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martes, 24 de septiembre de 2024

LIBERACIÓN / DEVOCIONAL

 LIBERACIÓN

 Por: Carlos Ardila.

 

 

Si escucho su nombre, me lleno de enojo, si oigo su voz, me resuena como un ruido estrepitoso y molesto, si lo veo me da gastritis, saludarlo de beso en la mejilla, seguro me produciría urticaria, ¡no lo soporto!, ¡lo detesto!, y bien justificados son mis sentimientos hacia él, me ha hecho mucho mal, ha sido él mi más grande error, mi peor decepción, cada día de mi vida lo voy a odiar.

 

 

¿Quién de nosotros no ha sido ofendido, agredido e insultado, estafado, calumniado y traicionado? ¿Perdonar? ¡Jamás! Él no se lo merece, ¿cómo olvidar lo que me ha hecho?

 

 

Sabes, hay personas quienes piensan a diario en aquellos que les han causado algún dolor, y lo reviven, padeciéndolo vívidamente al recordar a su ofensor, sus palabras y sus gestos, su mirada, el tono y el volumen de su voz; se diría que es su agresor quien, sin proponérselo y sin saberlo, controla sus mentes y determina su estado de ánimo.

 

 

Algo que en definitiva no es el perdón, es la capacidad de eliminar de nuestra memoria el agravio, en realidad, la decisión de perdonar, consiste en no recordarlo con amargura, por el daño espiritual, mental y físico que el resentimiento nos produce.

 

 

El Señor nos quiere sanos, fuertes y libres, el odio nos enferma, nos debilita y nos hace esclavos del enemigo, luego entonces, en primer lugar, perdonar es un acto de misericordia para con nosotros mismos, que ha de ser una decisión firme del corazón en función de nuestro bienestar.

 

 

Sin perdón, no hay paz en el corazón, el resentimiento nos roba el gozo y destruye nuestra relación con el Señor.

 

 

La Palabra de Dios nos dice:

 

 

«Si perdonas a los que pecan contra ti, tu Padre celestial te perdonará a ti; pero si te niegas a perdonar a los demás, tu Padre no perdonará tus pecados» (Mateo 6:14,15).

 

 

Oremos:

 

 

Amado Padre, concédenos experimentar la sensación liberadora del perdón, en el nombre del Señor Jesús, amén.