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lunes, 23 de septiembre de 2024

GRACIA, JUSTIFICACIÓN Y PERDÓN / DEVOCIONAL

 

GRACIA, JUSTIFICACIÓN Y PERDÓN

 Por: Carlos Ardila.

 

 

Sinceramente, pero en medio de nuestras imperfecciones y debilidades, propias de nuestra humanidad, procuramos vivir en santidad, sin lograr siempre, nuestros objetivos de crecimiento y de superación espiritual.

 

 

Caer una, y muchas veces más en las mismas faltas, si no entendiéramos el concepto divino de la gracia, que por medio del sacrificio del Señor Jesús en la cruz, nos otorga de manera gratuita e inmerecida nuestra salvación, caeríamos en el hoyo oscuro de la culpa, e inmersos en la frustración y en la desesperanza, quizás nos despreciaríamos a nosotros mismos, juzgándonos irremediablemente perversos y perdidos (Cp. Romanos 5:8; Efesios 2:8-10).

 

 

Siendo nosotros justificados por la fe en el Señor Jesús, lo cual significa, que aunque éramos culpables, Dios nos ha declarado inocentes, y nos ha hecho justos delante de Él, podemos vivir libres del peso de la culpa.

 

 

La Palabra de Dios nos dice:

 

 

«Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz[a] con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros» (Romanos 5:1).

 

 

«Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Entonces, ya que hemos sido hechos justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenación de Dios» (Romanos 5:8,9).

 

 

¿Podemos vivir en santidad? Desde luego, que sí, pero, ¿y qué significa ser santos? Consagrar nuestras vidas al Señor, apartándonos de las obras de la carne; sin embargo, ¿nos hará el deseo de agradar al Señor en todo, inmunes al pecado?, ¿libres de ataque constante del enemigo?, ¿estar en el control absoluto de nuestra química corporal?, ¿tener el dominio pleno de nuestras emociones y de nuestras reacciones? Por supuesto que no, pero nos hará equivocarnos menos en el intento de serle fieles a Él (Cp. Romanos 6:1-6).

 

 

¿Has caído tú en el pecado? Naturalmente que sí, como lo ha hecho cada hombre, excepto nuestro Salvador (Cp. I Juan 1:5.8; I P 2:21,22), confiésalo, y sigue adelante, libre de la culpa, por medio del poder purificador de la sangre de Cristo (Cp. I Juan 1:9,10).

 

 

Comprométete con tu superación espiritual, ten presente que ella, no será posible sin el poder de Cristo, quien nos entiende perfectamente, puesto que Él enfrentó situaciones similares a las nuestras, pero sin relación con el pecado (Cp. Hebreos 4:14-16), entrégale a Dios tus debilidades, y Él te ayudará a enfrentarlas (Cp. Efesios 6:10-12).

 

 

Si Dios perdona y olvida tus pecados cuando se lo pides con sinceridad de corazón, ¿por qué has tú de seguirlos recordando? (Cp. Miqueas 7:19, Hebreos 8:12), No te atormentes a ti mismo por ellos, levántate y sigue adelante.

 

 

Oremos:

 

 

Perfecto Dios de amor, gracias por tu paciencia y tu comprensión, por tu perdón y por nuestra justificación por medio del evangelio, glorificamos tu nombre, y rogamos tu ayuda para seguir adelante, comprometidos con nuestra santificación, en el nombre de Jesús, amén.