SIETE FORMAS EN LAS QUE NO NOS DEBEMOS EXPRESAR
Por: Carlos Ardila.
¡Cuán importantes resultan ser nuestras palabras!, es por medio de ellas que reflejamos quienes somos, puesto que, estas revelan nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, e impactan positiva o negativamente en nuestras relaciones interpersonales, ellas nos acercan o nos distancian de los demás, pacifican o perturban, edifican o destruyen, animan o desaniman a quienes nos escuchan, a la vez que nos identifican como a seres espirituales o carnales (Cp. Lucas 6:45).
Al considerar el ejemplo de Jesús, quien jamás pecó al hablar (Cp. I de Pedro 2:21-23), pensemos juntos en por lo menos siete cosas que jamás debieran caracterizar nuestra expresión verbal:
1. La vulgaridad y la indecencia (Cp. Colosenses 3:8).
2. Las palabras ásperas, descorteses y agresivas (Cp. Filipenses 4:5).
3. La intención de destruir a los demás (Cp. Proverbios 12:18).
4. Los juicios de valor, basados en la malicia y en el prejuicio (Cp. Colosenses 3:8; I de Corintios 5:8).
5. Chismes, murmuraciones, calumnias e injurias (Cp. Proverbios 6:12-14; Filipenses 2:14).
6. Mentiras y falsos testimonios (Cp. Éxodo 20:16; Proverbios 6:16-19).
7. Gritos airados y fuera de control (Cp. Efesios 4:31; Colosenses 3:8).
La Palabra de Dios nos dice:
«No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan» (Efesios 4:29).
«Pues Dios los llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como Cristo sufrió[a] por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos.
Él nunca pecó
y jamás engañó a nadie.[b]
No respondía cuando lo insultaban
ni amenazaba con vengarse cuando sufría.
Dejaba su causa en manos de Dios,
quien siempre juzga con justicia» (I de Pedro 2:21-23).
«Que todo el mundo vea que son considerados en todo lo que hacen. Recuerden que el Señor vuelve pronto.[a]» (Filipenses 4:5).
Oremos:
Todopoderoso Dios, ayúdanos a pensar solo en lo bueno, para, del buen tesoro de nuestro corazón, hablar, para edificar y dar gracia a nuestros oyentes, haznos sabios, para que por medio de nuestras palabras, enseñemos, animemos y consolemos a los demás, en el bendito nombre del Señor Jesús, amén.