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lunes, 7 de octubre de 2019

MI MEJOR ENEMIGO


Por:
Carlos Ardila

     Era ya avanzada la noche cuando fui a dormir, realmente me sentía cansado, había sido uno de mis días más difíciles; no suelo recordar mis sueños y los pocos que logró recordar muy pronto, en solo cuestión de algunos minutos los olvido; sin embargo, la pesadilla de esa noche jamás podré olvidarla, de hecho y de manera inusual en cuanto a mí, aquella turbadora visión se repetía frecuentemente trastornando mis descansos nocturnos. 

     En mis sueños me veía perseguido en medio de la vieja casona en la que me hallaba recluido, sensaciones de angustia me invadían al huir del enemigo levantado en armas contra mí, las imágenes oscuras que observaba me turbaban, luego sobresaltado despertaba, extrañamente al llegar la noche siguiente aunque con algo de temor anhelaba enlazar el sueño en la escena en la que siempre abruptamente se cortaba, quería poder distinguir con nitidez la imagen difusa de mi enemigo oculto entre las sombras y el tenue destello de luz a unos pocos pasos justo en frente de mí, ¿qué sería aquel resplandor?, inquietamente me preguntaba.

     Finalmente, al amanecer de una noche de aquellas, ya resignado y sin proponérmelo más, entrada la luz del día naciente, pude apreciar con claridad la antes borrosa imagen del siniestro personaje que oculto entre las sombras perseguía mi vida, en un instante, sorpresivamente, descubierto ante mis ojos, en el brillo del espejo del salón de la vieja casona, pude ver reflejado el rostro del enemigo, se trababa de mí.  

     Y es que todos sin excepción hemos sido perseguidos o así con o sin delirios febriles, nos hemos sentido; en el aspecto espiritual de nuestras vidas, generalmente es a nuestro perseguidor y enemigo en común Satanás, a quien solemos culpar de todos nuestros males, pero, ¿qué decir acerca de nuestras propias responsabilidades al resultar ser nosotros mismos nuestros mejores enemigos?, ¿qué decir cuándo nos traicionamos a nosotros mismos dañándonos al abandonar nuestros valores éticos y morales haciendo aquello que sabemos no deberíamos hacer? (Cp. Romanos 7:15-25).

     ¿Al ir por la vida como dormitando sin estar consciente de la lucha espiritual diaria? ¿Serás tú mismo tu mejor enemigo?, ¿si es así y ya identificado el enemigo, por qué no hacerlo a él, es decir, a ti mismo el mejor amigo de Jesús? (Cp. Efesios 6:10-12; Juan 15:14; 14:21).


MARCA REGISTRADA


Por:
Carlos Ardila


     Como de la creación, autoría o pertenencia de un alguien en particular son registradas determinadas producciones representadas en artículos específicos acerca de los cuales no es dejada duda alguna en cuanto a su origen, a la vez que mediante su registro son preservados los intereses comerciales de sus autores, creadores o inventores siendo restringida su comercialización a individuos diferentes a los registrantes de los mismos.

     Hemos sido creados a la imagen de aquel quien nos introdujo en el mundo (Cp. Génesis 1:26,27); ahora, a diferencia del cómo dicho mundo reclama de su propiedad sus producciones, nuestro creador solo nos registra como de su pertenencia al otorgarle nosotros mismos dichos derechos mediante nuestra elección libre y voluntaria por Él (Cp. I de Corintios 6:19; Efesios 1:13,14; II de Timoteo 2:19; Apocalipsis 7:3).

     Bien nos son sabidas tanto la corriente falsificación como la frecuente usurpación de las marcas hechas en el mundo al fin ilícito del enriquecimiento de inescrupulosos, quienes mediante la violación de los derechos de sus respectivos creadores o inventores comercializan como buenos y originales sus productos falsos; de manera similar, Satanás mediante el engaño ha cegado las mentes de quienes han equívocamente elegido por él aceptando lo malo por lo bueno (Cp. II de Corintios 4:4; Isaías 5:20), y les ha registrado como de su propiedad por producir estos los frutos de su padre (Cp. Juan 8:44: 17:12; Apocalipsis 13: 16-18).

     Siendo que libre y voluntariamente hemos decidido pertenecer a quien es nuestro creador, reproduzcamos en nosotros la imagen espiritual de nuestro hacedor al vivir en santidad, de manera tal que al observar en nosotros el sello del Espíritu pueda el mundo identificarnos como de la marca registrada de aquel que nos creó (Cp. Efesios 1:13; I de Pedro 1:16).

TRÁS LAS HUELLAS DEL SEÑOR


Por:
Carlos Ardila

     En nuestro transitar por la vida invariable e inevitablemente dejamos rastros marcados al pisar sobre el camino, si quizás no necesariamente huellas físicas tan visibles como las que dejaríamos al caminar sobre la arena de la playa, sí señales detectables que a las claras indican que hemos pasado por algún lugar específico, dichos rastros en razón de nuestra personalidad, carácter y actuaciones, no solo hacen evidente nuestra anterior presencia en un determinado sitio, sino que además permanecen en el tiempo a manera de recuerdos positivos o negativos en las memorias de las gentes con las que hemos interactuado al estar allí.

     “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (Cp. I de Pedro 2:21,22).

     Que al pensar, hablar, enseñar, corregir, disciplinar, aconsejar, estimular y al actuar en general…, estemos cada día siguiendo el rastro del Señor, pisando cada quien de nosotros sobre las huellas por sus pisadas ya marcadas en el camino que nos conduce a su presencia (Cp. Juan 14:6), a la vez que al seguir nuestro ejemplo de imitadores de Dios, puedan los demás conocerle, ser salvos y glorificarle a Él en nosotros (Cp. Mateo 5:14-16).


ESPEJISMOS POR TU ORO


Por:
Carlos Ardila


     Nos parece mentira, mucho nos sorprende y causa gracia el oír de la forma inocente, ingenua, diría, alguien en la cual nuestros indígenas nativos intercambiaron su oro a cambio del placer momentáneo de verse reflejados en los espejitos que les ofrecieran los colonizadores españoles al ser descubierto por ellos nuestro continente.

     Y es que sin duda alguna nuestros indígenas desconocían el valor de su oro tan común y abundante en sus tierras, razón en virtud de la cual el intercambiarlo por aquellos tan frágiles y baratos, pero para ellos atractivos elementos parecía ganancia, aunque pronto se rompieran. 

     Desde luego y a diferencia de entonces, comparativamente bien sabemos hoy todos del valor real del oro perdurable frente a la fragilidad de los espejos que adquirimos a un muy bajo costo.

     Al hacer mención de aquella, diría alguien, histórica ingenuidad por desconocimiento, quiero referirme al muy similar hecho sucediéndose cotidianamente en nuestros tiempos, ¿dónde, cuándo y cómo quizás te preguntes? Pues bien, nuestro enemigo Satanás, quien desea poseer nuestras vidas, nos ofrece a cambio de ellas los más atractivos espejismos e inocente, ingenuamente diría alguien más, algunos suelen caer en sus engaños, así ignorando su estrategia y siendo seducidos resultan burlados y estafados al atribuir mayor valor a dichos espejismos que a su oro (Cp. Génesis 3:1-24).

     Fama por moral, placer sexual, por pureza, adicción, por libertad, riqueza, por honestidad, adulterio, por matrimonio, diversión, alcohol, fornicación, entretenimiento dañino en la televisión y en la Internet y tiempo con algunos amigos que influyen para mal por familia, libertinaje y ateísmo por espiritualidad… son entre otros tantos más los placeres espejismos temporales que finalmente resultarán produciendo el propio dolor y el de los demás al ser obtenidos a cambio de lo permanente y verdadero de sus almas similares pero superiores al oro en su valor (Cp. I de Pedro 1:3-9).

     Meditando en el valor de nuestras cosas verdaderas, salud, valores, familia… y espíritu, ¿habrías de darlas a cambio de espejismos placenteros temporales que al romperse en mil pedazos te destruirían causando dolor a otros más a tu alrededor?, francamente, ¿no crees qué más que inocente sería absolutamente ingenuo y absurdo?, ¿no lo estarás haciendo tú?, ¿estás siendo acaso estafado al canjear tu oro por espejos, al entregar tus cosas verdaderas y el oro de tu vida eterna por espejismos de placer vano y temporal? (Cp. I de Juan 2:15-17).


¿QUÉ CLASE DE PERSONA ERES?


Por:
Carlos Ardila


     Al pensar y al expresar verbalmente nuestros pensamientos así como al actuar de acuerdo a la forma en la cual pensamos, claramente nos definimos a nosotros mismos ante el mundo clasificándonos y siendo clasificados por los demás entre el grupo o la categoría de las personas positivas, amables y espirituales a las que siempre querrían tener a su lado, o en la clase de las negativas, chocantes y carnales a las que desde luego esperarán mantener a distancia; entre algunos rasgos, actitudes y conductas que nos definen entre lo positivo y lo negativo, entre lo espiritual y lo carnal, consideremos tan solo y a manera de muestra los siete siguientes contrastes entre ambos tipos o clases de personas:

     Aquellas quienes siempre egoístamente buscan la ayuda de los demás sin estar ellas mismas dispuestas a ayudar y las que siempre desinteresadamente están prestas a ayudar (Cp. Mateo 7:12).

     Aquellas quienes siempre hacen parte del problema y las que siempre forman parte de la solución (Cp. Hebreos 13:16).

     Aquellas quienes de una forma siempre crítica disminuyen y desaniman y las que motivadoramente brindan confianza y apoyo a los demás (Cp. Efesios 4:29).

     Aquellas quienes a priori juzgan, descalifican y condenan a los demás y las que misericordiosa y comprensivamente tratan de entender sus circunstancias y razones poniéndose en su lugar (Cp. Santiago 4:12; Mateo 7:3; Gálatas 6:1).

     Aquellas quienes para subir atropellan y pisotean a los demás y las que al subir ayudan al caído y le animan a subir brindándole su apoyo (Cp. Gálatas 6:2; Lucas 10:25-37).

     Aquellas quienes siempre repiten cuanto negativo oyen acerca de los demás y las que antes confirman la verdad (Cp. Efesios 4:25).

     Aquellas quienes siempre dicen lo que piensan y las que siempre piensan lo que dicen (Cp. Proverbios 10:19).
     Siendo muchos más los rasgos, actitudes y conductas que nos definen, al considerar los siete anteriores contrastes, ¿en qué clase de persona te clasificas ahora? De acuerdo a la forma en la que te expresas y actúas, ¿qué clase de persona crees, piensan los demás que eres? ¿De las positivas, amables y espirituales o de las negativas, chocantes y carnales?, ¿de aquellas que siempre querrían tener cerca o lo más lejos posible de ellas? ¿Estás satisfecho de ser cómo eres, o después de autoevaluarte, piensas qué algo en ti debería cambiar?


NUESTRAS PALABRAS


 Por:
Carlos Ardila


     “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Cp. Lucas 6:45).

    Según lo expresara el Señor, son las palabras surgidas del corazón las que claramente dan cuenta del carácter personal de aquellos quienes las usan, revelándonos estas generalmente lo más profundo de su sentir respecto a las situaciones y a las personas.

     Al escuchar a las personas hablar a nuestro alrededor, bien en el subterráneo, en el colectivo, en el colegio o en la iglesia…, podemos obtener alguna información acerca de lo que ellas tienen y sienten en sus corazones, lo cual nos es hecho claro y evidente en sus expresiones verbales; así, palabras cariñosas nos indican en estas amor, palabras gentiles nos hacen ver en ellas educación y respeto; contrariamente, expresiones vulgares, ofensivas e hirientes denotan en ellas de momento ira, indignación, desamor, maldad y por supuesto una muy mala educación.

     No es tan frecuente, pero bien que es grato escuchar a nuestro alrededor en los lugares públicos que frecuentamos las palabras de quienes dan gracia y edificación a sus oyentes mediante su expresión verbal amorosa, generosa y respetuosa que claramente nos indica cuál es su naturaleza espiritual (Cp. Colosenses 4:6; Efesios 4:29).

     Ahora, al escucharnos hablar a nosotros, los demás en el subterráneo, en el colectivo, en el colegio o en la iglesia…, ¿qué les revelan de ti y de mí a ellas nuestras palabras? ¿Amor, educación, respeto y espiritualidad?

     Por supuesto, se dan a nuestro alrededor conversaciones que definitivamente no queremos ni debemos oír (Cp. I de Corintios 15:33), son aquellas en las cuales claramente está presente el destructor, pero a Dios, gracias otras que sí anhelamos y debemos escuchar, son aquellas en las que está presente el Señor (Cp. Salmos 119:130, 140; Proverbios 30:5).

     Como el salmista, orémosle a nuestro Dios: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” (Cp. Salmos 19:14) y sean siempre apropiadas nuestras palabras (Cp. Colosenses 4:6; 3:8; Efesios 4:29).


REPARACIONES Y REEMPLAZOS


Por:
Carlos Ardila


     Muy seguramente algo tan necesario como funcional se te haya descompuesto, ¿un electrodoméstico quizá?, ¿o tal vez tu PC?, una herramienta hoy casi imprescindible, ¿o habrá sido el auto el que se te ha estropeado?; y ¿qué hacer ante tales eventos? Intentar repararlos, ¿verdad?; sin embargo, ¿será lo más indicado el tratar de arreglar los bienes descompuestos? Probablemente, sí, pero de seguro en alguna que otra ocasión, mejor nos será reemplazarlos adquiriendo otros nuevos en su lugar.

     Nuestras vidas integran unidades compuestas por una gran cantidad de elementos materiales, sicológicos, emotivos y espirituales.

     ¿Te has enfermado leve o gravemente? Desde luego que sí, ¿y qué has hecho ante ello? Procurarte la atención necesaria para sanar, ¿te has sentido emocionalmente afectado? Por supuesto que sí, e igual, has buscado liberarte de las presiones perturbadoras que te hayan estado inquietando.

     Y es que al igual que todas las maquinarias sin excepción necesitan ser mantenidas, nuestras vidas requieren del mantenimiento oportuno y constante para poder seguir siendo funcionales.

     ¿Cómo te sientes hoy en el aspecto espiritual de tu vida? ¿Requieres quizá de hacer algunas reparaciones en cuanto a tu carácter desbordado?, ¿modificar tu actitud con relación a tu compromiso con el Señor y en el trato con los demás? ¿O hay hábitos y actitudes dañinas y espiritualmente no apropiadas que en definitiva debes desechar para adquirir otras nuevas que te permitan formar tu carácter en Dios? (Cp. Efesios 4:22-32; Gálatas 4:19; 2:20; 3:27).

     Sea que requieras de realizar reparaciones o reemplazos, y de seguro siempre habrá algo de ambas, apresúrate a hacerlas para funcionar mejor en tu propio beneficio y en el de los demás a tu alrededor, y cuanto aún más importante, en función de tu relación personal con el Señor. 

EL PODER DE LA FE


Por:
Carlos Ardila


     “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de haberlos rodeado durante siete días” los hebreos (Cp. Hebreos 11:30).

     Mediante la obediencia al plan de acción trazado por Dios, los hijos de Israel obtuvieron la victoria sobre la gran ciudad amurallada de Jericó, frente a ellos y ante sus pies el muro fortaleza que la rodeaba cayó, fue esta sin duda una de las más arrolladoras victorias del historial militar judío; sin embargo, ¿cuál fue el poder que realmente actúo? ¿El de sus propias manos o el poder soberano de Dios?

     Día tras día de nuestras vidas enfrentamos diversas situaciones y eventualmente antes las circunstancias más adversas pareciéramos desfallecer, ¿qué hacer entonces? ¡Seguir el plan de acción de Dios!

     Es particular el uso del número siete en las Sagradas Escrituras, este de manera figurada hace referencia a la perfección de Dios, así como la de todas sus acciones, de acuerdo al significado de esta cifra simbólica, confiada y obedientemente durante siete días los hebreos rodearon la ciudad según las instrucciones de Dios y en consecuencia Él la entregó en sus manos.    

    Sin duda alguna, la obediencia a la Palabra de Dios nos hará vencer en nuestras luchas, para ello es por supuesto preciso que nuestra obediencia a su plan sea perseverante y completa, puesto que será en el tiempo propicio y perfecto de Dios que Él nos bendecirá.

     “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Cp. Santiago 1:4).


LA LÁMPARA DEL CUERPO


Por:
Carlos Ardila


     Son los ojos los medios a través de los cuales las imágenes son capturadas y procesadas por nuestros cerebros, estas a manera de estímulos visuales impactan en nuestras mentes afectándonos positiva o negativamente e inciden desde luego en nuestros estados de ánimo y en la forma en la cual pensamos y actuamos.

     Con relación a la visión que en el tiempo llegamos a formarnos acerca de la vida y del modo en el cual pensamos y actuamos, el Señor Jesús expresó:

     “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Cp. Mateo 6:22,23).

     Si de acuerdo a la mente de Dios (Cp. I de Corintios 2:14-16; Filipenses 4:8,9)) enfocamos nuestra vista en los aspectos positivos de la vida, en vez de sobre enfatizar en lo negativo de ella, seguramente podremos vivir mejor, si nuestra lente al observar a los demás es la del Señor entonces les veremos con amor a la par que si vemos el mundo a través de su prisma nuestras vidas estarán llenas de luz.

     En lugar de una visión nublada por la incredulidad y el pesimismo que nos conducen al fracaso y en vez una visión prejuiciosa respecto a los demás que dificulta nuestras relaciones, procuremos ver a través de los ojos del entendimiento espiritual que alumbran nuestra comprensión de las maravillosas bendiciones que nos brinda nuestro Dios.   

     ¿En qué te has habituado a enfocar tus ojos?
     “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo.  Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
     Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
     Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (Cp. I de Juan 2:15-17).


PEQUEÑOS DETALLES, ¿LEGALISMOS? I


 Por:
Carlos Ardila


     Era un hombre muy seguramente bien intencionado, se trató de Uza, él quiso evitar que el arca del pacto se cayera al piso al intentar trasladarla David desde Baala de Judá o Quiriat-jearim hacia Jerusalén: “Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios. Y se entristeció David por haber herido Jehová a Uza, y fue llamado aquel lugar Pérez-uza, hasta hoy” (Cp. II de Samuel 6:6-8).  

     ¿Qué sucedió?, ¿por qué actúo Dios de manera tan caprichosa e ingrata, castigando cruelmente a Uza, un varón quien solo quiso evitar que el arca del pacto se cayera? Tanto David como sus acompañantes le desobedecieron, ignorando sus instrucciones respecto a la forma en la cual el arca del pacto en la que estaba temporalmente su presencia (Cp. Éxodo 25:22) debería ser transportada sin ser tocada directamente por hombre alguno debido a su carácter santo (Cp. Éxodo 25:13-15), a fin de evitar dicho contacto físico directo con el arca, Dios había dispuesto que se pusieran en ella unos anillos por los que se introducirían unas varas con las que la levantarían para trasladarla cuando fuera necesario, al tocarla ignorantemente, Uza, pese a sus buenas intenciones fue en consecuencia severamente castigado; luego, después de este incidente, David actúo en obediencia a Dios siguiendo sus instrucciones como debió haberlo hecho al principio y el arca del pacto pudo ser finalmente llevada a Jerusalén (Cp. I de Crónicas 15:2,15).

     Al hacernos, hijos de Señor, voluntariamente, sin que nadie nos obligue, hemos decidido someternos a sus preceptos y principios siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, quizás nos gustaría contar con un pasaje bíblico en el cual dijera nuestro Dios: Hazlo todo según mejor te parezca, adapta mi Palabra a tu cultura y a las costumbres del momento, haz que tu interpretación y tu práctica les guste a todos aunque a mí no, hazlo del modo que te sugieran los demás, evita discusiones y situaciones que te incomoden, finalmente, todo estará bien, mira que no soy así de legalista y caprichoso, no siempre quiero imponer mi voluntad, si en cada caso encuentras una mejor forma de la mía, anda, solo ponla en acción; sin embargo, tal pasaje no existe y Dios continúa esperando que seamos siempre obedientes a sus instrucciones, adaptándonos a ellas en lugar de pretender hacer que Él se adapte a nosotros y a nuestros modos, deseos y pareceres personales (Cp. Éxodo 25:40; Hebreos 8:5).


PEQUEÑOS DETALLES, ¿LEGALISMOS? II


Por:
Carlos Ardila


     “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó.  Y salió fuego de delante de Jehová, y los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado.  Y Aarón calló” (Cp. Levítico 10:1-3).

     ¿Se agrada el Señor de todo cuánto hacemos en la intención de servirle? Desde luego que sí, pero por supuesto que no, ¿cómo es esto? Absolutamente, sí, cuando lo que hagamos sea de acuerdo a su voluntad, y enfáticamente no cuando aquello que llevemos a cabo esté basado en nuestros propios pareceres u opiniones y en contra vía de las instrucciones que hemos recibido de Él, mismas que fielmente debemos obedecer.

     ¿Qué fue lo que sucedió al ofrecer Nadad y Abiú incienso a Dios en la forma en la cual lo narrara   Moisés? Ellos de su iniciativa personal decidieron hacer algo contrario a las instrucciones divinas, a este desobediente proceder Moisés se refirió como a un fuego extraño que Él no había ordenado, actitud en virtud de la que fueron severamente castigados.

     Varias pudieron haber sido las razones que motivaron la disciplina de Dios sobre Nadab y Abiú, los dos hijos mayores del Sacerdote Aarón (Cp. Éxodo 24:1), probablemente el fuego no haya sido tomado del altar de acuerdo a la establecido en el ritual (Cp. Levítico 16:12) o que el incienso no se hubiera preparado haciendo uso de las especies aromáticas estipuladas e incluso pudo haber sucedido que lo ofrecieran fuera del horario indicado (Cp. Éxodo 30:7-9), cualquiera hayas la cuestión, lo cierto del caso es que ambos actuaron violando sus instrucciones y haciendo algo que Él nos les había ordenado. 

     Al tratar de agradar al Señor debemos siempre proceder de acuerdo a las instrucciones que acerca de su voluntad nos provee su Palabra, evidentemente muchas personas bien intencionadas quieren servir a Dios ignorando sus instrucciones, ante tal ignorancia ellas razonan: ¿Y cómo podría ser molesto lo que hacemos para Dios, si nuestro único fin es honrarlo, se fijará Él en esos pequeños detalles, es Él legalista? Esa sí que habría sido una buena pregunta para Nadab y Abiú, en cuanto a su respuesta no sabemos; sin embargo, bien clara fue la de Dios quien no es legalista sino soberano.

     Hagamos siempre todo de acuerdo a la voluntad del Señor, conozcámosla bien y sujetémonos a ella en lugar de intentar hacer que esta se adapte a nosotros y a nuestros modos y pareceres personales (Cp. Colosenses 3:17; I de Pedro 4:10,11; Juan 14:15).

PEQUEÑOS DETALLES, ¿LEGALISMOS? III


Por:
Carlos Ardila


     “Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera” (Cp. Génesis 6:14), entonces Noé replicó: Señor, mejor será de madera de pino, que es a mi parecer más resistente, a lo cual Dios respondió: Bien, si a ti te parece, luego ordenó Dios a Noé: “Y de esta manera la harás: de trescientos codos   la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura” (Cp. Génesis 6:15), pero una vez más Noé argumentó ofreciendo a Dios nuevas dimensiones, las cuales al Señor muy bien le parecieron, dejándole en plena libertad de hacer según su parecer siempre y cuando le siguiera demostrando simpatía y así durante varios días ambos discutieron sobre el mejor modo posible de construir el arca ante lo cual Dios finalmente concluyó para sí entre avergonzado y agradecido: Vaya, ¡cuánta suerte tengo de contar con este hombre! ¡Qué hubiera hecho sin él y sus buenas ideas!, ciertamente sería una fortuna seguir disfrutando de sus sabios consejos, espero seguirle cayendo bien, me dejaré de necedades, legalismos y tecnicismos, francamente no quiero perderlo (Cp. Job 9:3; 40:2; Romanos 11:33-36).

     ¿Fue realmente así como sucedió? Desde luego que no, Dios quien es soberano eligió a Noé, el cual fielmente dio cumplimiento a su Palabra, siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, de ningún modo podemos imaginar a Noé argumentando con Dios: Mira, yo haré tu barquito, pero no me digas que use solo un tipo específico de madera, lo verdaderamente importante es que yo lo construya ¿o no?, entonces, déjate de pequeños detalles, y ¿por qué dos animales de cada especie?, ¿qué tal se me muera el leoncito, y entonces, qué haremos?, llevaré dos pares de cada uno por si acaso.

     Acerca de Noé, el autor del libro de Hebreos nos dice: “Por la fe, Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Cp. Hebreos 11:7).

     Haciendo uso de las mejores intenciones muchas personas intentan servir al Señor ignorando sus instrucciones, el ejemplo de la fe de Noé nos es presentado como el complemento perfecto entre el saber racional acerca de la existencia de Dios y un corazón dispuesto y obedientemente sujeto a su voluntad, nuestro Dios no es un caprichoso y tirano legalista quién nos oprime y esclaviza, nos ha elegido y nosotros nos hemos entregado voluntariamente a Él para serle fieles, tal fidelidad solo es posible a través de nuestra obediencia a su Palabra nunca legalista y caprichosa, sino siempre sabia y soberana, sirvámosle de acuerdo a sus instrucciones en vez de intentar erróneamente hacerlo a través de nuestros modos, opiniones y pareceres personales.


PEQUEÑOS DETALLES, ¿LEGALISMOS? IV


 Por:
Carlos Ardila


     Él estaba en las mejores relaciones con los dos grupos, ¿con cuáles? Los judaizantes y los nuevos cristianos gentiles; por los judaizantes nos referimos a algunos de los judíos que se habían convertido al cristianismo quienes seguramente de buen corazón y con las mejores intenciones, pero con equívocas razones trataban de imponer al segundo grupo, los gentiles, es decir, los nuevos conversos extranjeros, el rito judío de la circuncisión ya no vigente según Dios ni para los judíos ni para los gentiles, puesto que entonces el Señor había introducido una nueva ley mediante el establecimiento de su Nuevo Pacto, esta vez no solo con Israel sino además con toda la humanidad (Cp. Gálatas 3:24-29; 5:2-4; 6:15; I de Corintios 7:19).

     ¿De quién se trataba? Del apóstol Pedro y de su manejo de sus relaciones con los dos sectores de la iglesia con los que interactuaba; ahora, antes de proseguir, nos es necesario aclarar que la iglesia del Señor no fue diseñada por Dios para la existencia de subgrupos dentro de ella, sino para pensar y funcionar como un cuerpo coherente y unido en un mismo parecer y en una misma práctica siempre regida por su Palabra (Cp. Efesios 4:3-6), lo cual en este caso no se estaba observado debido a la falta de entendimiento que aún algunos cristianos judíos tenían en cuanto a la vigencia de la antigua ley.

     ¿Cómo manejaba el apóstol Pedro estas relaciones? Al encontrarse en medio de los gentiles, él actuaba de una forma, se congraciaba con ellos, pero al venir a él y a los hermanos gentiles o extranjeros, los judaizantes, Él cambiaba de actitud y trataba con ellos de imponerles el rito de la circuncisión, actitud simulada tal que le mereció la exhortación del apóstol Pablo quien le reprendió por la hipocresía en la que había caído y de la que contagiados por él también participaban otros (Cp. Gálatas 2:11-14), postura tal que luego, como resultado de este llamado de atención, ellos cambiaron (Cp. Hechos 15:1-31).

     Pedro quería mantener buenas relaciones con todos los hermanos, pero por temor a los judaizantes, él equivocadamente hacía uso de un doble estándar en su conducta. Nuestro Dios quien es Santo nos enseña a vivir en santidad, parte de ella por supuesto se refleja en nuestro proceder, por ello nuestros pensamientos, prácticas y actitudes en Él hacia los demás, sean estos cristianos o no, debe ser siempre lineal en vez de variable conduciéndonos a la adopción de posturas dobles dependiendo del espacio y de las personas con las que nos relacionemos e interactuemos, no se trata de pequeños detalles a modo de legalismos éticos y morales caprichosos y disociadores, sino de la sinceridad de nuestro corazón para con Dios quien no nos admite el asumir una doble actitud ni ante Él ni en frente de los demás (Cp. II de Corintios 1:12,17; Efesios 4:25; Santiago 3:17) y espera que en vez de tratar de guardar neutralidad entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo verdadero y lo falso, optemos siempre por enseñar su Palabra comportándonos cada quién de nosotros de acuerdo a ella (Cp. I de Pedro 4:11).