Por:
Carlos Ardila
Era ya
avanzada la noche cuando fui a dormir, realmente me sentía cansado, había sido
uno de mis días más difíciles; no suelo recordar mis sueños y los
pocos que logró recordar muy pronto, en solo cuestión de algunos minutos los
olvido; sin embargo, la pesadilla de esa noche jamás podré olvidarla, de hecho
y de manera inusual en cuanto a mí, aquella turbadora visión se repetía
frecuentemente trastornando mis descansos nocturnos.
En mis
sueños me veía perseguido en medio de la vieja casona en la que me hallaba
recluido, sensaciones de angustia me invadían al huir del enemigo levantado en
armas contra mí, las imágenes oscuras que observaba me turbaban, luego
sobresaltado despertaba, extrañamente al llegar la noche siguiente aunque con
algo de temor anhelaba enlazar el sueño en la escena en la que siempre
abruptamente se cortaba, quería poder distinguir con nitidez la imagen difusa
de mi enemigo oculto entre las sombras y el tenue destello de luz a unos pocos
pasos justo en frente de mí, ¿qué sería aquel resplandor?, inquietamente me
preguntaba.
Finalmente,
al amanecer de una noche de aquellas, ya resignado y sin proponérmelo más,
entrada la luz del día naciente, pude apreciar con claridad la antes borrosa
imagen del siniestro personaje que oculto entre las sombras perseguía mi
vida, en un instante, sorpresivamente, descubierto ante mis ojos, en
el brillo del espejo del salón de la vieja casona, pude ver reflejado el rostro
del enemigo, se trababa de mí.
Y es que
todos sin excepción hemos sido perseguidos o así con o sin delirios febriles,
nos hemos sentido; en el aspecto espiritual de nuestras vidas, generalmente es a
nuestro perseguidor y enemigo en común Satanás, a quien solemos culpar de todos
nuestros males, pero, ¿qué decir acerca de nuestras propias responsabilidades
al resultar ser nosotros mismos nuestros mejores enemigos?, ¿qué decir cuándo
nos traicionamos a nosotros mismos dañándonos al abandonar nuestros valores
éticos y morales haciendo aquello que sabemos no deberíamos hacer?
(Cp. Romanos 7:15-25).
¿Al ir
por la vida como dormitando sin estar consciente de la lucha espiritual diaria?
¿Serás tú mismo tu mejor enemigo?, ¿si es así y ya identificado el
enemigo, por qué no hacerlo a él, es decir, a ti mismo el mejor amigo de Jesús?
(Cp. Efesios 6:10-12; Juan 15:14; 14:21).