre los asuntos judíos sin la interferencia del poder romano en tanto tales cuestiones no afectaran las políticas ni la seguridad de la jurisdicción del imperio sobre el territorio palestino o incluyesen la pena de muerte sobre reo alguno.

     Ahora, pese al hecho de ser judíos también, los publicanos resultaban ser traidores despreciables para el resto de sus hermanos en razón del desempeño de su profesión, dado que estos hacían las veces de recaudadores de impuestos al servicio de Roma bajo cuyo dominio se hallaba entonces su nación, y en algunos casos abusando ellos de su posición exigían al pueblo más dinero del que en realidad le correspondía pagar procurando así su propio ilícito beneficio (Cp. Lucas 3:12,13).   

     Según lo refiriera el Señor, el fariseo al orar, enumeraba ante Dios sus muchos méritos personales enalteciéndose a sí mismo, jactándose de su propia justicia y menospreciando al publicano quien reconociendo humildemente su pobreza espiritual no se juzgaba digno de Él (Cp. Mateo 5:3).

     Mediante el contraste entre estas dos actitudes al orar y al señalar que antes que el fariseo, quien a sí mismo se exaltaba por sus obras (Cp. Efesios 2:8-10) fue justificado por Dios el publicano, el Maestro nos anima a reflexionar acerca de la justificación, es decir de la absolución o declaración de inocencia de aquel que realmente es culpable, la cual nos concede por gracia nuestro Padre haciéndonos justos siempre que humildemente nos humillemos ante Él (Cp. Romanos 4:2; 12:16; Mateo 11:29; Santiago 4:6,10; I de Pedro 5:5,6).  


Parábola de la viuda y el juez injusto


Lucas 18: 1-8

Por:
Carlos Ardila

     En esta ilustración el Señor aborda la cuestión de la necesidad de la perseverancia en la oración refiriéndose a la situación de una viuda que insistentemente procuraba le fuese hecha justicia a fin de liberarse de los perjuicios que su adversario le había estado ocasionando, situación con ocasión de la cual esta reiteradamente concurría ante un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres, funcionario tal que dadas sus características personales no resultaba ser alguien idóneo para el desempeño de tan importante profesión, presumiblemente podría haberse tratado de un empleado judicial romano corrupto quien quizás estaba esperando obtener algún beneficio económico de su parte para ocuparse luego de atender su asunto (Cp. Hechos 24:26); sin embargo, pasado algún tiempo, ante la molestia que le significaba la presencia continua de aquella demandante en su despacho, este decidió actuar de acuerdo a la ley a fin de evitar tener que verla más.   

     Mediante estas palabras, el Maestro nos anima a ser fervientes y a perseverar en la oración para obtener de Él la bendición (Cp. Génesis 32: 9-13, 26-32).  

     Dado que la oración fue una constante en la vida de nuestro Salvador (Cp. Lucas 3:21; 6:12,13; 9:18,28; 22:40-46), desde luego Él espera que lo sea en la nuestra también (Cp. Efesios 6:18; Filipenses 4:6; Colosenses 4:2; I de Tesalonicenses 5:17; I de Timoteo 2:1; Santiago 5:13-16; I de Pedro 3:12; 4:7).

     He aquí ahora el contraste entre aquel juez y Dios planteado por Jesús al centrarse en la apatía e injusticia de este funcionario y en la diligencia y justicia de nuestro Padre, quien no tardará en bendecirnos, juzgando rectamente nuestras causas, en tanto se las encomendemos con fe y en la certeza de recibir de su parte siempre buenas cosas (Cp. I de Pedro 2:23; Mateo 7:7-11).


Parábola del deber del siervo


Lucas 17:7-10

Por:
Carlos Ardila

     Al realizar nuestras labores y en consciencia del deber cumplido, cualquiera sea el ámbito de nuestro desempeño, una cierta satisfacción interior nos hace sentir bien con nosotros mismos, a la vez que nos seduce la idea de recibir por ello un reconocimiento adicional que en realidad no deberíamos esperar, puesto que al realizarlas hemos apenas cumplido con aquello que nos era preciso en virtud de las responsabilidades con las cuales nos hallamos comprometidos. A través de estas palabras, el Maestro nos anima a reflexionar respecto de lo que debemos hacer al servirle a Él, no solo en el limitado cumplimiento de nuestro deber, sino llevando a cabo nuevas obras e imprimiendo un cada vez mayor esfuerzo a todo cuanto hagamos en función de su gloria (Cp. Colosenses 3:17, 23, 24).

     En razón de lo anterior, no desea el Señor que al trabajar para Él en su reino, el confort de la plena satisfacción relajadamente nos conduzca a pensar que han sido suficientes nuestras acciones como para merecer alguna recompensa que podamos demandar de su mano.

     Siendo que al hacer su voluntad, Jesús nos considera más que tan solo sus siervos, sus amigos (Cp. Juan 15:14-16), sirvámosle de corazón sabiendo que Él generosamente nos ha concedido por gracia nuestra inmerecida salvación (Cp. Efesios 2:8,9), una vez que fielmente le hayamos servido, habiendo procurado hacerlo cada vez mejor, nuestro Dios nos recompensará (Cp. Lucas 12:37,38).   


Parábola del rico y Lázaro


Lucas 16:19-31

Por:
Carlos Ardila

     Mucho se ha debatido en torno a este pasaje, cuestionando si es este realmente o no una parábola, dadas sus características, que en la opinión de algunos intérpretes, no permiten reconocerle como tal por no ofrecer él en su extensión los elementos comparativos propios de esta figura, en tanto que otros más sugieren que ella corresponde a un hecho real descrito por Jesús.

     Con todo, debe ser observado que antes de referir esta historia ilustrativa a sus oyentes, el Maestro había estado haciendo una serie de consideraciones acerca de la actitud correcta que debe el hombre asumir respecto a su relación con las riquezas temporales, audiencia entre la cual se encontraban algunos cuantos fariseos, hombres usualmente caracterizados por su avaricia y quienes según el evangelio de Lucas escuchaban sus palabras burlándose de Él (Cp. Lucas 16:10-14), razón con ocasión de la cual Jesús les ofreció esta ilustración inspirada en la avaricia de estos, que hizo similar a la mezquindad del rico egoísta e insensible frente a las necesidades materiales de su prójimo, ruindad tal que en el contexto inmediatamente anterior parece proveer el elemento comparativo requerido para constituir esta narración efectivamente una parábola del Señor.

     Dos son los personajes claramente contrastantes en esta ilustración, el rico, un hombre adinerado e indolente, y Lázaro, un mendigo adicionalmente enfermo quien ansiaba saciarse de las migajas de pan que caían de la mesa del insensible acaudalado.

     Según lo referido por el Señor, después de haber muerto ambos hombres fueron transportados al Hades, conviene señalar que el vocablo griego Hades aquí en mención no guarda relación alguna con el dios Hades, hijo del Titán Cronos y de la Titánide Rea, hermano de Zeus y de Poseidón que en la mitología griega fuera reconocido como el señor de los muertos, sino que traducido del término hebreo Seol ha sido empleado en referencia al lugar espiritual que en el idioma griego designa además a la morada o la región de los espíritus, sitio en el que estos permanecen a la espera del juicio final y en el que existen dos diferentes habitaciones, son estas, el seno de Abraham, un recinto de consolación al cual fue llevado Lázaro por los ángeles de Dios, y una estancia de tormentos, espacio al que fuera trasladado el rico indolente.

     Una vez allí, cada uno en su respectivo aposento, el rico pudo observar de lejos a Abraham y a Lázaro en su seno, siendo consolado en tanto que él era atormentado, se desprende de lo anterior que ambos hombres se hallaban en estado consciente, pudiendo reconocerse a sí mismos y a los demás y en capacidad de recordar en qué condiciones habían vivido en el mundo físico (Cp. Lucas 16: 25).

     En medio del dolor de su tortura, el antes hombre adinerado deseaba que Abraham le enviase a Lázaro a fin de que este mojando la punta de su dedo en agua le refrescara su lengua, mitigando así en algo su suplicio.  
  
     Puesto que el Hades es un lugar de naturaleza espiritual, es decir, insustancial, por supuesto los elementos físicos aquí citados son claramente figurados, en este orden de ideas, la llama no literal en la que estaba siendo el rico atormentado simbólicamente refiere al dolor que espiritualmente este sufría allí, en tanto que el dedo de Lázaro que quien estando en vida siendo tan pudiente como insensible ante sus necesidades deseaba fuese mojado en agua para refrescarle su lengua nos ofrecen una idea del alivio temporal que él esperaba recibir.  Mediante el uso de tales símbolos, el Señor nos provee de una imagen aproximada de las cosas y de las situaciones espirituales que, desconocidas deben sernos representadas a través de aquellas materiales que nos son familiares y por medio de las cuales se nos facilita su comprensión.

     Según lo dijera el Maestro, Abraham, en respuesta a la solicitud del rico que anhelaba, le fuese enviado Lázaro a fin de aliviarle, describiendo aquel lugar espiritual, señaló que en medio de las dos diferentes habitaciones allí existentes, su seno, un reciento de consolación en el cual se hallaba aquel quien en vida pobre fuera, y la estancia de tormento en la que el antes opulento e indolente hombre se encontraba, una gran sima, es decir un enorme abismo ha sido puesto imposibilitando así el libre tránsito de un cuarto a otro.

     Del mismo modo negativo, esta vez al responder a la segunda petición del rico, quien deseaba se enviase a Lázaro a advertir a sus hermanos respecto de la existencia del Hades y sobre sus penosas circunstancias, a la finalidad de evitar que posteriormente estos fuesen también allí para ser atormentados, Abraham puntualizó: “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Cp. Lucas 16:29), indicando con ello que al testimonio de sus escritos y a sus palabras deberían los vivos remitirse, concluyendo finalmente además que de no hacerlo tampoco se persuadirían ni se arrepentirían, aunque les fuese enviado alguno de entre los muertos (Cp. Lucas 16:30).

     Por medio de esta ilustración, Jesús nos urge a pensar prioritariamente en las cosas espirituales, en vez de primero en las riquezas materiales temporales (Cp. Colosenses 3:1-4; I Timoteo 6:17; Santiago 5:1-3) animándonos a considerar los dos únicos seguros destinos eternos a los que hemos de ser enviados una vez después de fallecer y de acuerdo a la forma en la cual hayamos vivido (Cp. Juan 5:28,29; II de Corintios 5:10; Apocalipsis 22:12).

     Si bien el Hades no constituye en sí la morada final de los espíritus, claramente nos es presentado como la antesala tanto del gozo eterno en la presencia de Dios en el cielo como del castigo perpetuo en el infierno, que serán posteriores a la resurrección y al juicio de Dios (Cp. Juan 5:28, 29; Hebreos 9:27; Mateo 25: 41,46; Filipenses 3:20,21; Colosenses 1:5; I de Pedro 1:4).

     A partir de la actitud característicamente avara de algunos fariseos, quienes hacían parte de la audiencia de Jesús (Cp. Lucas 16:14), a través de esta ilustración Él nos confronta ante las dos posibles actitudes a asumir frente a las riquezas materiales temporales, esperando desde luego optemos cada quién de nosotros por elegir la correcta (Cp. Santiago 5:1-3; Lucas 16:25; Mateo 6:19-21,24; Gálatas 6:9,10; I de Juan 3:17). 

Parábola del mayordomo sagaz


Lucas 16:1-9

Por:
Carlos Ardila

     Es esta sin duda una de las parábolas del Señor que plantea mayor dificultad en cuanto a su interpretación; el personaje central de ella ha sido catalogado de diversas maneras en las varias traducciones del Nuevo Testamento, algunas de estas son entre otras más: Disipador, infiel, deshonesto, sagaz, audaz o astuto.

     El mayordomo referido por Jesús en esta ilustración había sido acusado de disipar los bienes de su amo, denuncia que parecía ser cierta, dado el hecho de no haber argumentado nada este en su defensa, frente a tales circunstancias él debería rendir cuenta de las acciones de su mayordomía la que seguramente le sería quitada al no poder responder satisfactoriamente sobre su gestión, posibilidad ante la que el audaz encargado decidió ganar el favor de sus consiervos.


     Puesto que como contador, función propia de su administración, el mayordomo se encargaba de los registros de las deudas que sus consiervos contraían por insumos con el mismo señor, él redujo sus montos dándoles a ganar algo de dinero y luego de común acuerdo con ellos adjuntó la respectiva cuenta adulterada a su amo quien recibiría de sus siervos aparentemente lo justo, ya que las cifras que estos le liquidarían habrían de coincidir con las anotaciones en el libro del encargado quien se aseguró de este modo el poder contar después con la ayuda de aquellos a los que había favorecido si acaso se destituyeran de su cargo.

     Tal audaz proceder hizo al mayordomo en cuestión objeto del elogio de su empleador, quien sorprendido ante su astucia, le alabó, sagacidad frente a la cual en las relaciones con los demás el Maestro igualmente reconoció observar mayor perspicacia en quienes se desenvuelven en los negocios de este mundo que en los hijos de Dios. 

     Ahora, ¿al sugerirnos el Señor hacer amigos a través de las riquezas injustas, acaso contradictoriamente nos alienta a ser deshonestos y falaces en el manejo de nuestras relaciones interpersonales? (Cp. Lucas 16: 9). Por supuesto que no.

     A través de esta ilustración, el Maestro enfoca el asunto de nuestra delegada función de administradores de los bienes tanto espirituales como materiales sobre los que hemos sido puestos por Dios (Cp. I de Corintios 4:1,2; 10:26; Salmos 24:1; Tito 1:7; I de Pedro 4:10;). No somos desde luego por nosotros mismos merecemos de todo cuanto Él en su gracia nos concede (Cp. Deuteronomio 8:16-18), son en tal sentido injustas, es decir, inmerecidas nuestras riquezas, mismas que siempre hemos de usar en función del beneficio espiritual propio y de los demás (Cp. Hechos 9:36; 10:2; III de Juan 1-8; I de Timoteo 6:17; Lucas 16:10-13).

Parábola del hijo pródigo


Lucas 15:11-32

Por:
Carlos Ardila

     Mediante esta ilustración el Maestro nos ofrece su visión respecto al insondable amor paternal de nuestro Dios, en ella tres son los personajes principales empleados por Él en su representación del amor y el perdón.

     El primero de ellos en su escena figurada es un padre de familia a quien el menor de sus dos hijos le pidió el anticipo de su herencia, petición a la cual este generosamente accedió.

     Resaltan tanto de la actitud como de la inusual petición y el posterior proceder del hijo menor las notorias características de su obstinación, manifiestas en el presuroso deseo de su independencia financiera y del abandono de la disciplina del hogar para actuar de allí en más tan solo de acuerdo a su propia voluntad.

     Según lo establecía la ley judía al deceso del padre de familia, el primogénito de sus hijos heredaría dos terceras partes de sus bienes, en tanto que al menor le correspondería un tercio de ellos (Cp. Deuteronomio 21:15-17).

     Ahora, si bien la ley permitía a un varón adulto el legado anticipado de sus bienes heredables a sus hijos antes de morir, la solicitud formal de alguno de ellos, manifestando su deseo de recibirlos antes de su fallecimiento implícitamente podría llegar a significar que este deseaba su muerte a fin de hacerse a sus posesiones.

     De acuerdo a lo referido por Jesús, pocos días después de haber recibido su herencia el hijo menor se fue a una provincia apartada en donde viviendo disipadamente, desperdició todos sus bienes, luego viniendo una gran hambre en aquella región y al faltarle para su manutención, este se acercó a uno de los ciudadanos de aquel lugar quien le empleó en su hacienda poniéndole al cuidado de sus cerdos a los cuales alimentaban con algarrobas que él mismo deseaba comer sin que le fueran dadas.

     Dos hechos se desprenden de la descripción hecha por el Señor con relación a las circunstancias en las cuales vivió el hijo menor después de haber recibido y malgastado su herencia, su disipación moral y su apostasía religiosa, ya que presionado por sus muchas necesidades materiales, decidió estar al servicio de un extranjero y en el desempeño de un oficio no adecuado para él, el cuidado de los cerdos, animales considerados impuros en la tradición judía (Cp. Levítico 11:2-8; Deuteronomio 14:8).

     Ante tan difícil situación, reflexionando y volviendo en sí, el hijo menor pensó en cuántos jornaleros en la casa de su padre disfrutaban de la abundancia del pan que a él mismo entonces le faltaba, razón en virtud de la cual decidió regresar para poniéndose enfrente de este confesarle su pecado y reconociendo su indignidad pedirle que no le tuviese ya más por hijo, sino que le aceptase como tan solo uno más de sus siervos. Un extraordinario cambio de actitud se estaba operando en él, arrepentido deseaba enmendar su error (Cp. Mateo 3:8).

     Fue así que, levantándose, regresó a la casa de su padre, quien al verle de lejos misericordioso corrió hacía él, se echó sobre su cuello y le besó escuchando sus expresiones de arrepentimiento ante las cuales, lejos de oír reproche alguno el pródigo a orden de su progenitor fue vestido, recibió un anillo y fue calzado para disfrutar luego de un banquete y de una gran celebración organizada en su honor, puesto que él antes considerado muerto había revivido siendo hallado habiendo estado extraviado en el pasado.  

     Mediante el uso figurado de los objetos mencionados en esta ilustración se evidenció la plena restauración del pródigo a su anterior posición en la casa de su padre, ya que se le dio el mejor vestido en señal del perdón recibido y en lugar del áspero de cilicio y penitencia que debiera usar en razón de su transgresión, luego, el restablecimiento de su autoridad en el hogar paternal se representó por medio del anillo que volvería a usar y a través del calzado que nuevamente llevaría en sus pies por intermedio del cual simbólicamente se le confirmó su condición de hijo en vez de vasallo dado el hecho distintivo de permanecer siempre descalzos los siervos, algo que él nunca sería allí.  

     Sin embargo, no todo era gozo en el hogar, ni fue general el regocijo ante el regreso del pródigo a casa, pues indignado fuera de ella y negándose a participar de la fiesta, se hallaba su hermano mayor expresando su disconformidad ante el generoso recibimiento del que este era objeto pese al hecho de haber vivido antes disipadamente en tanto que él habiendo permanecido al lado de su padre no había recibido aparentemente reconocimiento alguno.  Tal actitud egoísta y resentida constituye en sí aquí una representación de la errónea pretendida auto justificación por obras del sistema legal fariseo carente de misericordia y vacío de perdón (Cp. Lucas 18:9-14).
     A través de esta ilustración, el Maestro nos ofrece una extraordinaria visión del amor de nuestro Dios simbolizado en el padre de familia a la vez que nos representa a cada quién de los que arrepentidos como el pródigo nos hemos vuelto a Él después de haber vivido disipadamente recibiendo sin reproche alguno su perdón (Cp. Hebreos 8:12; Miqueas 7:19).

     Ahora, si bien el fariseísmo no era al parecer culpable de la práctica escandalosa de pecados tan públicos como los del pródigo, sí lo fue de haberse mostrado indolente, crítico, murmurador, falto de amor y desprovisto de perdón para con el pecador arrepentido.

     Pese a la gravedad de sus faltas, el hijo menor no se detuvo ante aquello que quizás podrían opinar en casa de su padre, quienes le habían conocido antes de partir, decididamente regresó arrepentido, avergonzado y fracasado, siendo inmediatamente perdonado y al instante restaurado en un hecho quizás para él mismo inesperado, de similar manera, mas ante la certeza de la indulgencia de Dios debiera hacer todo aquel que consciente de sus faltas mas proponiéndose enmendarlas desee volverse a Dios para ser renovado negándose a continuar viviendo en la derrota espiritual que conlleva el pecado (Cp. Salmos 32: 1-11; 51:1-4, 16,17).